Descripción
Introducción
Modestos avances se han logrado en América Latina y el Caribe
en materia de desarrollo sustentable, sobre todo en comparación con los
lineamientos de la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992. Se
han dado pasos importantes en el desarrollo de capacidades, aunque no se
advierte un efectivo freno a las tendencias del deterioro ambiental (CEPAL,
2001g);.
El presente documento se centra en exponer la gestión de los
recursos naturales y sus efectos sobre la sustentabilidad del desarrollo en las
áreas rurales y su población en Centroamérica y México. Se parte de
constatar que revertir el atraso en la consecución del desarrollo sustentable
que se observa en la región requiere en gran parte la reducción de los altos
indicadores de pobreza rural mediante la generación de fuentes de empleo en una
agricultura competitiva, dinámica y articulada al sistema productivo nacional
junto con estrategias de desarrollo rural que den cuenta de nuevos aportes que
investigaciones recientes han hecho sobre esta realidad.
La necesidad de preservar la base de recursos naturales para el
desarrollo, así como garantizar la seguridad alimentaria y la inserción en los
mercados internacionales de los productos de la región, son tareas que exigen
elevar la productividad de la agricultura sobre la base de la aplicación de
progreso técnico en todos los ámbitos. Sin embargo, se avanzaría poco si el
sector agropecuario de la región estuviera constituido por islotes de
modernidad. Cabe subrayar que se trata de países con grandes proporciones de
población rural, que oscilan entre 42.4% en Panamá y 58.3% en Guatemala. (1);
Contra el desarrollo económico y social atentaría el hecho de
que la población rural excluida del empleo agropecuario se refugie en el empleo
informal en las ciudades o en la economía de subsistencia en laderas, aplicando
tecnologías que deterioran los recursos naturales. El incremento del empleo
informal constituye una situación compleja en la región. La generación de
empleo formal en el Istmo Centroamericano ha sido insuficiente para hacer frente
a la demanda de la población económicamente activa, que se ha expandido entre
2.9% anual en Panamá y 3.8% en Honduras durante los años noventa. El desempleo
abierto en las zonas urbanas continuó creciendo hasta fines de la década de
los noventa (de 9.5% en 1990 a 10.8% en 2000); (CEPAL, 2001g);.
Los bajos niveles de productividad agrícola y no agrícola en
la región centroamericana tienen como contrapartida la extensión de la
informalidad. El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, junto con
Haití, se contaban en 1998 entre los países con una productividad no agrícola
inferior al promedio latinoamericano, cuyo crecimiento anual, además, era
negativo (1970-1998);. Asimismo, en 1998 su productividad agropecuaria era
inferior al promedio regional, aunque su crecimiento es positivo (1970-1998);
pero a tasas muy bajas. México, por su parte, registraba en 1998 una
productividad agrícola inferior al promedio latinoamericano. Se encontraba en
ese mismo año entre los países de productividad no agrícola superior al
promedio regional, pero sus tasas de incremento en el período 1970-1998 eran
negativas (CEPAL, 2001b);.
El sector agropecuario contiene amplios márgenes para el
desarrollo de actividades productivas que generarían ocupación e ingresos a la
población rural. Lograr este propósito implica revertir las condiciones
desfavorables de la agricultura y las áreas rurales: los efectos negativos de
las políticas macroeconómica y comercial (CEPAL, 2001i);; la inequitativa
distribución de la tierra; la mala situación del capital físico y humano; la
imperfección de los mercados; la desarticulación productiva entre los
distintos estratos de empresas agropecuarias, entre otros.
La constitución de un sistema
agropecuario-agroindustrial-comercial con altos niveles tecnológicos y
multiplicador de empleo debe basarse en considerar las especificidades del agro
y de la actividad agrícola. En este ámbito hay que tratar con ciclos
biológicos, con procesos expuestos a condiciones climáticas que introducen
riesgos específicos a la producción y la oferta de los productos. Por otra
parte, las herramientas tecnológicas de esta actividad deberán adecuarse cada
vez más a las características de los ecosistemas. Por último, se debe tomar
en cuenta la asimetría en las condiciones de producción y comercialización
agropecuaria que prevalece en el mercado internacional entre los países en
desarrollo y los industrializados.
En el presente documento se analizan aspectos estrechamente
vinculados entre sí en los problemas del agro, y que es necesario considerar en
una estrategia de desarrollo agrícola y rural como la visión de territorio,
las políticas para generar la competitividad de la agricultura, las
implicaciones del empleo rural no agrícola, las vinculaciones urbano rurales,
la gestión de cuencas, etc.
El estudio se basa en entrevistas a especialistas del sector
público, organizaciones no gubernamentales (ONG);, investigadores, entidades
académicas y empresarios. Además, se han consultado diversas investigaciones
sobre la gestión de recursos naturales, la situación de la agricultura y el
desarrollo rural.
En el primer capítulo se expone el concepto del desarrollo
sustentable utilizado en el trabajo; en el segundo se presenta un panorama de
los rasgos más sobresalientes en la gestión de los recursos naturales en
Centroamérica y México. En el tercer acápite se enumeran los principales
desafíos que enfrenta la región en la actualidad y, por último, en el cuarto
se hace referencia a elementos que deben considerarse en una visión renovada
del papel que la agricultura y el desarrollo rural deberían desempeñar en la
reducción de la pobreza con miras a alcanzar la sustentabilidad del desarrollo.
(1); En México, el 25% de la población es rural.