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Intervención en la Wilson Center Conference on US-Chile Climate Action and the Energy Transition

6 de noviembre de 2023|Discurso

Intervención Jose Manuel Salazar-Xirinachs, Secretario Ejecutivo de la CEPAL.

Intervención Jose Manuel Salazar-Xirinachs

Secretario Ejecutivo de CEPAL

Wilson Center Conference on US-Chile Climate Action and the Energy Transition

November 6, 2023 | Centro Cultural Gabriela Mistral | Santiago de Chile

 

Vocativos

Estimada Gloria de la Fuente, Sub-Secretaria del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile

Estimado Sub-Secretario José Fernández del Departamento de Estado de los Estados Unidos

Estimada Bernadette Meehan, Embajadora de los Estados Unidos en Chile.

Estimado Diego Pardow, Ministro de Energía de Chile

Estimado Sr. Benjamin Gedan, Director del Programa Latinoamericano del Wilson Center.

Estimados lideres jóvenes por la Acción Climática, Isis, Ismaela y Sebastian

Señores y señoras empresarios,

Estimadas y estimados participantes.

 

Es un gran gusto y un honor estar hoy aquí con ustedes. Muchas gracias al BID, el Wilson Center, la Embajada de los Estados Unidos y los otros coorganizadores de esta conferencia.

Desde hace al menos quince años la CEPAL viene analizando los impactos del cambio climático para la región y tanto nosotros como el mundo en general, hemos aprendido varias cosas sobre estos impactos:

  • Sabemos que el costo de la inacción es más alto que el de la acción, y esa realidad debe influir sobre las prioridades de gasto e inversión, tanto en la reducción de las emisiones de efecto invernadero como en la adaptación frente al incremento de la temperatura promedio que ya ha tenido lugar, y el que previsiblemente tendrá lugar en los próximos años.

 

  • Sabemos que los impactos son no lineales, sino que crecen más que proporcionalmente con el aumento de la temperatura -y todos los días nos llegan nuevas noticias de aumentos más rápidos que los pronosticados.

 

  • Sabemos que la combinación del calentamiento global con otros eventos naturales como los fenómenos del Niño/Niña o los eventos meteorológicos extremos, que tanto afectan al Caribe y Centroamérica, tendrán efectos aún más devastadores.

 

  • Sabemos que detrás de estos hechos se esconden efectos muy importantes en sectores como el agrícola, el energético, el hídrico, el transporte o turismo y las actividades urbanas, por ejemplo,

 

  • Sabemos que las consecuencias no son solo económicas, sino principalmente sociales, dado que afectan los medios de vida de los más vulnerables y, en muchos casos, se les obliga a migrar buscando mejores oportunidades.

 

  • Sabemos que aún si las emisiones se redujeran mañana a cero, la temperatura seguirá aumentando como resultado de los gases que ya se encuentran en la atmósfera pero que no han alcanzado sus capas superiores, por lo que la inversión en adaptación es sumamente urgente, no solo para evitar y reparar daños sino incluso para salvar vidas. Nuestro último Estudio Económico contiene una estimación del impacto de los choques climáticos en seis países, y el resultado es que esos países pueden ver su PIB reducido entre 8% y 12% de ahora al 2050 como resultado de impactos relacionados con el cambio climático.

 

  • Y finalmente, sabemos que la transición hacia economías más bajas en emisiones, y eventualmente carbono-neutrales, requiere de cambios estructurales masivos en el mundo, requiere nada menos que transformar nuestros modelos actuales de producción y consumo.

Nuestra civilización sigue dependiendo mucho del concreto, el acero, los fertilizantes basados en nitratos y plásticos (incluyendo los que se usan para fabricar autos eléctricos) y todas esas son actividades intensivas en emisiones de carbono.  Y estamos muy lejos de alcanzar una producción de alimentos carbono neutral.

Sin duda, la transición hacia economías más bajas en emisiones requiere cambios que tendrán repercusiones en toda una serie de dimensiones:

    • el crecimiento y el empleo,
    • las fuentes de ingresos públicos;
    • las demandas de gasto e inversión pública y en bienes públicos;
    • la reconfiguración de las cadenas globales de valor y
    • el comercio internacional, entre otras cosas.

Ante estas realidades tenemos una ventana para actuar que se estrecha poco a poco o incluso rápidamente, según cómo se la mire.

Reconociendo que esta transformación es un reto complejo y urgente, en CEPAL pensamos que enfrentar el cambio climático es también una enorme oportunidad para la región.

¿Por qué?

Porque las inversiones en acción climática pueden generar ganancias no solamente ambientales, sino también económicas y sociales. Es decir, porque el gran esfuerzo en materia de inversión y financiamiento que requiere la acción climática, logrará no solo la transición energética y hacia la carbono neutralidad, sino que dará un gran impulso económico al crecimiento, al empleo y al desarrollo social.  Y esto es esencial en una región que, como hemos venido diciendo, está enferma de bajo crecimiento y de baja inversión.

El dato más elocuente que les puedo dar al respecto es que entre 2014 y 2023 la tasa de crecimiento promedio de la región fue de apenas 0.8% por año. Estamos a dos meses de terminar una década más perdida en términos de crecimiento que la famosa década perdida de los años 80s. Ese bajo crecimiento se explica en parte porque somos una de las regiones del mundo con menores tasas de inversión.

Ante este bajo dinamismo de la inversión y del crecimiento, no debe sorprender que la tasa promedio de crecimiento del empleo en la última década fue de solo 1,2%, la más baja de las últimas 7 décadas.

Si seguimos así en materia de crecimiento y desarrollo productivo corremos el riesgo de perder la paz social, de convertirnos en sociedades cada vez más desiguales y violentas, de tener más millones de personas migrando, y hasta de perder la democracia, porque la vida democrática es incompatible con una economía estancada y poblaciones frustradas sin esperanzas de un futuro mejor. La democracia debe cumplir.

Por eso en la CEPAL pensamos que la construcción de un futuro más productivo, inclusivo y sostenible nos lleva a una agenda con tres grandes transformaciones que están interconectadas, es una trinidad de aspiraciones inseparables e interconectadas que nos marcan el nuevo paradigma para el desarrollo.

  • Un desarrollo más productivo, porque la productividad es la que determina el nivel de vida en el largo plazo, y para promoverla y salir de la trampa de bajo crecimiento económico hay que escalar las PDP de nueva generación.

 

  • Un desarrollo más inclusivo. La inclusividad es un tema que se piensa normalmente asociado casi exclusivamente con políticas sociales, tributarias y de protección social. Todo esto es clave, pero no será posible reducir significativamente la pobreza y la informalidad a menos que haya mayor crecimiento y un mercado laboral dinámico que genere más y mejores empleos.

 

  • Y un desarrollo más sostenible, que significa por supuesto que el crecimiento sea amistoso con la naturaleza y el planeta.

Pero el punto interesante que quisiera plantear, es que la causalidad también es inversa, porque poner el pie en el acelerador de la carbono-neutralidad es necesariamente un gran impulso al crecimiento, a la creación de empleo y a la inclusión, porque la gran transformación de la carbono-neutralidad requiere inversión tanto en tecnología y sus respectivos nuevos ecosistemas privados y de bienes públicos, como en capital físico y en capital humano. De manera que el gran impulso ambiental es también un gran impulso para el crecimiento y la transformación productiva y para la inclusión, los otros dos pilares de la trinidad del desarrollo.

De manera que, bajo nuestra visión, no hay un choque o contradicción entre el crecimiento y el planeta, ni entre crecimiento y desigualdad, lo que se necesita es cierto tipo de crecimiento.

En otras palabras, la forma de combatir el crecimiento bajo, excluyente e insostenible no es abandonando la búsqueda por el crecimiento sino cambiando el rumbo en el que nos encontramos ahora.

Y para aterrizar esta visión en lo concreto, recomendamos que los países deben hacer apuestas productivas en sectores impulsores o dinamizadores, que pueden por supuesto variar país a país, y que incluyen, entre otros:

  1. La transición energética y la apuesta por energías renovables.
  2. El transporte sostenible basado en la electromovilidad.
  3. La economía circular.
  4. La bioconomía
  5. La gestión sostenible del agua
  6. El turismo sostenible
  7. La agricultura para la seguridad alimentaria
  8. La industria farmacéutica y de ciencias de la vida y
  9. La exportación de servicios modernos habilitados por las TIC

En todos estos y otros sectores hay grandes oportunidades para promover un patrón de desarrollo más productivo, inclusivo y sostenible, y el subproducto de estas apuestas sectoriales sería una tasa más alta de crecimiento económico, algo que los países de la región están urgentemente necesitando.

La buena noticia es que ya los países de América Latina y el Caribe han mostrado su ambición en la lucha frente al cambio climático y se han comprometido a reducir sus emisiones a 2030 entre 24% y 29% respecto a un escenario inercial. Lograr recortes de esta magnitud, requiere multiplicar entre 4 y 5 veces la velocidad de descarbonización histórica de la región.

Esto implica una estrategia que abarque no solamente el sector energético, sino el transporte, al sector agroalimentario, el combate a la deforestación y la gestión de residuos, entre otros. Es decir, hay enormes sinergias entre las actividades económicas impulsoras que acabo de mencionar.

En la CEPAL hemos estimado que las inversiones necesarias para lograr las metas climáticas determinadas por los países de la región (o contribuciones nacionalmente determinadas) son del orden de entre 3.7% y 4.9% del PIB anual, Se trata de inversiones que se centran en el tipo de sectores dinamizadores y transformadores que mencioné, todos los cuales reducen la huella ecológica.

En la CEPAL hemos hecho también un ejercicio de búsqueda de proyectos para la transición energética con el objetivo de encontrar posibles inversionistas. El resultado fue muy ejemplificador sobre los problemas que enfrenta la transición.

La mayoría de los proyectos identificados, a pesar de ser importantes y estratégicos, no contaban con los requerimientos suficientes para hacerlos atractivos a inversores privados. La no “bancabilidad” de varios de los proyectos estratégicos para la transición abre un espacio de trabajo importante que requiere de distintas tareas, desde la regulación para los nuevos mercados y la innovación en productos financieros, hasta la capacitación en financiamiento de proyectos para los desarrolladores.

Finalmente quiero referirme muy brevemente a las cadenas de valor de las nuevas industrias relacionadas con la transición energética. La transición energética y hacia la electromovilidad están incrementando considerablemente la demanda mundial de minerales estratégicos, lo que abre nuevas oportunidades para la región en minerales como el litio, el grafito, el cobalto, el níquel, el manganeso y las tierras raras. La producción está concentrada geográficamente, lo que impulsa a la competencia geopolítica por su suministro.

Y como bien sabemos, varios países de la región, y en particular Chile, son actores clave en casi todos estos minerales.

Al respecto, el gran reto es también el de ir más allá de la producción de materia prima, hacia mayor procesamiento y avanzar en la fabricación de baterías o sus componentes. Esto requiere, sin la menor duda, de políticas públicas y de colaboración entre los sectores público, privado, y académico, así como de la Inversión Extranjera Directa y la cooperación internacional.

Para concluir, quiero aprovechar para reconocer el trabajo de Chile en esta línea. En el contexto de la transición hacia la descarbonización Chile se ha convertido en un referente para otros países de la región, tanto por su ambición en las metas de reducción de gases de efecto invernadero, como en el impulso al desarrollo productivo de sectores que juegan un papel clave en las soluciones tecnológicas necesarias para la transición energética a escala mundial.

Así, en su contribución nacional determinada de 2020, el compromiso de mitigación prevé un 30% de reducción del balance de GEI del 2030 con respecto al 2016 que incluso podría incrementarse hasta el 45% bajo ciertas condiciones habilitantes.

Chile también es uno de los pocos países de la región comprometido con la carbono-neutralidad en el año 2050. Ese compromiso aparece en su Estrategia Climática de Largo Plazo así como en su Ley Marco de Cambio Climático (LMCC) de junio del 2022.

Por otro lado, Chile tiene gran abundancia en dos de los minerales más críticos para la transición energética mundial, cobre y litio, así como una de las mejores condiciones mundiales para la producción de hidrógeno verde gracias a su dotación de energías solar y eólica. Tanto la Estrategia Nacional del Litio como la Estrategia Nacional del Hidrógeno Verde buscan incorporar capital, tecnología, sostenibilidad y agregación de valor a ambos sectores productivos en armonía con las comunidades locales.

Y por supuesto, esta alianza de Chile con los Estados Unidos para la acción climática y la transición energética tiene el potencial de acelerar ambos objetivos y crear beneficios mutuos para ambas naciones.

Desde la CEPAL nos gustaría ver y acompañar más alianzas de este tipo, que son estratégicas para crear un futuro más productivo, inclusivo y sostenible en la región.

Muchas gracias.