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Europa y América Latina y el Caribe: reforzar convergencias

12 de junio de 2015|Columna de opinión

Columna de opinión de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL (junio 2015).

Bruselas acoge a partir de este lunes un nuevo encuentro entre las y los líderes de Europa y América Latina y el Caribe, señal positiva de la voluntad compartida de reforzar puentes y consolidar vínculos que tienen profundas raíces en nuestro pasado y portentosas posibilidades para el futuro.

Actualmente, la Unión Europea mantiene pactos comerciales con 26 países de América Latina y el Caribe, lo que la convierte en el socio extrarregional con la mayor red de convenios de comercio en la región, seguida por Estados Unidos, que mantiene acuerdos de libre comercio con 11 países.

Si bien la Unión Europea continúa siendo el segundo mercado de destino (después de Estados Unidos) para las exportaciones regionales, desde 2010 se ha visto desplazada por China como la segunda fuente de origen de sus importaciones. Paralelamente, la participación de América Latina y el Caribe en el comercio exterior del bloque sigue siendo muy modesta, tanto en bienes como en servicios: en 2013 la región fue destinataria de 6,6% de las exportaciones de bienes de la Unión Europea al resto del mundo y el origen de solo 5,7% de sus importaciones. Más aún, las exportaciones de la región hacia el bloque comunitario siguen concentrándose en materias primas y derivados de bajo contenido tecnológico.

El diálogo de políticas entre las instituciones más representativas de Europa y de América Latina y el Caribe abordará una rica agenda de temas birregionales y mundiales. Será una ocasión para subrayar la importancia de la cooperación entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), marcada por la complejidad y la rapidez de los cambios tecnológicos, económicos, sociales, ambientales y culturales en marcha. Estamos ciertos de que este diálogo suscitará iniciativas orientadas a los ciudadanos, encaminadas a fomentar la innovación para el crecimiento sostenible, asegurar una educación de calidad para todos, garantizar la seguridad y combatir el cambio climático.

La última década y media muestra una diferencia significativa en la dinámica de crecimiento entre ambas regiones. Mientras la Unión Europea creció en promedio 0,8% en el período 2003-2014, América Latina y el Caribe lo hizo a una tasa media de 3,6%. Asimismo, esta región, después de registrar una caída de -1,3% en 2009, se recuperó rápidamente y se expandió 6,1% en 2010, con un promedio de 3,4% entre 2010 y 2014. El bloque europeo, por su parte, tuvo una contracción en 2009 de -4,5% y ha mostrado tasas de crecimiento bajas desde entonces, con un promedio de 0,7% entre 2010 y 2014.

En medio de un cambio del contexto externo, caracterizado por el fin del superciclo de las materias primas, la creciente volatilidad y costos financieros, y limitaciones a la demanda a la demanda agregada doméstica en varios países, la región muestra una significativa desaceleración. Por su parte, Europa, apuntalada por estímulos monetarios significativos, ha iniciado una lenta recuperación en su dinámica de crecimiento.

Así, ambas regiones enfrentarían un período, de duración incierta, de lento crecimiento y de renovadas presiones para aumentar su competitividad. En este escenario, con sus similitudes y diferencias, resulta urgente y necesario que América Latina y Europa articulen esfuerzos para encarar la desigualdad, garantizar derechos sociales universales y asegurar la centralidad de la dignidad de los ciudadanos. Son todas dimensiones donde ya existe un rico intercambio de experiencias, lecciones aprendidas y buenas prácticas.

Esta cumbre, donde estarán representados 61 países (un tercio de los Estados Miembros de las Naciones Unidas y casi la mitad de los integrantes del Grupo de los Veinte, G20), será uno de los mayores foros mundiales a celebrarse antes de que la comunidad internacional apruebe los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Por ello, los resultados de la concertación birregional adquieren una dimensión protagónica a la hora de discutir las nuevas formas de organizar nuestros Estados, economías y sociedades.