Descripción
Al finalizar el 2008, aún no es posible asegurar que se haya conseguido contener la crisis financiera, la mayor desde la gran crisis de los años treinta. Persiste la volatilidad de precios en productos básicos, monedas y bolsas de valores, la crisis empieza a abarcar a gigantes mundiales de la industria automotriz y la recesión se instala en Estados Unidos, Europa, Japón y otras economías de Asia y Oceanía. A partir de septiembre, la crisis golpea fuerte en nuestra región, con drásticas e inéditas caídas en los precios de nuestros productos, en las bolsas de valores y en la relación de nuestras monedas con el dólar. Los efectos de la crisis en el sector real (actividad económica, comercio exterior, inversión y empleo); empiezan a manifestarse en la región pero sus mayores efectos se apreciarán en el 2009 y parte del 2010.
La brusca caída en la actividad económica global, la que es más aguda en el G-3 (Estados Unidos,
la Unión Europea y Japón); pero que también incluye a China, Asia y Oceanía, reducirá drásticamente la demanda y el precio de nuestras exportaciones. La volatilidad financiera y la caída en los precios de los commodities afectarán la capacidad de la región de atraer IED, con lo cual la región transitará desde superávits en cuenta corriente hacia déficits que pueden llegar a ser elevados. El financiamiento de esa brecha será difícil, dado el efecto tijera que, en lo financiero, empieza a afectar a las economías de la región: por un lado, ante las turbulencias financieras, los capitales tienden a refugiarse en bonos del tesoro norteamericano ("flight to quality"); y, por otro, la desconfianza interbancaria y la debilidad de muchas instituciones financieras que aún predominan, mantienen congelado el crédito internacional. En ese contexto, el año 2009 la región enfrentará una brusca desaceleración en el ritmo de su actividad económica y un deterioro importante en su cuenta corriente del balance de pagos. En ausencia de políticas activas, ello se reflejará en pérdida de empleos, quiebra de empresas y aumento del desempleo. La expresión social de esto puede ser muy delicada, no sólo aumentando la pobreza y poniendo en riesgo el cumplimiento de las Objetivos de Desarrollo del Milenio, sino que perdiendo los avances en reducción de la pobreza que la región venía consiguiendo desde 2003 e incluso afectando la gobernabilidad de nuestros jóvenes procesos democráticos. De este modo, la integración regional se hace cada vez más importante, dado el contexto de crisis financiera internacional, recesión en las economías industrializadas, fuerte desaceleración en la economía mundial y el comercio internacional y estancamiento de las negociaciones de la Ronda Doha.