Descripción
Resumen
El marco de análisis que se desarrolla en este trabajo se construye inicialmente sobre dos pilares asimétricos: el enfoque de la ruta de impacto (propio de la metodología del proyecto ExternE (EC, 1995a-e; 1998a-b);, e implícito en la metodología de los modelos del mundo uniforme; Spadaro y Rabl, 1999a);, y el análisis del ciclo de vida.
La metodología empleada tradicionalmente para el cálculo de costos externos se construye sobre la base de funciones de daño o rutas de impacto. La valoración, en ese contexto, parte del cálculo de emisiones (mediante la aplicación de métodos homogéneos que permitan comparaciones ulteriores);, para avanzar, posteriormente, en la estimación del incremento en la concentración de los contaminantes en el medio. Finalmente, se integran en el marco del análisis económico los resultados obtenidos en términos físicos, producidos a partir de la explotación de los datos de referencia sobre emisiones y cargas ambientales, con el área de impacto (a partir de datos sobre la densidad y las características básicas de los diferentes medios receptores); para identificar exactamente aquellas categorías de impacto sobre las que habrán de centrarse los esfuerzos de valoración. En definitiva, este método (y sus variaciones); identifica todos los impactos producidos y los cuantifica en términos físicos, para asignar posteriormente valores en unidades monetarias y calcular el daño real (que, en términos económicos, será siempre el valor monetario de variaciones positivas o negativas de bienestar ante modificaciones de la calidad ambiental);.
El análisis económico proporciona una serie de métodos para la valoración de intangibles que, por estar suficientemente contrastados y aceptados tanto en el mundo de la economía como en el de la judicatura, son de aplicación en este intento. Una vez determinado el impacto sobre los distintos agentes receptores, estos métodos modelizan el cambio en la función de bienestar individual que dicho impacto supone para los afectados: función de producción en el caso de las empresas (obteniendo, en este caso, una medida del excedente del productor); y función de producción de utilidad en el de las economías domésticas (excedente del consumidor);. Basándose en las relaciones de complementariedad existentes en dichas funciones de producción entre el bien ambiental afectado (aire, agua, suelo, paisaje); y los bienes de mercado, estos métodos, aplicando la lógica de valoración subyacente al sistema de mercado, tratan de descubrir la disposición a pagar (DAP); de los afectados por evitar un cambio ambiental que les perjudica o por asegurar uno que les beneficia. El numerario (variable de referencia); al que quedan reducidos todos estos cambios en las funciones de bienestar individuales no es otro que el bienestar social, que al venir expresado en unidades monetarias, permite reducirlos a una unidad de medida común y comparable; conmensurable en un doble sentido. En primer lugar, entre los distintos impactos, ya que todos quedan expresados en una unidad de medida que refleja lo mismo: el cambio neto en el bienestar individual que cada uno de ellos supone. En segundo lugar, y trascendiendo el campo de los perfiles ambientales de cada fuente de generación de energía, con respecto a otras variables monetarias de interés, como por ejemplo, el coste relativo de producción de cada una de ellas, ya que con los necesarios ajustes, el poder adquisitivo contenido en cada unidad monetaria también puede ser referido a su equivalente en términos de bienestar social.
Sin embargo, para muchas de las categorías de impacto consideradas en el presente estudio, no es posible enlazar el punto de partida (emisiones contaminantes a distintos medios receptores); con su impacto económico (resultante de la exposición de las personas y las actividades productivas a un ambiente contaminado); sin contar con un modelo de dispersión de contaminantes. Esto ocurre básicamente porque la contaminación no se distribuye homogéneamente sobre el área de estudio y, en consecuencia, los daños económicos que resulten de ella dependerán de la localización específica de las fuentes de las que provienen las emisiones que sean relevantes y de la proximidad a la misma de los distintos sistemas receptores que puedan resultar afectados negativamente por las mismas. En otras palabras, el daño económico de la contaminación no depende exclusivamente del volumen de emisiones y, por ejemplo, éste será mayor cuanto mayor sea la densidad de población residente y de actividades de producción en las proximidades de la fuente emisora de dicha contaminación (aspecto éste que, sin duda, conduce a pensar que los datos para el caso español que se presentan como ilustración en este trabajo, sobrestiman los resultados esperables para América Latina y el Caribe);. Tales elementos complejos sólo pueden capturarse si se resuelve adecuadamente el paso de la emisión de contaminantes a la inmisión a la que están expuestos los medios receptores, en un ambiente contaminado; es decir, si se dispone de un modelo de dispersión.