La temática ambiental ganó importancia al final de los años 60 e inicio de los años 70, impulsada por constataciones científicas, la maduración de los movimientos de la sociedad civil en algunos países, y publicaciones de gran impacto.
Dentro de éstas destacan La Primavera Silenciosa, de Rachel Carson, 1962; The Population Bomb (La bomba demográfica), de Paul Ehrlich, 1968; y “The Limits to Growth (los límites al crecimiento)”, del Club de Roma (1972). Hasta el inicio de los años 70, los esfuerzos internacionales en materia ambiental habían sido dirigidos a problemas ambientales específicos, con poca atención a la relación entre medio ambiente y desarrollo económico y social.
La Conferencia sobre el Medio Ambiente Humano en Estocolmo de 1972 fue la primera a tratar el tema ambiental de manera amplia y global. Estaba implícita en las posiciones adoptadas la noción de que había un trade-off entre desarrollarse económicamente y preservar el medio ambiente. En consecuencia, en los países en desarrollo se planteaba, por un lado, la necesidad de seguir desarrollándose para lograr contener y revertir los daños ambientales asociados a la pobreza, y por otro, la necesidad de asistencia internacional para evitar los senderos contaminantes tomados por los países desarrollados y para asegurar que los países en desarrollo no sufriesen con las medidas ambientales de los demás.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD) (Río de Janeiro, 1992) marca un punto de inflexión en el tratamiento del medio ambiente y su relación con el desarrollo a nivel internacional al formalizar el concepto de desarrollo sostenible, a través de una serie de principios, algunos de los cuales tienen que ver con la forma de interacción entre países (responsabilidades comunes pero diferenciadas, Principio 7) y entre ciudadanos y sus gobiernos (acceso a información, participación y justicia en materia ambiental - Principio 10).
Una de las principales trabas a la implementación del desarrollo sostenible ha sido la dificultad de levantar el perfil del tema como objetivo de políticas públicas más allá de las instituciones y departamentos ambientales. Las instituciones y legislación ambientales se fortalecen, pero el tema ambiental sigue siendo considerado predominantemente como un tema a parte, no integrado en las matrices de decisión sobre otros aspectos del desarrollo. En definitiva se confunde el desarrollo sostenible con uno de sus elementos esenciales, la protección del medio ambiente.
Así, en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (Cumbre del Milenio, 2000), la “sostenibilidad ambiental” fue incluida como séptimo objetivo y su primera meta se refería a la incorporación de los principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas nacionales. Sin embargo, no se establecieron indicadores que permitieran definir un grado de avance mínimo en ese tema, que de hecho, permanece como uno de los desafíos centrales de la implementación del desarrollo sostenible. Tampoco se incorporó la sostenibilidad ambiental como tema transversal a la agenda de desarrollo.
No obstante, si inicialmente el tema ambiental era asociado por muchos al bienestar de las generaciones futuras, y por lo tanto de relevancia menor para países que luchan por entregar estándares mínimos de bienestar a sus generaciones presentes, creciente evidencia del daño económico y social de la degradación ambiental para las generaciones presentes está gradualmente cambiando esa percepción. Fueron críticos, entre otros, el Cuarto Informe del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y el Informe Stern, ambos de 2007, para que ganara fuerza la noción de que proteger el medio ambiente, y en particular la atmósfera, es fundamental para no imponer nuevas dificultades al desarrollo. La idea de una “economía verde”, incluida en el documento firmado en Rio+20 – El Futuro que Queremos – suponía que el cambio de paradigma necesario para proteger el medio ambiente puede generar también nuevas oportunidades de crecimiento económico.
La CEPAL se ha aproximado al tema de una manera más comprehensiva, cuestionando los estilos de desarrollo, proporcionando información sobre las consecuencias socioeconómicas que tiene no considerar la protección del medio ambiente como un eje central de las políticas de desarrollo sostenible, realizando evaluaciones de desempeño ambiental, proponiendo políticas económicas que integren las consideraciones ambientales y favoreciendo sociedades más informadas y participativas respecto de la temática ambiental.