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Seminario América Latina: Iglesia, Papa Francisco y escenarios de la pandemia

19 de novembro de 2020|Discurso

Palabras de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL.

Palabras de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, en el seminario América Latina: Iglesia, Papa Francisco y escenarios de la pandemia

Jueves 19 de noviembre, 2020

(reunión virtual)

 

Dr. Julio César Caballero Moreno, Jefe de Oficina de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL),

Cardenal Marc Ouellet, Presidente de la CAL,

S.E. Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales (PASS),

S.E. Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM),

Carlos Afonso Nobre, Premio Nobel de la Paz 2007

Saludo a Gustavo Beliz, amigo

Amigas y amigos,

Es un honor para mi participar en este seminario sobre los escenarios de la pandemia y los caminos para la reconstrucción de un nuevo futuro.

Nos inspira el compromiso del Santo Padre y del Vaticano por resguardar el derecho internacional, el multilateralismo, la cooperación regional, visibilizar la relevancia de la solidaridad y su convicción por promover una recuperación con la igualdad y la sostenibilidad ambiental en el centro. Celebramos esta encíclica Fratelli Tutti tan profunda y necesaria que junto a la Encíclica Laudato Si que nos invitan a la reflexión serena para encontrar sabiduría común y cautelar colectivamente los bienes públicos globales tales como la paz, la estabilidad financiera, la seguridad climática y el cuidado de la tierra y la salud. Ambas encíclicas brindan mensajes indispensables para entender que no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social sino una sola.

Estamos ante un verdadero cambio de época, pero debemos superar el desinterés por el bien común que nos ha impuesto el neoliberalismo.

Esta crisis nos ha revelado frágiles. Magnificando profundas desigualdades preexistentes y evidenciando el vínculo entre la integridad ecológica y el bienestar humano. Ha evidenciado también las profundas asimetrías globales en materia financiera y climática que precisa mayor solidaridad internacional.

Nuestra región es la más golpeada por la pandemia del mundo en desarrollo con más de 11 millones de casos de COVID-19 que además enfrenta su peor crisis económica en cien años, con enormes efectos y consecuencias sanitarias, económicas, ambientales, sociales y políticas.

El COVID-19 ha evidenciado y magnificado los problemas estructurales del modelo de desarrollo en América Latina y el Caribe: desigualdades entrecruzadas, crecimiento mediocre, baja productividad, insuficiente diversificación de exportaciones, poco espacio fiscal y deterioro ambiental creciente.

Las estimaciones de la CEPAL indican que la caída de la actividad económica será de -9,1% acompañada de una contracción del comercio regional de 14% e intrarregional de 11%. Se ha desplomado el turismo en más de 50% afectando principalmente a las economías del Caribe altamente vulnerables por su insularidad, su alto endeudamiento y su fragilidad ante el impacto de los desastres naturales junto con Centroamérica como nos lo muestran los huracanes ETA y IOTA. Estas economías pequeñas tienen acceso limitado al financiamiento concesional debido a su clasificación como países de renta media. Ahí se requiere una respuesta internacional mucho más solidaria.

Los niveles de desocupación alcanzarán a 47 millones de personas y una informalidad de más de 54%. En esta dura cifra, las mujeres, las jóvenes, los indígenas, los afrodescendientes y los migrantes están sobrerrepresentados. Prevemos un aumento significativo del número de personas en situación de pobreza en 45,4 millones alcanzando a un total de 231 millones (37,3% de la población) y un incremento de 28,5 millones en el número de personas en situación de pobreza extrema alcanzando a 96,2 millones (15,5% de la población). El índice de Gini se incrementaría en 4,1% en 17 países analizados. Las medidas aplicadas por los gobiernos deben estar dirigidas a paliar este retroceso de casi 15 años. Lo que queda claro es que esta crisis redundará en una década perdida en los niveles de ingreso por habitante y probablemente dos décadas en materia social.

Las mujeres se verán más afectadas porque son más vulnerables al desempleo y participan en sectores de la economía más golpeados o se encuentran en sectores de alto riesgo. El 73% de los trabajadores del sector salud son mujeres, pero ganan 30% menos que los hombres en empleos similares. Además, las medidas de contención, cuarentenas, cierre de escuelas y el aumento de personas enfermas profundizan las presiones sobre las mujeres respecto a los cuidados tanto remunerados como no remunerados. Se ha acentuado la violencia doméstica en la crisis actual, afectando en especial a las mujeres y niñas.

La crisis además será más larga de lo esperado lo cual genera miedo, incertidumbre y desesperanza sobre la transición, la salida y la recuperación.

Frente a este escenario, la CEPAL ha puesto sobre la mesa siete propuestas concretas para conectar la emergencia con la recuperación, tales como:

1) Extender el ingreso básico de emergencia por 12 meses a toda la población en pobreza (1 línea de pobreza/120 dólares al mes). 2) Ampliación de plazos y períodos de gracia en los créditos a MiPymes y proteger la relación laboral de los trabajadores. 3) Una canasta básica digital para garantizar la inclusión digital de 40 millones de hogares que no están conectados. 4) Políticas fiscales y monetarias expansivas que sostengan un periodo más largo de gasto con instrumentos no convencionales nacionales e internacionales. 5) Solidaridad internacional: para aliviar la deuda en el Caribe y el pago de intereses en Centroamérica y crear fondos subregionales de resiliencia. 6) Planes de recuperación e inversión en torno a sectores dinamizadores con creación de empleo, sustentados en acción climática, sostenibilidad ambiental, y 7) la construcción de pactos políticos para acordar de una vez por todas el cierre de brechas para alcanzar regímenes universales de salud y protección social.

Todas ellas precisan del concurso colectivo de la sociedad a partir de pactos políticos y sociales de largo alcance en esta compleja hora donde la desigualdad define a nuestra región. Sociedades desiguales concentran el poder económico y el poder político y esto se convierte en caldo de cultivo para el malestar social.

No debemos olvidar que, previo al COVID-19, el telón de fondo era un descontento social que recorría la región.   La ciudadanía de varios países expresaba en las calles un serio desencanto con el modelo y una desconfianza con los liderazgos políticos nacionales. Un cansancio respecto a la cultura del privilegio, esa cultura que naturaliza la desigualdad, la discriminación, la xenofobia, el racismo y el patriarcado. Un hartazgo respecto a un modelo neoliberal asociado a tres décadas de concentración de riqueza y deterioro ambiental. Con instituciones que reproducen comportamientos de agentes con mayor poder económico y político.

Por ello, estos pactos deben ser construidos con la amplia participación de muchos actores, que mediante el diálogo y liderazgos transformadores permita avanzar hacia consensos para universalizar la protección social y la salud, y reorientar el desarrollo sobre la base de la igualdad con políticas fiscales redistributivas, industriales y ambientales para la sostenibilidad.

En este camino, habrá que convocar a diálogos nacionales a las organizaciones de la sociedad civil, a los académicos, a las minorías étnicas, a los parlamentarios, empresarios, a las autoridades nacionales y subnacionales, a las comunidades de fe, a las organizaciones estudiantiles, cooperativas y empresas mixtas de trabajadores y a todos y todas quienes tengan algo que aportar.

El primer paso será escuchar a los otros, reconociendo sus planteamientos; unos y otros deberemos modificar trayectorias, enmendar errores. Un segundo momento requerirá la identificación de mínimos comunes para alcanzar acuerdos reales que posteriormente deberán ser cumplidos por todos.

Resulta fundamental no perder de vista la centralidad de los derechos humanos y la vigencia del Estado de derecho durante la pandemia, así como en el proceso de recuperación. Las medidas de emergencia no deberían alterar injustificadamente los procesos democráticos, el derecho a elegir y a ser elegido, que son fundamentales para la democracia.

Amigas y amigos,

La crisis del COVID-19 es una crisis sistémica. Los gobiernos han sido llamados a actuar con máxima urgencia para, junto con proteger la salud de la población, evitar el colapso total de la economía con sus graves consecuencias sociales y políticas. Se trata de una situación en la que la acción pública es clave para orientar una recuperación transformadora, combinando la intensidad de la respuesta de corto plazo con los objetivos de largo plazo.

La CEPAL el pasado 26 de octubre presentó a los 33 países un conjunto de propuestas de política expresadas en el documento Construir un nuevo futuro: una recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad.

El objetivo es concretar una recuperación transformadora del modelo de desarrollo de América Latina y el Caribe en consonancia con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Es una invitación audaz que llama a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia y a recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad,

Y aquí parafraseando a la encíclica Fratelli Tutti: La esperanza es audaz.

Y Si alguien cree que sólo se trata de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad.”

 

Se trata de una propuesta para la acción, realista y necesario, que responde a la gravedad de la hora y apunta a superar los problemas estructurales de la región las necesidades urgentes de América Latina y el Caribe.  Se suma al cuerpo de propuestas que abrimos hace más de una década cuando proclamamos que en la región llegó la hora de la igualdad. Con evidencia económica sobre la importancia de poner en marcha una combinación virtuosa de políticas sociales y ambientales que, de la mano de las políticas económicas, tecnológicas e industriales, se conviertan en la base para un nuevo proyecto de desarrollo. Con este documento estamos concretando la urgencia de crecer para igualar e igualar para crecer.

La CEPAL adoptó la igualdad como valor central hace más de una década y a partir de entonces hemos documentado que la igualdad ayuda a sostener los ingresos y la demanda agregada, a propiciar un crecimiento con más productividad al asociarse a un acceso amplio a educación, salud y oportunidades para todas las personas —particularmente las mujeres—, y a evitar la concentración del poder económico que captura y distorsiona la política. Proponemos sustituir la cultura del privilegio por una cultura de la igualdad que garantice derechos, construya ciudadanía y difunda capacidades y oportunidades.

En este nuevo documento se plantea que es posible eliminar la pobreza y reducir la desigualdad elevando el empleo y disminuyendo la huella ambiental, pero se requieren acciones decisivas hoy y un cambio de rumbo.

Se debe crecer a una tasa de por lo menos 4% al año y realizar una fuerte redistribución del ingreso (de hasta 3% del PIB anual). Este crecimiento solo será posible si se supera la restricción externa al crecimiento mediante una competitividad auténtica basada en el desarrollo de capacidades humanas y tecnológicas nacionales.

Se destaca además la relevancia de la difusión del progreso técnico para crear empleos de mayor productividad y para resolver simultáneamente la descarbonización de la matriz productiva mediante una política industrial que permita avanzar en el desequilibrio externo de la balanza comercial.

La combinación y articulación de políticas tecnológicas e industriales, fiscales, financieras, ambientales, sociales y regulatorias se denominan de “gran impulso para la sostenibilidad” y tienen como objetivo elevar sustancialmente la tasa de inversión y direccionarla hacia la productividad, el cuidado ambiental, el empleo y la inclusión social poniendo la revolución tecnológica al servicio de un nuevo estilo de desarrollo.

Se trata de establecer una nueva estructura de incentivos a favor de la inversión pública y privada, la generación de empleos de mayor productividad y el desarrollo de cadenas productivas con menor huella ambiental, que valore el patrimonio natural y sus ecosistemas tanto terrestres como marinos.

En línea con la Agenda 2030, se han seleccionado 7 sistemas sectoriales dinamizadores que pueden ser los vectores de arrastre de la economía en una dirección ambientalmente sostenible.

Es una propuesta que busca ser una guía sobre la base de la cual cada país, conforme a sus características y prioridades, pueda, si así lo considera, analizar cuáles actividades pueden propiciar una recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad. Los sistemas sectoriales indicativos son: la transición energética hacia energía renovable, la inclusión digital, la movilidad eléctrica, la manufactura de la salud, la economía circular, la bioeconomía y el turismo sostenible.

A manera de ejemplo, el aumento de 70% de energías renovables no convencionales podrían generar 7 millones de empleos y reducir más de 30% de las emisiones con una inversión anual de 1% del PIB en la próxima década.

De manera pragmática, incluimos también un análisis de las políticas fiscales, monetarias y financieras necesarias para avanzar en la construcción de un Estado de bienestar como base de una recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad. Esto porque enfrentamos situaciones de endeudamiento y déficit fiscal creciente ante una crisis que va a durar más de lo que imaginamos.

Mostramos con evidencia empírica que sí es posible erradicar la pobreza en 2030 pero se necesitan acciones distributivas decisivas. Donde el 1% más rico deberá aportar 1,5% del PIB al 1% más pobre aumentando esta contribución 0,5% al año hasta alcanzar el 3%.

La implementación de una nueva agenda de políticas requiere de nuevas coaliciones políticas internas e internacionales, y nuevas formas de cooperación internacional que sostengan el cambio en el estilo de desarrollo. Será necesario refundar el multilateralismo sobre nuevas bases, de tal manera que se amplíen los espacios de política en la periferia y se corrija el sesgo recesivo de la economía internacional. Esto exige también recuperar el proyecto de integración de las naciones de América Latina y el Caribe y ser cada vez menos dependientes de las importaciones extrarregionales.

La solidaridad regional e internacional será fundamental para reconstruir mejor, y se precisan nuevas formas de gobernanza mundial para proveer colectivamente de bienes públicos globales, como la salud universal (una vacuna contra el coronavirus para todos), la seguridad climática y la protección de la atmósfera, la estabilidad financiera y la paz y los derechos humanos.

Excelencias, amigas y amigos,

Como destaca en la nota conceptual de este importante encuentro, América Latina es el “continente de la esperanza, ahora más que nunca desafiado a sobrevivir y retomar un sendero, en el que pudiéramos encontrarnos con las lecciones aprendidas de la desgracia y con transformaciones favorables en sus sociedades”.

En la CEPAL estamos convencidos de que, si se construyen las coaliciones y se alcanzan los pactos necesarios con liderazgos transformadores que sepan escuchar y examinar errores y modificar conductas.

Recuperar la política como instrumento de cambio.

Se requerirá el protagonismo de las y los jóvenes en esta sociedad contemporánea que enfrenta un verdadero cambio de época y que reclama justicia intergeneracional. Buscar juntos la verdad. Porque como dice Giani Vattimo: “No nos ponemos de acuerdo cuando encontramos la verdad, sino que decimos que hemos encontrado la verdad cuando nos ponemos de acuerdo".

Responder a la encrucijada civilizatoria en la que se encuentra nuestra región es la tarea común y urgente.

Muchas gracias