La inversión extranjera directa (IED) ha adquirido en los últimos años una importancia creciente para América Latina y el Caribe. Los flujos recibidos por la región han pasado de 6% del total mundial en 2007 a 13% en 2014. Al mismo tiempo se han incrementado la presencia y las operaciones de las empresas transnacionales latinoamericanas y caribeñas (translatinas). Si bien estas proceden tradicionalmente de pocos países, en los últimos años ha habido un proceso incipiente en el cual más empresas de la región han empezado a operar fuera de su país.
Las empresas transnacionales juegan un papel importante en las exportaciones de la región y en la producción de los bienes de consumo duraderos avanzados, sin embargo su contribución a la generación de empleo no parece ser significativa y no hay indicios muy claros de un aporte relevante a la creación de nuevos sectores o de actividades de alto contenido tecnológico en la gran mayoría de los países.
Los patrones sectoriales de destino de la IED se van orientando cada vez más hacia la explotación de los recursos naturales, en particular en América del Sur. En general el peso de la manufactura es bastante limitado en las entradas de IED, con la excepción de México y Brasil.
En este sentido si bien sigue siendo importante considerar la magnitud de los fondos recibidos hasta ahora, y de los que se espera recibir en el futuro, habrá que focalizar la atención también en las características de la IED recibida y los proyectos de inversión, por un lado, y su adecuación a las necesidades de las agendas de desarrollo de los países por el otro. Por lo tanto un reto importante consiste en atraer el tipo de IED que contribuye al desarrollo de nuevos sectores o que tiene la capacidad de mejorar la productividad y el desempeño de los sectores existentes.
De la misma manera hay que tomar en cuenta que algunos países de la región la IED puede dar origen a problemas de balanza de pago, derivados de las remisiones de utilidades de las empresas transnacionales. Esta es una razón más para que la región enfoque sus políticas de atracción de inversión extranjera en sectores que contribuyan al cambio estructural y permitan reducir las presiones del sector externo.