Descripción
Las mujeres de localidades pequeñas y medianas —que cuentan con ofertas locales públicas y privadas de provisión de cuidados menos robustas que en los grandes centros urbanos— debieron lidiar más con la pérdida de empleos o de ingresos que con el teletrabajo durante la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19). A diferencia de las mujeres que habitan en zonas urbanas, que debieron sobre todo garantizar la conexión a clases en línea, las que habitan en zonas rurales tuvieron que convertirse en “maestras” de sus hijos y gestionar el acceso a materiales de estudio. Con menos ingresos, llevaron adelante un intenso trabajo de reorganización monetaria de los hogares que, en muchos casos, sin embargo, se tradujo en deudas. Salvo en algunos casos de emprendedoras turísticas, al igual que el cuidado, el endeudamiento por lo general se encauzó por sendas informales, especialmente mediante el pedido de préstamos a amigos y familiares y la práctica del fiado en los comercios de los pequeños pueblos. Por eso se sostiene que se observa una doble “familiarización”: del cuidado y de los endeudamientos.