Descripción
Introducción (primeros párrafos de la introducción) Hasta finales de la década de 1950, la economía costarricense se caracterizó por la existencia de un importante sector agropecuario que constituía el motor del desarrollo económico y social. El sector agrario absorbía la mayor parte de la mano de obra, llegando al 55% de la población económicamente activa. La producción de los principales productos, café y banano, aportaba mas del 40% del PIB y conformaba casi el 90% de las exportaciones. Además, el sector agropecuario era el principal generador de ingresos fiscales. Sin embargo, la dependencia casi exclusiva de estos dos productos primarios hacían a la economía nacional muy vulnerable a los vaivenes externos. Con 51 mil kilómetros cuadrados de extensión, con mas del 30% de la tierra apta para la producción agrícola y con apenas un millón de habitantes a mediados de los años cincuenta, las posibilidades del desarrollo agropecuario eran promisorias. No obstante, como resultado de la evolución demográfica, la casi totalidad de las actividades productivas y de la población se concentraban en la región central del país, alrededor de la ciudad capital. Una infraestructura física muy rudimentaria reforzaba ese patrón concentrador. Las actividades industriales eran, en aquellos años, de incipiente desarrollo, con predominio de establecimientos pequeños y artesanales, limitados a la producción de pocos artículos de consumo, sobre todo alimentos y textiles. El sector público en esos años cumplía pocas funciones en lo que a la actividad económica se refiere. Sus principales acciones se concentraban en la prestación de servicios: seguros y banca,1 y en la creación de la infraestructura. Poco a poco, sin embargo, el Estado comenzó, cada vez con mayor intensidad, a ejecutar acciones de apoyo a las actividades productivas y a diseñar mecanismos que sirvieran de amortiguadores para enfrentar los problemas sociales, tanto de naturaleza estructural como los generados por el propio proceso de crecimiento. Las limitaciones que imponía el modelo agroexportador, y en particular su acentuada vulnerabilidad externa, indujo a que se planteara un cambio sustancial en el esquema de desarrollo del país. Esto comenzó a vislumbrarse desde finales de los años cincuenta, y desembocó, a principios de la década de los sesenta en la promoción de un amplio proceso de industrialización y de integración económica. Fue en esos años que se inició en Costa Rica la implementación del llamado Modelo de Sustitución de Importaciones (MSI) que ya se había aplicado con anterioridad en otros países de América Latina.