Descripción
En 2009, los países de América Latina y el Caribe acusaron los embates de la crisis financiera global en sus niveles de actividad, por lo que la región experimentó un retroceso de un 1,9% del PIB. Sin embargo, ya en la segunda mitad del año, la mayoría de los países de la región inició una vigorosa recuperación que se consolidará en 2010 y permitirá una expansión del PIB regional del 5,2%. Con ello la región, junto con los países emergentes de Asia, se situará entre las más dinámicas del globo.
Los factores que propiciaron este positivo desempeño son de índole externa e interna. Entre los primeros, cabe destacar la continuidad en el dinamismo de ciertas economías asiáticas clave, cuya sostenida demanda de productos de la región ha creado condiciones para una importante recuperación de las exportaciones, sobre todo en el caso de América del Sur. Del mismo modo, la recuperación de la economía de los Estados Unidos, si bien gradual, contribuye a un mejor escenario para México, Centroamérica y, en la medida en que se eleve la demanda de turismo, posiblemente también para el Caribe. Por las mismas razones, se proyecta cierta recuperación en las remesas enviadas desde ese país por los trabajadores emigrados de la región.
Entre los factores internos, cabe mencionar la capacidad de acción contracíclica que desplegaron varios países de la región empleando para ello los espacios de política, tanto fiscal como monetaria, construidos durante la fase previa de seis años de auge en los precios de los productos básicos y crecimiento sostenido. Además, la sostenida reducción en los niveles de endeudamiento externo, las mejoras en las cuentas fiscales y los aumentos en las reservas internacionales permitieron que la región mantuviera un acceso continuado al mercado de capitales internacional.
No obstante, esta favorable coyuntura resulta, en parte, de ciertos factores de carácter transitorio que difícilmente se repetirán en 2011. La región pudo responder en forma dinámica a la demanda externa y a los estímulos contracíclicos implementados, sobre la base del aprovechamiento de un margen de capacidad ociosa preexistente que podría agotarse en el curso de la presente recuperación. A la vez, también se ha estrechado la capacidad de los gobiernos para mantener las actuales medidas contracíclicas sin sacrificar lo logrado en materia de equilibrio macroeconómico. Tomando en cuenta estos elementos de cautela, se estima un crecimiento del 3,9% para la región en 2011.
En suma, una vez lograda la recuperación, cobran renovada vigencia los principales desafíos para lograr el crecimiento sostenido: crear condiciones para el aumento de los niveles de inversión pública y privada y de la productividad, así como seguir fortaleciendo las finanzas públicas para ampliar y mejorar los programas sociales, en particular los de carácter redistributivo, lo que permitiría conciliar el crecimiento con una mayor equidad.
En tal sentido, en la segunda parte del Estudio económico se discute la contribución que puede hacerse mediante las políticas públicas a fin de fortalecer la relación entre el crecimiento económico y la equidad distributiva. A lo largo de cuatro capítulos se analiza el efecto distributivo de la volatilidad macroeconómica, sus consecuencias en los mercados de trabajo y las políticas para enfrentarlas, así como las vías por las cuales la política tributaria y el gasto social pueden contribuir a la protección de los sectores más vulnerables, en el marco de una estrategia más amplia orientada a permitir que los países de la región alcancen un desarrollo más inclusivo.