Descripción
Durante buena parte de la década de los noventa, la economía de Estados Unidos registró una prolongada fase expansiva que finalizó con la recesión en 2001. Este periodo tuvo características particulares entre las que cabe destacar el papel fundamental que jugó la formación de capital, sobre todo en el sector de alta tecnología. El vigor de la inversión impulsó un crecimiento importante del producto, del consumo y del empleo, pero también sustentó un largo periodo de exuberancia bursátil y de apreciación del dólar. Esta expansión no fue, pues, ajena a la generación de importantes desequilibrios, tanto en el sector externo, al elevar el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, como en la esfera financiera, donde causó un aumento del endeudamiento y del precio de algunos activos. Hay cierta evidencia que permite caracterizar este auge en Estados Unidos como marcado por una sobreinversión de capital. El agotamiento de la expansión se manifestó por una caída de las ganancias de las empresas que terminó afectando los índices bursátiles y provocó, a la postre, una fuerte caída en la inversión. Para contrarrestar los efectos recesivos de ese desenlace, a partir de 2001 las autoridades ensayaron una política fiscal y monetaria expansiva extraordinaria. Se aceleró el gasto fiscal, al tiempo que el debilitamiento de la actividad y las reducciones impositivas contrajeron los ingresos del gobierno, lo cual convirtió el superávit acumulado durante los noventa en un considerable déficit. Paralelamente, la tasa de interés alcanzó mìnimos no registrados en décadas. La política monetaria expansiva permitió que el consumo reemplazara a la inversión como variable dinámica de la economía. En su conjunto, el esquema contribuyó a elevar aún más el endeudamiento de las familias y del gobierno, mientras que las empresas lograban mejorar su balance financiero, gracias a la caída en la tasa de interés y el crecimiento de las ganancias; en términos netos, el endeudamiento de Estados Unidos respecto al resto del mundo aumentó en este periodo. Aunque estas medidas se demostraron exitosas para evitar una profundización de la recesión iniciada en 2001, es claro que crearon espacios de vulnerabilidad en la economía estadounidense, en especial en lo atinente al alto grado de endeudamiento y a la solidez futura del dólar. Cabe notar que la estrategia de estímulo ha descansado fuertemente en la existencia de una amplia liquidez internacional y, en especial, en considerables flujos oficiales, gracias a los cuales ha sido posible pagar bajas tasas de interés por el financiamiento requerido para cubrir los déficits estadounidenses. El cambio de orientación en la política monetaria, producido a mediados de 2004, detuvo la depreciación del dólar pero también comenzó a restar vitalidad a los factores que estimularon una recuperación que, en realidad, no ha terminado de consolidarse, como lo muestra la lenta creación de empleo y el relativo escaso dinamismo de la inversión no residencial. Las presiones inflacionarias, provenientes del encarecimiento de los recursos energéticos y de otras materias primas, se han visto en buena parte compensadas por tendencias deflacionarias heredadas de la fase de sobreinversión, o bien resultantes de la aguda competencia internacional imperante, sobre todo en productos industriales. Las políticas adoptadas en Estados Unidos tuvieron importantes repercusiones sobre el resto de la economía mundial y, en particular, sobre China. En 2003, este país comenzó a presentar un patrón de crecimiento centrado en la inversión con ciertas analogías, pero también con muchas diferencias, al que experimentó entre 1991-1993. En el trienio 2003-2005, la transmisión de los estímulos provenientes de la política económica estadounidense a la economía de China se producen no solo por la vía del dinamismo de sus importaciones, sino también a través de la expansión de la liquidez derivada de la política monetaria estadounidense. En particular, China ha registrado una abundante entrada neta de capital financiero la cual se ha conjugado con el saldo superavitario de la cuenta corriente de su balanza de pagos para provocar una gran expansión monetaria, solo parcialmente contenida por políticas de esterilización. Así, los efectos monetarios de los superávits gemelos" de China son el factor catalizador de un proceso sobreinversión de capital que afecta a varios sectores de esa economía y que agudiza el exceso de producción que ya se verifica a escala global. A este factor de naturaleza externa deben agregarse, ciertamente, componentes internos del auge, tales como la alta liquidez del propio sistema bancario y las enormes expectativas de rentabilidad que se depositan en estas inversiones, así como en otros factores. La política económica practicada por las autoridades chinas en este periodo, que ha impuesto fuertes restricciones directas a la expansión de la inversión y el crédito y ha aplicado algunos instrumentos monetarios, solo ha logrado dispersar parcialmente la energía que impulsa esta fase de auge, y lo ha hecho complicando aún más la ya frágil situación financiera de la banca. A diferencia de lo ocurrido a principios de los noventa, sin embargo, el crecimiento vertiginoso de la inversión no se ha traducido ni en crisis del sector fiscal o externo, ni en presiones inflacionarias de considerable entidad. El trabajo pretende mostrar, pues, que tanto la historia económica reciente de Estados Unidos —un capitalismo maduro— como la de China —un capitalismo naciente— registran procesos de acumulación excesiva de capital respecto a su rentabilidad efectiva. Es conocido que en experiencias históricas previas, estas fases de sobreinversión fueron seguidas por otras en la que el crecimiento económico es menor, hay una baja utilización de la capacidad instalada y fracciones importantes del capital, real y financiero, se desvalorizan, en ocasiones abruptamente. La coyuntura más reciente estaría indicando la reaparición de este fenómeno cíclico del sistema, una de sus marcas genéticas que había permanecido casi invisible por mucho tiempo. El que la política económica de Estados Unidos haya sido parcialmente exitosa hasta ahora en evitar las consecuencias más dramáticas de este proceso, y de que en China se haya logrado suavizar en algo el auge de inversión, no debería ocultar, sin embargo, que los desequilibrios —déficit gemelos en el primer caso y superavits gemelos en el segundo— conllevan tensiones y entrañan importantes vulnerabilidades de la economía mundial."