Descripción
El documento pretende establecer los vínculos entre las condiciones que causan los conflictos armados y las que suscitan la violencia posconflicto. En este sentido, es necesario identificar y explicar la importancia de la democracia insuficiente, resultado de la fragilidad de los acuerdos de paz y de negociaciones de resolución política, como portadora de las condiciones socio estructurales que producen la violencia posconflicto. Una de las características de la violencia posconflicto es la propagación y desarrollo de las pandillas juveniles como actores de violencia y criminalidad; por lo tanto, es necesario también analizar los vacíos de la democracia que pueden crear este hecho social. Junto con ello, la migración de un tipo de estructura social a otra, ha traído consigo divergencias entre normas internalizadas y situaciones objetivas, dando pie a una tercera causa, que son las actitudes, las motivaciones, y las expectativas respecto del marco normativo (Germani, 1968), generándose un conflicto mayor cuando la frustración afecta a grandes masas de personas. De ello se explica, que de los conflictos armados a la violencia posconflicto, se desarrolla un proceso rápido de transición de la sociedad centroamericana, en la cual se vinculan estructuras sociales en proceso de adaptación con fuertes disfunciones de no integración o derechamente de desintegración normativa. Entiéndase a través de ello, el fenómeno de las pandillas juveniles. Asimismo, es necesario considerar el fenómeno de la migración, cuyos efectos traen consigo la violencia social, pero que se profundiza no sólo por la conexión que tuvo en algún momento histórico con la conformación de las pandillas juveniles, sino que también, y con especial dedicación en su dimensión de hecho de transnacionalización de la sociedad centroamericana, estableciendo los vínculos específicos con la violencia social y en particular, con el crimen organizado. La prevención de la criminalidad juvenil organizada requiere de una respuesta desde la democracia. Esto quiere decir, que la democracia debe adoptar características estructurales que hagan posible canalizar las expresiones sociales -como la de los jóvenes- a través de mecanismos efectivamente representativos de los actores comprometidos y productores de consenso social. La pregunta que surge entonces para el documento es ¿en qué medida las democracias centroamericanas pueden convertirse en una posibilidad de prevención estructural de la violencia posconflicto, en particular, de la configuración criminal de las agrupaciones juveniles?