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La “nueva normalidad” de China y sus efectos en América Latina y el Caribe

9 de septiembre de 2015|Columna de opinión

Columna de opinión de Daniel Titelman, Director de la División de Desarrollo Económico de la CEPAL (publicada en Notas de la CEPAL N⁰ 85, septiembre 2015).

China representa hoy 17,1% de la inversión en el mundo, cerca de 11% de las exportaciones de bienes y servicios globales, 10% de las importaciones y solo 5,4% del consumo mundial. No es de extrañar entonces que todos estén pendientes de este país, no solo a raíz de las volatilidades e incertidumbres financieras que se han generado a partir de las caídas en la bolsa de Shanghai y la devaluación del yuan, sino también de su llamada “nueva normalidad”, que apunta al ritmo de crecimiento económico que tendrá en el futuro el gigante asiático.

Lo más seguro es que el mundo tenga que habituarse a una China creciendo significativamente por debajo de las tasas de 10% a las que nos tenía acostumbrados. Analistas optimistas prevén un crecimiento entre 6%-7%. Hay quienes visualizan tasas posiblemente menores, en el rango de 5%-6%. Si bien estas diferencias parecen pequeñas, no son triviales, ya que variaciones menores en el crecimiento de China tienen importantes consecuencias para la economía mundial en general y para los países de América Latina y el Caribe en particular.

Las economías de la región se ven afectadas por dos vías. La primera tiene que ver con el hecho de que la creciente volatilidad e incertidumbre financiera suele traducirse en el conocido fenómeno de “flight to quality”, que implica que los inversionistas internacionales tienden a dirigirse hacia mercados y monedas más seguros, en particular el dólar. Esto se traduce en una mayor volatilidad de las monedas latinoamericanas y caribeñas, conjuntamente con condiciones más onerosas en términos de costos y plazos en los mercados financieros internacionales para nuestros países.

La segunda vía se refiere al comercio de bienes y servicios. En los últimos años China se ha transformado en el segundo socio comercial para la región en general, y en el primero para varios países, en particular para los exportadores de materias primas. La reducción del crecimiento en China se ha traducido en una significativa caída no solo en la demanda externa por los productos básicos que exporta la región, sino también en sus precios. De hecho, la fuerte desaceleración que enfrentan los países de Sudamérica se explica en un alto porcentaje por lo que se ha denominado el fin del “superciclo” de las materias primas.

No solo es la tasa de crecimiento de China la que afecta a la región, sino también su composición. El país asiático está migrando desde un modelo de crecimiento basado en la inversión a otro basado en el consumo. En la medida que más de 70% de lo que América Latina exporta a China son bienes primarios, y la proporción de manufacturas que vende al país asiático es muy menor, esta nueva orientación del crecimiento chino no es muy halagüeña para los países exportadores de minerales y hierro, ya que el espacio para estos productos se reduce, puesto que están más orientados a la inversión que al consumo.

Sin embargo, en el corto y mediano plazo a nuestra región se le abre una ventana de oportunidad en las exportaciones de alimentos y productos agroindustriales para el consumo, dado que existe una gran demanda en China en esta área que ha estado creciendo constantemente. Esto no debe, por supuesto, limitar los esfuerzos de nuestras economías por diversificar la canasta de productos de exportación, incorporando bienes manufacturados con mayor valor agregado.

Otra gran ventana de oportunidad se abre en el marco del acuerdo CELAC-China firmado en la reunión que ambas partes sostuvieron en enero de 2015 en Beijing, el cual planteó una serie de objetivos de integración y cooperación económica.

Entre estos cabe destacar el aumento del comercio recíproco a cerca de 500 mil millones de dólares en los próximos 10 años, pero cambiando la actual asimetría existente y la estructura de las exportaciones, para que la región pueda exportar productos con valor agregado creciente y tener una más diversificada canasta exportadora.

También se busca aumentar y diversificar la inversión extranjera directa recíproca entre ambas partes, para que llegue a cerca de 250 mil millones de dólares en los próximos 10 años. En este punto el desafío es diversificar la inversión china que viene a la región, que está hoy altamente concentrada en las industrias extractivas y en pocos países, para que llegue también a sectores con mayor valor agregado y que se inserte mejor en las cadenas de valor. También es importante identificar posibles áreas de inversión latinoamericana en China, la cual hoy en día es muy limitada.

Y por último, China podría ser un apoyo importante en el financiamiento de las inversiones dirigidas a los sectores de infraestructura y energía, que muestran un marcado déficit en nuestra región.