Un porcentaje no menor de personas mayores continúa ligado al mercado laboral a pesar de haber superado el límite establecido de la edad de jubilación. En América Latina, este tema cobró relevancia en el debate a partir de dos perspectivas: el enfoque de derechos, que llevó al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas a nombrar una Experta Independiente sobre el disfrute de todos los derechos humanos por las personas de edad, que ha analizado, entre otros aspectos, el acceso al derecho al trabajo y a la protección social (Naciones Unidas, 2016); y el análisis de los acelerados procesos de envejecimiento que se están registrando en muchos países de la región y su impacto en los mercados laborales y los sistemas de protección social.[1]
Los motivos de una mayor permanencia o (re)inserción de las personas mayores son variados y pueden diferenciarse entre subgrupos etarios y entre países con mercados laborales y sistemas de jubilación de diferentes niveles de desarrollo y los cambios correspondientes. Entre las causas que influyen en la participación de las personas mayores en el mercado laboral se pueden destacar las siguientes:
- La falta de ingresos de las personas mayores, en el contexto de la menor presencia de hogares multigeneracionales y la debilidad de los sistemas de pensiones, puede obligarlas a seguir trabajando más allá de la edad legal de jubilación para generar ingresos para su subsistencia.
- Las tendencias de envejecimiento pueden tener consecuencias en los mercados laborales —entre ellas la escasez de oferta laboral— y en los sistemas de pensiones, cuya sostenibilidad puede peligrar. Esto vale tanto para los sistemas de solidaridad intergeneracional como para los sistemas de ahorro individual y puede fomentar el diseño de medidas que incentiven o, como en el caso del aumento de la edad legal de jubilación, impongan una actividad laboral más extendida.
- Los mejores niveles de salud, el interés en el contenido y los aspectos sociales y económicos del trabajo y la expectativa de una vida más larga pueden estimular el interés de las personas mayores en seguir vinculadas con el mercado laboral.
- Específicamente, la evolución de la participación laboral de las mujeres de 60 años y más debe considerarse en el contexto del incremento gradual de la inserción de las mujeres en general en los mercados de trabajo, que determinaría una reducción de las brechas de participación y ocupación entre hombres y mujeres en todos los grupos etarios. Además, pueden influir aspectos como la mayor esperanza de vida de las mujeres y los niveles correspondientes de viudez, en un contexto de baja autonomía económica de muchas mujeres mayores.
La situación en algunos países de América Latina:
A continuación, se presentan algunos resultados de un procesamiento especial de las encuestas de hogares de ocho países latinoamericanos sobre la inserción laboral de las personas mayores (60 años y más )[2].
Del cuadro 1 se desprende que entre 2002 y 2016, la tasa de ocupación del conjunto de personas mayores de 60 años y más registra un leve aumento (de 34,2% a 35,4%). Este incremento se debe a la creciente inserción laboral de las mujeres, mientras que la tasa de ocupación de los hombres disminuyó levemente. Sin embargo, en 2016 la tasa de los hombres duplicaba con creces la de las mujeres. Estas tendencias opuestas pueden estar relacionadas con el aumento de la proporción de jefas de hogar entre las mujeres mayores, mientras que esta proporción tiende a disminuir entre los hombres mayores (CEPAL, 2017, pág. 40).
Cuadro 1: América Latina (países seleccionados): tasas de ocupación por sexo y grupo de edad, alrededor de 2002, 2012 y 2016 (En porcentajes)
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y Organización Internacional del Trabajo (OIT) 2018.
Como era de esperar, las tasas de ocupación disminuyen con la edad, y las variaciones en el agregado que se observan en el cuadro 1 obedecen al considerable aumento de la tasa en el grupo de 60 a 64 años para ambos sexos, si bien mucho más marcado para las mujeres. El fuerte aumento de la tasa de ocupación de hombres y mujeres en este grupo etario debe analizarse en el marco del crecimiento de la ocupación que caracterizó a la región entre 2004 e inicios de la década de 2010, pues este grupo etario es el más estrechamente vinculado con el mercado laboral.
En contraste, la tasa de ocupación del grupo de 65 a 69 años aumentó solo levemente, como resultado de una modesta reducción de la tasa de los hombres y un aumento algo mayor de la tasa de las mujeres. Por último, la tasa de ocupación correspondiente al grupo de 70 años y más disminuyó como resultado de la contracción de la tasa de los hombres y el estancamiento de la tasa de las mujeres.
Un segundo fenómeno que se observa en el período examinado, es el aumento en la proporción de personas mayores que cobran pensiones provenientes de sistemas contributivos como resultado de una dinámica generación de empleo formal y políticas de formalización laboral. Esta cobertura se incrementó en el promedio de los ocho países, tanto para los hombres (del 41,6% en 2002 al 43,8% en 2016) como —en mayor magnitud— para las mujeres (del 29,1% al 37,1%). El aumento de la cobertura de pensiones se concentró en las personas mayores de 65 años y más, con aumentos de entre 8 y 10 puntos porcentuales entre las mujeres y de alrededor de 4 puntos entre los hombres.
Al comparar los países según la tasa de ocupación de las personas mayores y la cobertura de los sistemas de pensiones contributivas, se observa una clara relación negativa, lo que confirma los resultados a nivel global (Scheil-Adlung, 2013). Este resultado subraya la predominancia en la región del primer grupo de motivaciones para la inserción laboral de las personas mayores mencionado en la introducción, a saber, la falta de otras fuentes de ingresos, especialmente de pensiones, que obliga a muchas de ellas —probablemente en la mayoría de los casos en contra de sus preferencias— a trabajar más allá de la edad legal de jubilación.
Gráfico 1: América Latina (países seleccionados): proporción de personas mayores que perciben una pensión contributiva y tasa de ocupación, 60 años o más, por sexo, alrededor de 2016 (En porcentajes)
60 años o más
Hombres, 60 años o más
Mujeres, 60 años o más
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y Organización Internacional del Trabajo (OIT) 2018.
Al analizar esta relación por separado para hombres y mujeres se observa que se mantiene negativa para ambos sexos. Sin embargo, la relación es sumamente estrecha para los hombres, mientras que en el caso de las mujeres hay una dispersión mayor. Esto indica que entre las personas mayores persiste la pauta cultural del proveedor hombre que, aun en la vejez, estaría a cargo de asegurar la subsistencia de los miembros del hogar. También entre las mujeres se observa esta correlación negativa y la falta de ingresos por jubilación obliga igualmente a muchas de ellas a seguir trabajando en edad avanzada, fenómeno que podría relacionarse con la creciente proporción de jefas de hogar entre las mujeres mayores.
Si bien, en la comparación entre los países se registra una fuerte correlación negativa entre la cobertura de pensiones y la tasa de ocupación, esto no significa que el acceso a una pensión necesariamente conlleva la salida de la fuerza de trabajo. En efecto, la proporción de hombres y mujeres que trabajan a pesar de percibir una pensión no ha disminuido en el tiempo e incluso aumentó levemente (de 6,7% a 7,2%). Esto puede deberse, básicamente, a dos situaciones: la primera tendría que ver con el monto de las pensiones, que puede ser insuficiente para la subsistencia del hogar, de manera que las personas necesitan generar ingresos adicionales por medio del trabajo remunerado; la segunda, que se verá más adelante, puede estar relacionada con las preferencias de las personas mayores.
A raíz de las tendencias resumidas hasta ahora, se redujo la proporción de personas mayores que no trabajan ni perciben una pensión de 37,6% en 2002 a 31,7% en 2016. Sin embargo, alrededor de 2016, la proporción de este segmento especialmente vulnerable sigue siendo alta, sobre todo, para las mujeres (44,3%). Esto es obviamente resultado de la desigualdad de género con respecto a la división del trabajo, que excluye a una gran proporción de mujeres del mercado laboral, en particular del empleo formal que les permitiría acceder a una pensión basada en un sistema contributivo. De esta manera, la desigualdad que caracteriza la edad activa se reproduce en la edad de jubilación.
En el cuadro 2 se muestran la tasa de ocupación y la tasa de percepción de una pensión de las personas mayores según su nivel educativo. Estos datos indican que el segundo grupo de motivaciones para la actividad laboral de las personas mayores (el interés personal en una vida activa), también es relevante para la inserción laboral de dicho grupo etario. Allí se observa —en cierto sentido contrario a la correlación negativa establecida a nivel agregado entre el acceso a una pensión y la inserción laboral— que entre las personas mayores las con mayor nivel de estudios (13 años y más) cuentan con la mayor proporción que perciben una pensión (el 61,5% de las personas de 60 años y más en 2016, en comparación con el 35,6%-49% para los otros grupos educativos) y a la vez tienen la tasa de ocupación más alta (el 41,4% en comparación con el 33,4%-38,7% para los otros grupos educativos).
Cuadro 2: América Latina (países seleccionados): tasas de ocupación y de percepción de una pensión entre las personas mayores, según años de estudio, sexo y situación jubilatoria, alrededor de 2016 (En porcentajes)
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y Organización Internacional del Trabajo (OIT) (2018).
Nota: TO= tasa de ocupación, TPP= tasa de percepción de una pensión.
El hecho de que los máximos valores para ambos indicadores coincidan en el grupo con niveles educativos más elevados, mostraría la presencia de un segmento (minoritario en el conjunto de las personas mayores que trabajan) en que la motivación para trabajar a edad avanzada se relaciona más con las preferencias, que con las necesidades de esas personas.
Por último, la tasa de desempleo abierto de las personas mayores suele ser relativamente baja. Por ejemplo, en el último trimestre de 2017, la tasa de desocupación en Chile fue del 6,4% (6% para los hombres, 6,8% para las mujeres). En contraste, la tasa de desempleo abierto de las personas de 60 años y más fue del 2,7% (3% para los hombres, 2,1% para las mujeres)[3]. A este bajo nivel contribuirían los siguientes factores:
- Las personas mayores que tienen una inserción laboral involuntaria necesitan ingresos laborales y no pueden darse el lujo de quedar desempleadas.
- Entre los adultos ocupados, la agricultura está sobrerrepresentada y en esta rama de actividad la tasa de cesantía habitualmente está por debajo del promedio.
- Muchas de las personas mayores que trabajan por preferencia más que por necesidad tienen su propio proyecto económico o trabajan a partir de una oportunidad que se les ofrece, más que después de una búsqueda de empleo.
En comparación con el conjunto de los ocupados, entre las personas mayores destaca la mayor proporción de empleadores y trabajadores por cuenta propia (véase el cuadro 3). En contraste, la proporción de asalariados es menor que entre los ocupados en su conjunto y disminuye gradualmente con la edad.
Cuadro 3: América Latina (países seleccionados): personas mayores (60 años y más) ocupadas, según categoría de ocupación, por sexo, 2002, 2012 y 2016 (En porcentajes)
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y Organización Internacional del Trabajo (OIT), sobre la base de encuestas de hogares de la Argentina, el Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, México y el Perú.
En términos generales, la elevada proporción del empleo independiente en este grupo de edad estaría relacionada con dos situaciones generales: en primer lugar, la preferencia de los empleadores por personas más jóvenes puede excluir a las personas mayores del empleo asalariado y, en segundo lugar, las personas mayores pueden preferir un trabajo independiente y aprovechar las habilidades y los conocimientos adquiridos a lo largo de su vida laboral. En el primer caso, la inserción se caracterizaría por condiciones laborales precarias, mientras que en el segundo no necesariamente es así.
Además, en vista de que los sistemas de pensiones contributivas suelen diseñarse en relación con empleos formales y que estos se centran en las zonas urbanas, se puede suponer que existe una relación significativa con la estructura productiva y, específicamente, con el peso del empleo agropecuario. En el promedio de 17 países latinoamericanos, a inicios de la década actual, el 11% de los ocupados en el sector agropecuario tenían 65 años o más de edad, en marcado contraste con las otras ramas de actividad, donde esta proporción oscilaba entre el 1,5% en el sector de electricidad, gas y agua y el 5,1% en el comercio (Weller, 2016).
En consecuencia, el 41,2% de las personas mayores ocupadas de 65 años o más de edad trabajan en el sector agropecuario. Esta permanencia productiva de las personas mayores del sector agropecuario refleja la falta de fuentes de ingreso alternativas a causa de la debilidad de los sistemas de pensiones en las zonas rurales, sobre todo para los trabajadores agropecuarios. También se debe a las características específicas de la economía campesina y la falta de mecanismos de transición intergeneracional en el manejo de las fincas. En consecuencia, el mencionado peso relativo de la agricultura en el trabajo de las personas mayores está relacionado con la marcada presencia de empleadores y trabajadores por cuenta propia en este sector.
En resumen, en América Latina la falta de una pensión surge como factor principal para la inserción laboral de las personas mayores, ilustrado por una correlación negativa muy marcada entre la proporción de personas mayores con acceso a una jubilación y la tasa de ocupación de este grupo etario. Por otra parte, si bien entre 2002 y 2016 aumentó la proporción de personas mayores que perciben una pensión de un sistema contributivo, la tasa de ocupación de este grupo etario no bajó sino aumentó levemente, incluso entre las personas que perciben una pensión. Esto reflejaría, por un lado, los bajos montos de muchas pensiones y, por el otro, sobre todo entre personas de mayor nivel educativo, la preferencia de mantenerse económicamente activas (para seguir haciendo una contribución productiva, mantener relaciones sociales, plantearse objetivos específicos, entre otras cosas). Los aumentos de la tasa de ocupación y de la cobertura de las pensiones contributivas incidieron en una reducción de las personas mayores sin ingreso de ninguna de estas dos fuentes. Sin embargo, sobre todo entre las mujeres, la proporción de personas sin ingresos se mantiene elevada. La futura evolución de la inserción laboral de las personas mayores, se verá influida por los desafíos en la construcción de sistemas de pensiones con montos dignos -en un contexto de acelerado envejecimiento- y las opciones de combinación de trabajo remunerado y pensión para la inserción laboral voluntaria.
Bibliografía
CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) (2017), Derechos de las personas mayores: retos para la interdependencia y autonomía (LC/CRE.4/3/Rev.1), Santiago, octubre.
Naciones Unidas (2016), Informe de la Experta Independiente sobre el disfrute de todos los derechos humanos por las personas de edad. Nota de la Secretaría (A/HRC/33/44), Nueva York, julio.
Scheil-Adlung, X. (2013), “Older workers: how does ill health affect work and income?”, Ginebra, Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Weller, J. (ed.) (2016), Brechas y transformaciones: la evolución del empleo agropecuario en América Latina, Libros de la CEPAL, N° 141 (LC/G.2695-P), Santiago, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), diciembre.
[1] Este texto se basa en CEPAL y OIT, 2018, La inserción laboral de las personas mayores: necesidades y opciones. Coyuntura laboral en América Latina y el Caribe, núm.18, mayo.
[2] Los países cubiertos son: Argentina, a nivel urbano, y Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, México y Perú, a nivel nacional. Estos países representan el 80,7% de la población de América Latina con 60 años y más.
[3] Elaboración propia, sobre la base de Instituto Nacional de Estadísticas (INE), “Encuesta Nacional de Empleo, ENE” [base de datos en línea] http://www.ine.cl/estadisticas/laborales/ene?categoria=Situaci%C3%B3n%20de%20Fuerza%20de%20Trabajo. .