La Cuenta para el Desarrollo se creó en 1997, en virtud de la resolución 52/12 B de la Asamblea General, como un mecanismo para canalizar recursos del presupuesto ordinario a fin de financiar los proyectos de fomento de capacidad implementados por diez entidades que trabajan en el componente de desarrollo de las Naciones Unidas: el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DAES), las cinco comisiones regionales (incluida la CEPAL), la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) y la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
Desde entonces, la Cuenta para el Desarrollo se ha convertido en un vehículo para avanzar en la implementación de los objetivos de desarrollo acordados internacionalmente y de las decisiones adoptadas en las principales cumbres y conferencias de las Naciones Unidas en las esferas económica y social, incluidos los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Los proyectos financiados mediante la Cuenta para el Desarrollo se orientan a lograr progresos potenciando la capacidad socioeconómica de los países en desarrollo a través de la cooperación a nivel nacional, subregional, regional e interregional.
Todos los proyectos deben ajustarse a los criterios fijados por la Asamblea General. Por consiguiente, tienen que: i) traducirse en iniciativas duraderas y autofinanciadas para desarrollar capacidades nacionales, con efectos cuantificables sobre el terreno y, si es posible, multiplicadores; ii) ser innovadores y aprovechar las tecnologías de la información y las comunicaciones, la gestión del conocimiento y las redes de expertos a nivel subregional, regional y mundial; iii) aprovechar los recursos técnicos y humanos, entre otros, disponibles en los países en desarrollo, así como el acervo de conocimientos, habilidades y capacidad de la Secretaría de las Naciones Unidas, y iv) crear sinergias con otras iniciativas para el desarrollo y aprovechar las alianzas con agentes no pertenecientes al sistema de las Naciones Unidas.
El perfil operativo de la Cuenta para el Desarrollo se ve reforzado por la adopción de enfoques piloto que prueban nuevas ideas y, finalmente, las amplían mediante financiación complementaria, además del énfasis en la integración de la experiencia nacional en los proyectos para garantizar la apropiación nacional y la sostenibilidad de los resultados del proyecto.
La CEPAL ha sido un socio clave de la Cuenta para el Desarrollo desde el segundo tramo (2000-2001), con un total de 47 proyectos bajo el liderazgo de la Comisión.