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A partir de 2002 el nivel de desigualdad se redujo significativamente en la mayoría de los países de América Latina. Esta buena noticia se debió en gran parte a los progresos observados en el mercado laboral, en especial a la formalización del empleo, así como a mayores niveles de educación, según una nueva publicación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
El libro Desigualdad e informalidad. Un análisis de cinco experiencias latinoamericanas, realizado en conjunto con el Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega y coordinado por Verónica Amarante, Directora de la Oficina de la CEPAL en Montevideo, analiza los vínculos entre la caída de la desigualdad del ingreso y el proceso de formalización laboral que ha tenido lugar en cinco países de la región (Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y Uruguay) durante los primeros años del siglo XXI.
Si bien en la publicación se señala que se trata de un tema complejo y que es necesario abordar las distintas aristas que permitieron la reducción de la desigualdad en los países estudiados, también se reconoce que una formalización del empleo, es decir, trabajo con seguridad social, favorece un mayor dinamismo de los ingresos de los trabajadores ubicados en los tramos inferiores de la distribución.
Asimismo agrega que, más allá de las particularidades de cada país, el aumento del registro laboral no solo ha permitido que un conjunto mayor de trabajadores accedan a beneficios sociales y estén amparados por las instituciones laborales sino que, además, ha tenido un efecto desconcentrador sobre los ingresos laborales.
El libro concluye que la formalización laboral y el conjunto de normas y mecanismos institucionales que rigen la formación de salarios en el sector formal, así como los retornos sobre la educación y los cambios en el nivel educativo de los trabajadores, han jugado un papel relevante en la reducción de la desigualdad durante la primera década del siglo XXI, si bien hay diferencias considerables entre los países.
Según los resultados de la investigación, la caída del índice de Gini –utilizado internacionalmente para medir la desigualdad- va desde 2,8 puntos en Argentina hasta 9 puntos en Uruguay. Además, en todos los países, con excepción de Chile, el efecto desconcentrador total de la formalización es superior al de la educación.
En Brasil, Ecuador y Uruguay la reducción de la informalidad fue más importante, lo que tuvo mayor impacto en la disminución de la desigualdad (tres puntos del índice de Gini aproximadamente en los tres casos). Por otra parte, la reducción de la brecha salarial entre los sectores formal e informal tuvo un efecto inverso (concentrador) en Chile, mientras que en Ecuador, Uruguay y Argentina sí tuvo un impacto significativo en la reducción de la desigualdad.
La publicación finaliza señalando que los casos presentados muestran un escenario rico y complejo en relación a la desigualdad. Si bien los retornos sobre la educación desempeñan un rol central en la reducción de las brechas distributivas, los procesos institucionales vinculados a la creciente formalización del mercado de trabajo explican el gran incremento de las remuneraciones de los trabajadores ubicados en los tramos inferiores observado durante los últimos años.
De allí que sea necesario considerar a la formalidad como un canal privilegiado para el accionar de las políticas públicas destinadas a superar las restricciones al crecimiento y a la igualdad, indica el documento.