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Intervención de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, con ocasión del conversatorio “CEPAL: Memorias del 73”.
8 de noviembre de 2016
CEPAL
Querido Enrique Iglesias,
Querida Belela Herrera,
Señoras y señores miembros del Cuerpo Diplomático,
Representantes de organismos internacionales y colegas del sistema de las Naciones Unidas,
Colegas de la CEPAL,
Amigas y amigos,
Bienvenidos nuevamente a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, centro del pensamiento del sur, casa y refugio de todas y todos los latinoamericanos y caribeños.
Es un privilegio recibir a Enrique Iglesias, nuestro querido ex Secretario Ejecutivo y gran amigo de CEPAL y a Belela Herrera, Uruguaya distinguida y luchadora de los derechos humanos.
Bienvenidos a su casa, este espacio moral y concreto, lleno de sentimientos, historia y, por supuesto, futuro.
Nos reúne hoy una ocasión memorable.
Estamos reunidos para honrar la memoria viva de quienes con su sacrificio entregaron esperanza a decenas de víctimas de una de las más oprobiosas dictaduras de América Latina.
Hoy, honramos la memoria y el compromiso permanente de nuestra institución por la defensa de los derechos humanos y la justicia, la búsqueda de reparación y la visibilización de los conflictos generados por la desigualdad económica, social y ambiental que aún hoy impiden el ejercicio pleno y universal de los derechos humanos en varios países de nuestra región.
La sede regional de la CEPAL se estableció en Chile en el año 1948.
Desde entonces, la relación con este país y su gente ha sido estrecha y colaborativa; hemos sido testigos de numerosos procesos sociales y políticos significativos y valiosos para la historia de este país. Se me vienen a la memoria la reforma agraria, el triunfo de la Unidad Popular, el retorno a la democracia, el triunfo de la primera mujer presidenta...
Sin embargo, también la CEPAL ha sido testigo y, dolorosamente protagonista, de los momentos más oscuros en la historia de esta tierra.
El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 dejó en la CEPAL una cicatriz profunda.
La tarde del 5 de octubre de 1973, una patrulla de infantes de marina llegó hasta las puertas de la CEPAL para detener a Fernando Olivares Mori, un joven profesional, funcionario de nuestro Centro Latinoamericano de Demografía, quien fue detenido y desaparecido.
Desde la CEPAL salió también, el 14 de julio de 1976, nuestro entrañable colega Carmelo Soria quien, tras ser sometido a brutales torturas, fue asesinado por agentes de la brigada Mulchén de la DINA.
A nuestros compañeros les rendimos hoy nuestro sentido y profundo homenaje, como también a las miles de víctimas que vieron violentados sus derechos más esenciales.
Testigo presencial de estos horrores fue nuestro querido Enrique Iglesias quien asumió como Secretario Ejecutivo de la CEPAL el 27 de marzo de 1972. En Chile ya se vivían momentos difíciles que, sin embargo, no aminoraban la esperanza limpia que despertó en generaciones de latinoamericanos la historia de un pueblo que logró en las urnas un gobierno de cambios, con vocación de justicia e igualdad, de la mano de un líder de estatura continental, Salvador Allende.
Una historia que infructuosamente quisieron borrar con sangre quienes bombardearon La Moneda y sometieron al pueblo chileno a diecisiete años de terror y abuso, a la demolición por fuerza de sus conquistas sociales, políticas y económicas que no obstante hoy se alzan como la única respuesta, el único camino para enfrentar los cambios tectónicos que vivimos y que fueron provocados por el modelo de desarrollo imperante que trajo consigo un aumento sin precedentes de la desigualdad global.
Excusen mi emoción, pero este ejercicio de memoria interpela mi propia historia. Como mexicana, como mujer, Chile me marcó e inspiró a trabajar en Naciones Unidas y dedicar mi vida a la defensa de los derechos de todos.
Mi esposo partió desde Chile al exilio en México donde nos conocimos. Mi familia actual es fruto de esta dictadura que, pese a ser nefasta, permitió recuperar la esperanza en lo mejor de la condición humana, constatar que en las peores circunstancias, pese al miedo y la amenaza, hombres y mujeres resistieron, solidarios y valientes, se organizaron. Se rebelaron frente al silencio y denunciaron. Y cada uno, con su sacrificado aporte, permitió recuperar, poco a poco, la democracia arrebatada.
A dos de ellos tendremos hoy el honor de escucharlos hoy.
Enrique y Belela lucharon incansablemente contra la política de degradación, humillación y sometimiento que la dictadura intentó sistematizar, y en esa lucha ofrecieron refugio y salvoconducto a muchas personas cuyas vidas estaban amenazadas por la dictadura.
Enrique lideró una CEPAL que valientemente se jugó en la defensa de los derechos humanos y de apoyo a los perseguidos políticos.
En paralelo, con un sencillo Fiat 600, Belela consiguió poner a buen recaudo en diferentes embajadas a numerosas personas perseguidas por los militares chilenos.
Muchos chilenos recuerdan la actividad imparable de ambos para resguardar sus vidas en los momentos más duros de la dictadura.
Amigas y amigos, en las horas amargas del pasado reciente Naciones Unidas, su institucionalidad de protección a los Derechos Humanos, sus agencias y programas, acompañaron al pueblo chileno en su desigual batalla contra el atropello y el abuso. Esa voluntad no es recuerdo, es el compromiso de ayer, pero también el de hoy y mañana.
La CEPAL, en su fiel compromiso y lucha por la dignidad humana, ha llamado a los gobiernos de la región a avanzar hacia un desarrollo sostenible que termine con los profundos desequilibrios económicos, sociales y ambientales que hoy imperan y que degradan los derechos a la dignidad de las personas.
Tenemos hoy la oportunidad única de concretar aquel anhelado cambio que movilizó a tantos y tantas en los años 70’. Tenemos hoy en nuestras manos las llaves para abrir aquellas grandes alamedas para que por fin pasen el hombre y las mujeres libres para construir una sociedad mejor.
Muchas gracias.