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Intervención de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, en la presentación del Libro de Ricardo Ffrench-Davis “Chile entre el Neoliberalismo y el Crecimiento con Equidad” (Quinta Edición)
Santiago, 10 de abril de 2014
Sala Celso Furtado
CEPAL
Estimado amigo, Ricardo Ffrench-Davis
Sergio Bitar
Manuel Marfán
Colegas de la casa y del sistema de Naciones Unidas
Amigas y amigos
Sean todos muy bienvenidos a la CEPAL. La casa propia de Ricardo Ffrench-Davis, que ha tejido entre estas paredes parte de la fecunda producción intelectual que le ha consolidado como uno de los pensadores económicos más influyentes de nuestro continente y que hoy nos presenta en este libro que recoge la historia económica y social de los últimos cuarenta años de Chile.
“Antes de pensar, observe”, reza la máxima de Prebisch que sembraba la semilla de un pensamiento propio, de una reflexión que reparara en nuestra historia, en nuestra cultura, en nuestra realidad, en el tejido de define la identidad de nuestros pueblos.
“Antes de pensar, observe”, es un precepto que ha tenido en Ffrench-Davis a un estudioso aventajado. Pocos como él han podido ver, en directo, el íntimo proceso de formación de lo que fue la hegemonía neoliberal en Chile. Ricardo, es bien sabido, realizó el trayecto académico de los Chicago Boys, aunque con mejor desempeño y con más amplitud de miras.
Ricardo, y sus condiscípulos de entonces, transitaron de la Facultad de Economía de la Universidad Católica que dirigía Julio Chaná, que abrió las puertas a la Universidad de Chicago, a las costas del Lago Michigan entre las aulas de Harberger y Friedman.
Al regreso, mientras sus colegas se empeñaban en evangelizar sobre las bondades místicas del libre mercado, Ricardo recorría en condiciones muy adversas el desafío de construir los argumentos de la equidad, del crecimiento virtuoso, de una práctica económica que reconociera el imperativo ético y moral de la dignidad humana, con propuestas para un crecimiento con equidad.
Ricardo, tras su retorno, fue profesor de la Universidad Católica y trabajó en su Centro de Investigaciones Económicas de 1961 hasta 1964, cuando asumió la subgerencia de estudios del Banco Central. Posteriormente participó en la fundación del CEPLAN, Centro de Estudios de Planificación Nacional de la Universidad Católica. El mismo que en 1976 se reconvierte en CIEPLAN, centro de crítica a las reformas que estaban siendo introducidas por el gobierno de Pinochet.
Recuperada la democracia Ricardo fue nombrado director de estudios del Banco Central de Chile entre 1990 y 1992; desde donde llega a esta, su casa, como asesor regional; profesor e investigador en las universidades de Oxford y de Boston y en institutos de España, Francia, Italia y Suecia. Es profesor de postgrado en el Instituto de Estudios Internacionales y en la Facultad de Economía de la Universidad de Chile. Codirige junto a Stiglitz y a Deepak Nayyar, el Grupo de Macroeconomía de la Iniciativa Internacional para el Diálogo de Políticas Públicas (IPD). Integra el Consejo de Política Exterior de Chile y es miembro del Consejo Directivo de la Iniciativa Científica Milenio (ICM).
En justo reconocimiento a su infatigable labor recibió en 2005 el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales.
Con rigor, con disciplina, Ricardo Ffrench-Davis ha dejado una huella significativa. Desde su participación en el establecimiento de una Nueva Política Cambiaria por el Banco Central de Chile en 1965 (luego seguida por otros países como Brasil y Colombia), pasando por sus planteamientos en el campo de la deuda externa en los años setenta antes de las crisis de 1982; sus estudios sobre la gestación de crisis financieras, su predicción y la manera de desalentarlas o evitarlas, trabajo desarrollado antes de la crisis de México de 1994; sus investigaciones sobre manejo macroeconómico y reformas en América Latina; sus estudios sobre la economía chilena del último medio siglo, y su participación en el establecimiento del encaje sobre los flujos de capitales de corto plazo en Chile en 1991. Un hilo conductor de su trabajo ha sido cómo lograr crecimiento con equidad en países en desarrollo o economías emergentes.
Nos decía Dani Rodrick, a propósito de una edición anterior del libro que hoy presentamos: “Pocos países han sido mostrados con tanta frecuencia como ejemplos a ser emulados- y ocasionalmente a ser evitados. La economía chilena ha experimentado fuertes altos y bajos, tanto en cuanto a los resultados que exhibe como en las políticas que ha aplicado durante las últimas décadas. Entonces, es muy relevante identificar cuáles emular. En este informativo y objetivo libro, Ricardo Ffrench-Davis presenta un muy sustantivo análisis y relación de la experiencia chilena de estas décadas. Más allá de la paradigmática experiencia chilena, cualquiera que también esté interesado en los temas del desarrollo económico y la globalización se beneficiará de su lectura”.
Ricardo analiza la inserción de la política económica neoliberal en Chile a partir de los años setenta. Desde una perspectiva integrada, critica y a la vez constructiva, se identifican las principales tendencias ideológicas y teóricas de los diversos impulsores de las reformas económicas que convirtieron la economía chilena en una referencia obligada en las discusiones sobre democracia, crecimiento económico y desigualdad social. Luego de plantear un panorama global sobre el desarrollo económico desde la segunda posguerra hasta el régimen militar de Pinochet, Ffrench-Davis examina el retorno a la democracia y su afianzamiento en las décadas recientes, durante las que fueron aplicadas las políticas neoliberales. Un análisis detallado de las consecuencias en términos de progreso, equidad e inversión permite indagar la crisis de los años ochenta relacionada con la deuda externa, igual que la pesada herencia de los gobiernos militares. Frente a los graves problemas de vulnerabilidad de las economías ocasionados por los shocks externos y la profunda desigualdad social existente, se estudian las reformas aplicadas por los gobiernos de los presidentes Aylwin, Frei, Lagos, el primer gobierno de la presidenta Bachelet y el de Sebastián Piñera, en los 23 años transcurridos desde 1990. Ameno, ágil y polémico, este libro representa un sólido aporte para la comprensión de los procesos económicos en democracia.
Y sobre todo para la comprensión de la condición múltiple del caso chileno. Porque, y en esto Ricardo es pertinaz hasta terminar por persuadir hasta al lector más terco, no es posible hablar de “un” modelo. Entender la historia de las pasadas cuatro décadas del devenir económico en este país impone reconocerlo.
No existe este único y exitoso modelo todo el tiempo desde 1973. Ricardo es enfático, la dictadura no fue exitosa en lo económico, sino que fue mediocre en cuanto a crecimiento económico en la suma de sus 16 años (un promedio de apenas 2,9% anual) y nefasta en lo redistributivo.
El deterioro distributivo producido en la primera mitad del gobierno de Pinochet fue muy intenso, a lo que se sumó otro deterioro adicional en la segunda mitad determinado por el abuso institucionalizado a los derechos humanos y los derechos laborales; pero también en lo estrictamente económico se registra una acentuada precariedad laboral. Exhiben un mal desempeño económico y social, ambos, ingredientes del desarrollo. El neoliberalismo no solo es regresivo en cuanto a la distribución sino también mediocre para el crecimiento, ya que este neoliberalismo ortodoxo no es capaz de lograr el crecimiento sostenido debido a que su ideologismo extremo le hace incapaz de entender cómo operan los mercados y cómo eludir reiteradas crisis recesivas.
Con la enorme autoridad que le brinda el haberse mantenido como un crítico público en tiempos en los que la disidencia imponía riesgos brutales, Ricardo nos recuerda esos episodios negros que desmienten el mito conservador sobre las bondades de la gestión económica de la dictadura. Nos recuerda como en 1983, los campeones del libre mercado destinan un 35% del PIB para rescatar a los bancos privados, para lo cual reducen drásticamente pensiones, asignaciones familiares, salarios de empleados públicos, aportes al ministerio de salud, los sueldos del magisterio y recortan la inversión en infraestructura.
Solo en 1988 se logra retornar al ingreso per cápita de 1981, pero con salarios deprimidos y con una notable mayor desigualdad.
Dura herencia para la democracia recuperada.
Bien distinto a la senda adoptada en democracia.
Y aún así, Ricardo, amigos, el hoy nos encuentra enfrentando una encrucijada.
Y es ahí donde el reconocer nuestra historia, conocer la ruta que nos ha traído al presente es fundamental.
Nuestros países transitan históricamente por una senda poco sostenible, de crecimiento insuficiente con altos niveles de desigualdad, con escaso empuje hacia el cambio estructural, y si bien se ha gozado de una década con “viento de cola”, dicho viento parece contraerse ante un escenario externo cada vez más problemático.
Asegurar los incontrarrestables logros sociales alcanzados en Chile y la región, birlar a nuestro destino cíclico otro periodo de restricciones y penurias demanda el promover, mediante un conjunto renovado de reformas institucionales y de políticas, una nueva senda de crecimiento sostenible con crecientes grados de igualdad.
Nuestra convicción, reanimada en la lectura de la obra de Ricardo, sostiene que la igualdad debe ser el principio ético normativo primordial y el objetivo último del desarrollo. Y es que no podemos, no puede nadie, evadir la certeza oprobiosa que distingue a nuestra región como la más desigual del orbe.
Por ello, desde 2010 la CEPAL inició la Trilogía de la Igualdad, situando a la igualdad en el centro de la agenda pública. Y sabemos que situar a la igualdad en el centro implica una ruptura con el paradigma económico que ha prevalecido en la región durante al menos tres décadas. A la luz del rostro de nuestro continente, aparece como un imperativo moral. Nuestra convicción es clara: hemos de igualar para crecer y crecer para igualar.
No es un camino sencillo pero, al igual que Ricardo, lo creemos impostergable. Procurar la igualdad requiere de un cambio estructural orientado a cerrar brechas sociales y productivas críticas donde no estén reñidos entre sí lo económico, lo productivo, lo social y la sostenibilidad ambiental.
Ricardo nos ayudó en el primer apartado de la trilogía (La Hora de la Igualdad) con propuestas audaces pero realistas de cómo alinear a la macroeconomía con un cambio estructural que implica aumentar la productividad con innovación e inclusión social y estas apuestas se profundizaron en el segundo apartado (Cambio Estructural para la Igualdad) y hoy siguen vigentes en el tercer acápite de nuestra trilogía expresada en Pactos para la Igualdad. Por ello Ricardo, te estamos profundamente reconocidos.
Nos anima el profundo convencimiento de que la igualdad es el horizonte; el cambio estructural, el camino; y la política, el instrumento. Esta senda requiere una nueva ecuación entre Estado, mercado y sociedad. Se trata de ampliar la caja de herramientas para alcanzar un abanico más amplio de objetivos.
Esto implica un cambio de orientación ante las restricciones externas y ante rasgos endógenos que limitan el desarrollo de la región y que Ricardo devela para el caso chileno. Las restricciones externas incluyen la pérdida de dinamismo y el estancamiento en la demanda por parte del comercio internacional, mayor incertidumbre respecto de las señales financieras y el acceso a financiamiento, y poca articulación regional frente al reordenamiento global de las cadenas globales de producción de valor.
Los problemas internos incluyen una estructura productiva desarticulada y rezagada, mercados de trabajo con alto nivel de informalidad, bajos niveles de inversión con poca incorporación de progreso técnico, brechas de bienestar y de capacidades, débil gobernanza de los recursos naturales, patrones de consumo con déficit de servicios públicos y altas presiones ambientales y energéticas, junto a un inveterado déficit institucional en materia de regulación, captación, y orientación de recursos
En esta etapa, como el propio Ricardo y tantos de nuestros antecesores de la CEPAL lo perfilaron en sus reflexiones, se trata de reorientar las políticas hacia un fuerte dinamismo de la inversión para asegurar una relación virtuosa entre crecimiento, productividad y sostenibilidad ambiental por la vía de la incorporación del conocimiento a la producción y la generación de un alto valor agregado; imprimirle mayor inclusión al mundo del trabajo, y promover mayor convergencia entre reformas tributarias y políticas sociales, con un claro sesgo redistributivo para reducir las diversas formas de desigualdad que enfrenta la región, equilibrar la expansión del consumo privado con la provisión oportuna de servicios públicos de calidad, lo que facilita mayor cohesión social y sostenibilidad ambiental; e instituir la adecuada gobernanza de los recursos naturales en aras de una mayor diversificación productiva, ambientalmente sostenible y con efectos positivos sobre el empleo y el bienestar.
Persuadir a más sobre la pertinencia de este camino demanda discusión, debate, intercambio de ideas, memoria histórica y claridad conceptual.
A esos propósitos esta obra, ya un clásico, cumple un rol insustituible y su autor ocupa por derecho propio un lugar protagónico.
Me alegro que contemos además con dos intelectuales y políticos chilenos también muy cercanos a nuestra casa. Y me refiero a Sergio Bita , un político paradigmático, que ha sabido conjugar a lo largo de su acontecida biografía la gestión y la reflexión; y a Manuel Marfán, economista de excepción que tras la recuperación de la democracia fue el primer socialista en encargarse de la Hacienda pública desde que en 1953 lo hiciera Felipe Herrera.
Muchas gracias a todos ustedes por estar aquí y me es grato entregar la palabra a Ricardo Ffrench-Davis.