El más grande, el más letal, el peor de todos los tiempos. Este año, hemos visto estas palabras en los titulares demasiadas veces. Las hemos utilizado para terremotos, inundaciones, huracanes e incendios forestales, y para la pérdida de vidas y bienes materiales. Es muy probable que las volvamos a utilizar en los próximos años, ya que los cambios y peligros climáticos se multiplican. Para complicar más el panorama, así como se han alterado los patrones meteorológicos, también ha cambiado la sociedad humana. Somos más urbanos. Los terremotos, las inundaciones y las mareas de tormenta que fueron letales en el pasado, lo son aún más en un mundo cada vez más urbanizado.
Muchas ciudades están situadas sobre la costa, por lo que son vulnerables a las tormentas, las inundaciones y la elevación del nivel del mar. Más de 1.000 millones de personas en Asia viven a menos de 100 kilómetros del mar, y las dos terceras partes de la población de América Latina y el Caribe viven a menos de 200 kilómetros. Una proporción demasiado alta de la población vive en llanuras inundables o sobre fallas sísmicas. Algunas poblaciones se asientan en zonas que están desprotegidas de los elementos debido a la deforestación de las tierras más altas. El riesgo de desastre se acumula insidiosamente. Y si bien los peligros naturales amenazan a todos, los pobres son por lejos los más vulnerables.
Ahora bien, la buena noticia es que estamos aprendiendo a hacer frente a estas situaciones. Hoy, en el Día Internacional para la Reducción de los Desastres, reconocemos la labor que los gobiernos y las comunidades locales están realizando para protegerse al tiempo que construyen pueblos y ciudades más sostenibles.
En el pasado mes de mayo, la Estrategia Internacional de las Naciones Unidas para la Reducción de los Desastres lanzó una campaña mundial titulada "Para construir ciudades resilientes". Más de 100 ciudades, con casi 110 millones de habitantes, se han adherido a las "diez acciones esenciales" que harán que las comunidades sean más seguras ante los desastres. Los modelos de buenas prácticas son la provincia de Albay en Filipinas, la Prefectura de Hyogo en Japón, y las ciudades de Bangkok, México D.F. y Mumbai.
Las diez acciones esenciales recogen los grandes principios sobre las ciudades sostenibles y los traducen en soluciones factibles. Se recomienda que los gobiernos asignen un presupuesto para atender a todos, tanto a los ricos como a los pobres, y que inviertan en la evaluación del riesgo, la capacitación para reducir los desastres, la protección del ecosistema y los sistemas de alerta temprana. Los urbanistas también deben atacar la principal causa de riesgo en las zonas urbanas, que es la falta de gobernanza, planificación y cumplimiento de la normativa. La toma de decisiones debe ser un proceso inclusivo y participativo y los principios de la urbanización sostenible deben recogerse y aplicarse, especialmente para atender a las poblaciones que viven en tugurios y asentamientos informales.
La reducción de los riesgos de desastre incumbe a todos y todos debemos participar e invertir en ella: la sociedad civil, las redes de profesionales y los gobiernos municipales y nacionales. En este Día Internacional para la Reducción de los Desastres, felicito a aquellas ciudades que están tomando medidas para aumentar su resiliencia frente a los riesgos climáticos, ambientales y sociales. A las otras les pregunto: ¿están preparadas?
Ban Ki-moon
Secretario General
Naciones Unidas