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XIII Cátedra Raúl Prebisch

29 de abril de 2014|Discurso

Intervención de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, en ocasión de la conferencia "El desarrollo ayer y hoy: idea y utopía" del profesor Rolando Cordera Campos.

Intervención de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en ocasión de la conferencia “El desarrollo ayer y hoy: idea y utopía” del profesor Rolando Cordera Campos, en el marco de la XIII Cátedra Raúl Prebisch

Santiago, 29 de abril de 2014

 

Amigas y amigos:

Sean todos ustedes muy bienvenidos a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la casa mayor de las Naciones Unidas en nuestra región.

Esta mañana concurrimos a tributar a una de nuestras más significativas tradiciones. Hace 13 años mi antecesor, José Antonio Ocampo, imaginó una muy afortunada fórmula para honrar el centenario del natalicio de Raúl Prebisch, figura germinal de la CEPAL. Desde entonces, cada abril, invitamos a una de las figuras más relevantes del pensamiento social y económico para dictar aquí la Cátedra que lleva el nombre de nuestro fundador.

En el marco de esta cátedra y en esta sala, precisamente, hemos tenido ocasión de celebrar el pensamiento latinoamericano y universal de Celso Furtado, Joseph Stiglitz, Fernando Henrique Cardoso, Rubens Ricupero, Dani Rodrik, Enrique V. Iglesias, Tulio Halperin, Fernando Savater, Aldo Ferrer, José Antonio Ocampo, Danilo Astori y Luis Belluzzo.

Hoy es para mí un gran honor recibir al titular de la XIII Cátedra Raúl Prebisch, el profesor Rolando Cordera Campos.

El profesor Cordera es un mexicano excepcional, que fijó, desde sus primeros estudios universitarios, domicilio fecundo y permanente en las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de México, la UNAM, orgullo de América Latina, semilla de ideas plantada por las manos fértiles de Justo Sierra y José Vasconcelos. Mi propia casa, hogar republicano que refulge como demostración palpable de que la gratuidad y la calidad pueden ir de la mano, de que lo público no riñe con la excelencia, de que la democracia puede y debe ser fundamento de la convivencia en las aventuras del conocimiento.

Desde allí, desde Ciudad Universitaria, profesores e investigadores como Rolando Cordera han bregado por abrir rutas originales en la exploración de caminos al desarrollo que encuentren sus pistas en la realidad concreta, la historia y la cultura de nuestras naciones, y no en los manuales de la ortodoxia.

Cordera, multifacético, hombre de ideas, de docencia, militante de las transformaciones igualitarias, afirma con su trayectoria un conocido aforismo de Prebisch, que invitaba perentoriamente: “Antes de pensar, observen la realidad”.

Hace unas semanas, el majestuoso Palacio de Minería de la Ciudad de México acogió en su trigésima quinta edición a la Feria Internacional del Libro de aquella ciudad. Entre las actividades que animaron la cita destacaba una concurrida presentación. Un grupo de los más reputados intelectuales mexicanos se encontraban para saludar la edición de un libro peculiar. Su título: “Rolando Cordera Campos: economista, político, maestro”. Allí se recogían las ponencias que tuve ocasión de escuchar directamente en enero de 2012, cuando estudiantes, colegas y amigos de Rolando celebraron en la Facultad de Economía de la UNAM sus primeras siete décadas con uno de los homenajes más emocionantes que me haya tocado presenciar, el testimonio de la huella profunda que Rolando ha dejado en generaciones de mexicanos.

En la Feria del Libro reciente Rolando abrió su intervención con un aserto injusto… a veces. Decía Cordera: “Los economistas son como los delfines, todo el mundo sabe que son inteligentes pero nadie les entiende”.

No es tu caso, querido Rolando. Me consta a mí, a miles de tus alumnos y al propio rector de la UNAM, José Narro, quien sostiene sin ambages que “Rolando Cordera tiene la capacidad de sugerir métodos, tiene una enorme facilidad para analizar, para poner en claro los contextos en los que están pasando las situaciones y, en consecuencia, sabe hacerse escuchar”.

Rolando Cordera nació en enero de 1942 en Manzanillo, la costa noroeste que, como el país que hoy nos aloja, mira al Pacífico y curiosamente cobija a dos bahías de arenas negras, una de las cuales lleva por nombre Santiago.

Como tantos jóvenes brillantes, sucumbió al llamado de Ciudad Universitaria y llegó hasta los pasillos de la Escuela Nacional de Economía cuando irrumpía en el calendario la perturbadora década de 1960.

Pronto despuntó no solo como un alumno aventajado, sino también como un organizador nato y un líder persuasivo. Fue así que sus compañeros lo eligieron presidente de la sociedad de alumnos.

Al regreso de su periplo londinense, Rolando volvió a las aulas de la UNAM, ahora como maestro, a un país y una universidad convulsionados, donde el impulso de la sociedad civil tensaba los estrechos límites estructurales del sistema.

México escribió esos años una de las más negras páginas de su historia y el orden constituido respondió al grito  libertario de sus estudiantes con las balas homicidas que anegaron con sangre la tarde del miércoles 2 de octubre de 1968 la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

Rolando no fue testigo; fue actor frente a esa tragedia y ya antes de la matanza, el aparato represivo lo había familiarizado con las celdas policiales. Sus colegas profesores animaron una denuncia tan sonora y la protesta de la comunidad universitaria fue tan audible y tan fuerte, que Rolando fue liberado.

La rebeldía acallada con fuego no inhibió al entonces joven profesor en su búsqueda por abrir ventanas y puertas al disenso. Habitó entonces el territorio de las ideas y, de la mano de portentos intelectuales como Carlos Monsiváis y el entrañable Carlos Pereyra, ocupó posiciones en los medios, como el memorable suplemento “La cultura en México”.

Y es que este singular economista nos ofrece un crisol identitario. En su México natal no son pocos quienes se refieren a él como escritor y periodista, al punto que su ciudad natal Manzanillo entrega anualmente un premio a los cultores de esa disciplina que lleva por nombre “Dr. Rolando Cordera Campos”.

Y no se equivocan, porque Rolando es un gran comunicador, que abarca la investigación, la expresión clara y la formación de opinión para apuntalar a la ciudadanía. En efecto, por una parte la obra de Rolando ha tenido y sigue teniendo la virtud de identificar problemas relevantes del desarrollo económico y social, examinarlos en profundidad con una afortunada combinación de su gran manejo de la teoría y práctica del desarrollo  económico, del conocimiento de la historia y de la ciencia política, y presentarlos de manera clara, informando y formando criterio y opinión. Por otra parte, Rolando ha sido fundador de importantes revistas de análisis y, también, de periódicos, además de editorialista, aportes -todos ellos- que han sido fundamentales para entender mejor los obstáculos al desarrollo nacional y conformar una ciudadania más robusta.

 

Licenciado en Economía por la UNAM y con estudios de posgrado en la London School of Economics, Rolando Cordera es Profesor Emérito de la Facultad de Economía de la UNAM y en la misma universidad Coordinador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo, Coordinador del Seminario Universitario de la Cuestión Social y Coordinador del Grupo Nuevo Curso de Desarrollo.

Por largos años fue uno de los puntales de la reputada revista nacional NEXOS y actualmente dirige la revista Configuraciones.

Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma Metropolitana, Rolando Cordera es colaborador semanal del periódico La Jornada, miembro del consejo editorial de la revista Economía-Unam, fundador del Instituto de Estudios para la Transición Democrática y miembro de la Academia Mexicana de Economía Política; es también Presidente de la Fundación Pereyra.

Premio Universidad Nacional en investigación en el área de ciencias económicas, es autor de ensayos y libros, varios de los cuales irrumpen como clásicos del pensamiento contemporáneo mexicano. Entre ellos, La disputa por la Nación, y Las determinantes sociales de la salud en México, y México frente a la crisis.

 

Lideró junto con Carlos Heredia, Francisco Suárez y Cuauhtemoc Cárdenas una iniciativa que consistió en una secuencia de debates públicos para articular ideas y propuestas que después se plasmaron en un visionario documento denominado México frente a la crisis: hacia un nuevo curso de desarrollo.

Pensador de fuste, economista riguroso, Rolando nos provoca con afirmaciones como la siguiente: "Nuestra economía política tiene que demostrar con eficacia retórica y eficiencia argumental, con firmeza moral y claridad política, que no hay leyes ni mandatos naturales o celestiales que nos condenen a vivir en una economía mediocre y estancada, y en una sociedad cuya herida histórica sigue siendo la que nos asestó el barón de Humboldt: el reino de la desigualdad."

Sus aportes dialogan con naturalidad con los rasgos de identidad que fraguaron los cimientos de la CEPAL, desde donde Prebisch apostaba por nutrir nuestra labor con el impulso de aquellos y aquellas “libres de ataduras académicas con los grandes centros globales y capaces de captar la especificidad de los problemas de la región”.

En las reflexiones del profesor Cordera encontramos argumentos que conversan en armonía con la base de nuestra apuesta por la igualdad como derecho y principio ético, y por el cambio estructural para la igualdad, en el empeño por difundir, a lo largo y ancho de la estructura productiva y del tejido social, el desarrollo de capacidades, el progreso técnico, plenas oportunidades laborales y el acceso universal a prestaciones y redes de protección social.

Lo hemos afirmado en voz alta: situar la igualdad en el centro implica una ruptura con el paradigma económico que ha prevalecido en la región durante al menos tres décadas.

El profesor Cordera se cuenta entre aquellos que, con persistencia y rigor, han abonado los argumentos para esa ruptura. Entre aquellos que nos motivan a superar el debate más allá de los umbrales mínimos de ingresos y a introducir en la discusión los temas más postergados de la justicia social: ¿cómo se distribuyen activos, prestaciones y recursos diversos en el conjunto de la sociedad?; ¿cuál es el papel redistributivo que corresponde al Estado como principal garante y promotor de la igualdad?; ¿cómo se distribuye la apropiación, por distintos actores, de los incrementos de productividad de la economía?; ¿cómo se plasma un marco normativo explícito de derechos sociales que requieren de pactos fiscales en torno a prestaciones universales? y ¿en qué diversos campos del desarrollo la igualdad se ve afectada, sea positiva o negativamente?

No solo en lo social se juega lo social. La igualdad y la desigualdad, tanto de activos como de derechos, se ven fuertemente condicionadas por la estructura productiva, por la inversión, por el desarrollo tecnológico, las brechas en el mundo laboral, el manejo macroeconómico de los ciclos, la organización territorial, el desarrollo de capacidades, la protección social y la participación política.

Más aún, la igualdad social, el dinamismo económico y la sostenibilidad ambiental para la transformación de la estructura productiva no son objetivos que estén reñidos entre sí; son complementarios y el gran desafío es encontrar las sinergias entre ellos en esa búsqueda de difícil métrica que es el desarrollo, tema central de la conversación de esta mañana. En la búsqueda de respuestas a estas preguntas, la inquietud intelectual de nuestro invitado de hoy resulta un auxilio indispensable.

Sus convicciones permanentes, su pluma persuasiva, sus inquietudes justicieras han instalado en muchos, yo me cuento orgullosa entre ellos, una voluntad de transformación social con la igualdad en el centro.

Maestro Rolando Cordera, la palabra es tuya.

Muchas gracias.