Descripción
La combinación de signos positivos y negativos en el escenario regional y global parecerían reforzar la noción bastante en boga e fines de los ochenta, de relativo agotamiento de ciertos modelos de organización de la sociedad y de la economía. Una noción que pareciera caracterizar los desafíos al final de la década, en donde vemos que a los desafíos tradicionales de pobreza y desigualdad intra e internacionales, se añaden ahora los límites y requisitos ecológicos y ambientales para lograr un crecimiento sostenido y equitativo en el próximo siglo.
Luego de analizar la evolución de la agenda ambiental en las últimas décadas, el Informe pasa revista a la especificidad regional del proceso de globalización y a las lecciones aprendidas con el fracaso de los intentos de planificación centralizada. La principal conclusión sobre ese particular ha sido la de que el desarrollo, aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades, se funda en tres pilares básicos: la modernidad, la ética y la democracia. En pocas palabras, si no fuera por la modernidad actual que exacerba el individualismo y el consumismo, si no fuera por las demandas éticas por justicia social y, más todavía, si no estuviéramos en una era donde cualquier opción de desarrollo requiere, como condición necesaria e indispensable, la profundización de la democracia y la ampliación de los espacios de ciudadanía y de participación social, poca vigencia tendría siquiera proponerse la necesidad de un nuevo estilo de desarrollo cuyo norte sea la sostenibilidad.
El Informe hace un primer intento en la dirección de presentar un grupo reducido de indicadores y/o índices generales de sostenibilidad, además de estadísticas básicas que permitan introducir un análisis de las tendencias ambientales (positivas y negativas); y su impacto tanto para la integridad del patrimonio natural y para la mejoría de las condiciones y la calidad de vida de la población como para las perspectivas de desarrollo.
En el presente análisis se hace un recorrido por una de las iniciativas más importantes de medir la sostenibilidad del desarrollo, concentrándose en la presentación del llamado Indice de Bienestar Económico (IBES);, desarrollado a fines de la década pasada. El IBES tiene como punto de partida la constatación de que la relación entre economía y medio ambiente presenta múltiples dimensiones y complejidades, y sus repercusiones en el bienestar social no son obvias. Aún más, cuando esta relación varía entre países, culturas, regiones, niveles de pobreza y el tipo de políticas usadas. Por lo tanto, para lograr sostenibilidad es necesario tener un indicador del rendimiento apropiado de los sistemas económicos y natural que nos den la correcta información del estado de éstos.