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Intervención de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), con ocasión de la inauguración del seminario internacional
Think BIG: Innovación de Datos en América Latina y el Caribe
Santiago, 6 de marzo de 2017
CEPAL, Sala Raúl Prebisch
Estimados amigos y amigas,
Es un gusto contar con todos ustedes hoy en la sede de la CEPAL en Santiago, en esta que es su casa: casa de pensamiento del Sur para el Sur.
Antes que nada, quisiera agradecer a nuestros socios en esta iniciativa: en particular a Roberto Rigobon, del MIT Media Lab, a Lee Ullman, de la Oficina de MIT Sloan para América Latina, y a Alexandre Barbosa, Gerente de cetic.br, así como también al Gobierno de Chile, representado por Rodrigo Ramírez, Subsecretario de Telecomunicaciones, y por Luis Felipe Céspedes, Ministro de Economía, quien nos acompañará hoy por la tarde.
También quisiera dar las gracias a Robert Kirkpatrick, Director Ejecutivo de la iniciativa Pulso Mundial de las Naciones Unidas (UN Global Pulse), y a Emmanuel Letouzé, Director de Data Pop Alliance, por su disponibilidad para estar hoy con nosotros y acompañarnos a “pensar en grande”, como dice el título de nuestro seminario. El actual entorno social, económico y ambiental y la evolución reciente de la economía internacional nos muestran la necesidad urgente de hacerlo.
Hoy, más que nunca, debemos pensar en un nuevo estilo de desarrollo centrado en el impulso a la igualdad y la sostenibilidad ambiental. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible —aprobada en 2015 y la más ambiciosa que el mundo haya acordado en décadas—, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y 169 metas, incluye temas de relevancia y preocupación para todos los países de la región, como la desigualdad, el crecimiento económico inclusivo con trabajo decente, la necesidad de ciudades sostenibles y la vulnerabilidad ante el cambio climático, por mencionar algunos.
El desafío que esta hoja de ruta presenta es enorme, pues las prioridades de los gobiernos deben conciliarse con las políticas de largo plazo que plantea la Agenda 2030. Esto nos impulsa a planificar estratégicamente la construcción del futuro y, especialmente, de los estilos de desarrollo y de organización del territorio, garantizando modalidades de producción y consumo sostenibles y logrando ciudades y asentamientos humanos inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Este último objetivo, en un continente urbano, presenta el reto de lograr ciudades inteligentes, integradas, eficientes, que aprovechen mejor los recursos, carentes de contaminación y resilientes al cambio climático, y donde lo público y el bienestar colectivo se sitúen en el centro de la agenda. Para ello, el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) y el big data (o los macrodatos) son fundamentales.
Varias de las entidades que estamos aquí hoy —entre ellas, el MIT Media Lab, la iniciativa Pulso Mundial de las Naciones Unidas, Data Pop Alliance y la CEPAL, junto con varios actores del mundo de los datos, tanto tradicionales como no tradicionales— participamos hace dos años en un Grupo Asesor de Expertos Independientes sobre la Revolución de los Datos para el Desarrollo Sostenible que el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, conformó precisamente para analizar cómo la revolución de los datos podía ser un catalizador y una herramienta en pos del desarrollo sostenible. Este Grupo lanzó a fines de 2014 el informe Un mundo que cuenta: movilización de la revolución de los datos para el desarrollo sostenible.
Este informe no solo señaló las enormes oportunidades que nos ofrece la revolución tecnológica y digital para la toma de decisiones sobre políticas públicas para el desarrollo sostenible, sino que llamó a un cambio de paradigma que replantee los tradicionales equilibrios del mundo de los datos, por el surgimiento de nuevos actores que hacen un uso estratégico de los datos, y cuestionó las formas en que los actores públicos, el sector privado y la sociedad civil actúan.
Hoy es imprescindible generar nuevas alianzas y formas de colaboración entre las fuentes y los productores más tradicionales de datos e indicadores —como los censos y las encuestas de los sistemas nacionales de estadísticas oficiales o las encuestas y los registros públicos y privados— y las nuevas fuentes, potenciadas por las TIC, el uso masivo de dispositivos móviles, el Internet de las cosas y la economía digital que genera el big data.
Como veremos en las presentaciones de hoy, el big data va más allá de los sistemas informáticos de acumulación de grandes volúmenes y nuevos tipos de datos. Es parte de un nuevo ecosistema digital en el cual están llamados a trabajar en forma intersectorial e interinstitucional entidades públicas como las que nos acompañan hoy —ministerios de economía, innovación, ciencia y tecnología y sistemas nacionales de estadísticas— y a renovar su colaboración con entidades del sector público, la academia y la sociedad civil.
El uso del big data permite que, mediante herramientas analíticas de datos estructurados y no estructurados, se generen oportunidades para mejorar la toma de decisiones en las áreas críticas de desarrollo, como la atención de la salud, el empleo, la productividad, el combate contra la delincuencia, la seguridad y el manejo de los desastres naturales.
A medida que las tecnologías digitales se vuelven más universales, surgen innovaciones en aplicaciones y servicios en todos los sectores económicos, dando lugar a una nueva revolución industrial impulsada por los datos. Debido al continuo desarrollo de redes de acceso de alta velocidad, la ubicuidad en el acceso con múltiples dispositivos, la computación en la nube, el Internet de las cosas y la inteligencia artificial, existe una explosión de datos generados por individuos, máquinas y objetos. Esto podría generar cantidades sin precedentes de información en términos de desglose y oportunidad y, por lo tanto, una herramienta fundamental para diseñar políticas basadas en evidencia.
La economía global es digital: en 2016 existían 7.400 millones de suscriptores móviles y 3.500 millones de usuarios de Internet; el 50% de la población tiene acceso a banda ancha móvil; se registran más de 60.000 exabytes de tráfico IP por año y se descargan más de 180 millones de aplicaciones. Y América Latina no está al margen de ello.
Si bien actualmente las tecnologías relacionadas con el Internet de las cosas y el análisis de datos son utilizadas principalmente por las empresas, estas deben ser vistas como herramientas poderosas para la innovación en el ámbito gubernamental, para la prestación de servicios y el diseño y monitoreo de políticas públicas.
Les quiero contar un ejemplo que desarrollamos en la CEPAL y que utiliza las TIC tanto para la generación de información como para su comunicación posterior a la ciudadanía y a los especialistas encargados de la toma de decisiones. Se trata del análisis integral de la modificación de las dinámicas costeras ante el cambio climático y sus impactos en las costas de América Latina y el Caribe.
Para ello, se recolectó mucha información y se desarrollaron bases de datos vinculadas al nivel medio del mar, la temperatura superficial del mar, la salinidad, el oleaje, la marea astronómica, las anomalías de la temperatura del aire, el viento y los huracanes, entre otros.
A partir del análisis de la información recopilada fue posible estimar el comportamiento de las dinámicas costeras, sus tendencias de largo plazo y su impacto en las costas, como las inundaciones temporales y permanentes, la erosión de las playas, la salinización de acuíferos o las afectaciones en las condiciones de navegación, en la actividad portuaria y en la seguridad de las obras marítimas.
La investigación realizada permitió generar conocimiento específico, así como un atlas de las condiciones físicas actuales y de los cambios detectados en variables costeras, lo que esperamos que ayude a producir impactos sistémicos, a prevenir riesgos y a generar cambios en el comportamiento de la sociedad y en el estilo de vida de las personas.
Este ejemplo, como muchos otros que veremos durante el seminario, pone de manifiesto el enorme potencial que tienen el uso y la analítica de los grandes datos para la toma de decisiones tanto de las organizaciones del sector privado como de las del sector público. El big data puede ayudar a desarrollar una amplia gama de innovaciones, incluyendo la mejora de la eficiencia operativa de la empresa, el desarrollo de nuevos productos y servicios, la toma de mejores decisiones estratégicas y de inversión e intervenciones gubernamentales más efectivas que permitan la focalización de recursos públicos limitados y la adopción de políticas más inteligentes; todo esto en pos de tener un mayor impacto sobre el valor económico y social generado en nuestros países.
A veces puede parecer muy complicado o difícil el trabajo con grandes volúmenes de datos y, de hecho, lo es. No obstante, el problema real no es el tamaño del conjunto de datos, sino el uso innovador e inteligente de los datos disponibles, aplicado a problemas específicos que permitan mejorar el bienestar de nuestras sociedades.
El análisis de Frost y Sullivan sobre el mercado de grandes datos en América Latina revela que el mercado combinado del Brasil, México y Colombia generó ingresos de 538,3 millones de dólares en 2015 y se espera que alcance los 1.956,5 millones de dólares en 2020, lo que representa una tasa de crecimiento anual compuesta del 29,4%. Esto, justamente, nos plantea la urgencia de considerar la innovación de los datos como un factor fundamental para el desarrollo de nuestra región y la necesidad de “pensar en grande”.
Muchas gracias.