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(27 de agosto, 2012) Ningún país de América Latina y el Caribe ha logrado en el largo plazo la combinación virtuosa entre un elevado crecimiento del empleo y de la productividad, condición necesaria para superar la pobreza y la desigualdad. Esta es una de las conclusiones que plantea la CEPAL en el documento Cambio estructural para la igualdad: Una visión integrada del desarrollo, propuesta estratégica del organismo para los próximos años lanzada durante el trigésimo cuarto período de sesiones que se celebra desde hoy y hasta el viernes 31 en El Salvador.
La CEPAL sostiene que a América Latina y el Caribe le ha costado retomar un sendero de rápido crecimiento después de la crisis de la deuda sufrida a comienzos de la década de 1980, y constata que las positivas tasas de crecimiento del producto interno bruto (PIB) alcanzadas entre 2003 y 2010 no lograron equipararse a las obtenidas en la década de 1970 ni a las observadas en otros países en desarrollo en la actualidad.
Entre 1971 y 1980 la tasa de crecimiento del PIB anual de la región alcanzó 5,7%. Por contraste, entre 2001 y 2010 registró solo 3,8%. En este último período, regiones como Asia oriental y el Pacífico, África subsahariana y Asia meridional lograron tasas de 4,2%, 5,2% y 7,5%, respectivamente.
Para superar las trabas que impiden a la región dar el salto hacia el desarrollo con igualdad y sostenibilidad ambiental, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) propone diversificar la economía de los países de la región, aplicando políticas industriales activas en combinación con políticas macroeconómicas, sociales y laborales. La articulación de estas políticas permitiría dinamizar la estructura productiva, fortalecer a las economías ante choques externos y garantizar la protección social.
Este cambio estructural implica llevar a cabo transformaciones cualitativas en la estructura productiva de los países de la región. El propósito: impulsar y fortalecer -con sostenibilidad ambiental- actividades intensivas en conocimiento y de rápido crecimiento de la demanda interna y externa, para así generar más y mejores empleos. Allí, sostiene la CEPAL, está la llave maestra para alcanzar el desarrollo con igualdad.
"Lo social no solo se juega en lo social. Cuando la estructura productiva es muy polarizada, los mecanismos puramente redistributivos de carácter fiscal-social no solucionan los problemas de desigualdad y escaso crecimiento", explicó la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, quien aclaró que la propuesta de cambio estructural no es una fórmula cerrada, sino que se deben considerar las especificidades nacionales.
"Se requiere un Estado que adopte políticas industriales orientadas a dotar de mayores capacidades y competitividad a actividades con claro potencial de especialización e incorporación de progreso técnico, y que diversifique la estructura productiva mediante la creación o consolidación de nuevos sectores y actividades de alta productividad y mayor eficiencia ambiental", explicó Bárcena.
Las diferencias de rentabilidad entre actividades definen la orientación de la inversión, advierte el documento, y en la medida que las mayores rentabilidades estén asociadas a actividades con menor intensidad de conocimientos, como la extracción de recursos naturales, la estructura productiva se mantendrá bloqueada. Urgen políticas que premien la innovación, la difusión de tecnología y el aprendizaje. El Estado debe proporcionar los incentivos adecuados, ya que la ampliación de la base tecnológica no surge espontáneamente del sistema de precios y del libre mercado.
La CEPAL plantea que la inversión pública cumple un papel clave en la orientación e impulso del cambio estructural, al inducir y promover inversiones privadas complementarias e identificar actividades de mayor dinamismo tecnológico y demanda en el futuro. La inversión pública debe ser blindada frente a los avatares del ciclo económico y estar estrechamente articulada con los objetivos de la política industrial para sostener una trayectoria de crecimiento de largo plazo.
De la misma forma, las políticas fiscales, monetarias y cambiarias no solo deben promover la estabilidad nominal y suavizar el ciclo económico, sino que deben preocuparse también de los impactos de largo plazo. Una apreciación muy fuerte del tipo de cambio, o períodos prolongados de recesión, tienen implicaciones para la inversión y la estructura productiva con efectos que van más allá del corto plazo.
Una economía diversificada está en condiciones de crecer de forma más sostenida en el tiempo, con menores fluctuaciones del PIB, el empleo, los salarios y los flujos del comercio, resume la CEPAL en el texto que profundiza la reflexión iniciada en La hora de la igualdad: Brechas por cerrar, caminos por abrir de 2010.
El nuevo libro compara el desempeño de la región con el de algunos países asiáticos, como la República de Corea, donde se combinaron políticas industriales activas con políticas macroeconómicas que favorecieron la competitividad.
En el período 1996-2009, Asia en desarrollo invirtió tres veces más en investigación y desarrollo (I+D) que América del Sur y seis veces más que América Central (1,3% del PIB versus 0,4% y 0,2%, respectivamente). En 2011 esa misma región logró 33 veces más patentes por millón de habitantes que América del Sur y 74 veces más que América Central. Al comparar países, se observa que en 2011 la República de Corea logró 311 veces más patentes por millón de habitantes que México, 229 veces más que Brasil, 124 veces más que Chile y 210 veces más que Argentina.
En tanto, las pequeñas y medianas empresas, que presentan muy bajos niveles de productividad, concentran más de la mitad del empleo en la región, lo que repercute negativamente en la distribución del ingreso. Los sectores de mayor productividad producen dos terceras partes del PIB, pero generan apenas 19,8% del empleo en la región. En cambio, los sectores de menor productividad producen 10,6% del PIB pero representan 50,2% del empleo.
Finalmente, el organismo insiste en la necesidad de formar una nueva ecuación entre Estado, mercado y sociedad, que incluya pactos fiscales y sociales que doten de legitimidad y recursos a este proceso de cambio estructural. Sin estos acuerdos no sería posible implementar las políticas de Estado necesarias para la igualdad y el desarrollo en un contexto democrático.
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