Comunicado de prensa
Palabras de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, con ocasión de la Conmemoración de los 70 años de la CEPAL
Miércoles 10 de enero
Santiago de Chile-CEPAL
Excelentísima Michelle Bachelet Jeria, Presidenta de la República de Chile;
Heraldo Muñoz, Ministro de Relaciones Exteriores de Chile;
Enrique Iglesias, ex Secretario Ejecutivo de la CEPAL;
Gert Rosenthal, ex Secretario Ejecutivo de la CEPAL;
José Antonio Ocampo, ex Secretario Ejecutivo de la CEPAL;
José Luis Machinea, ex Secretario Ejecutivo de la CEPAL;
Representantes del Gobierno de Chile;
Representantes del cuerpo diplomático y de instituciones académicas;
Representantes del sistema de las Naciones Unidas en Chile;
Colegas de la CEPAL;
Amigas y amigos,
Es para mí un honor recibirles hoy, cuando iniciamos las actividades por la conmemoración de los 70 años de esta Casa. Se trata de siete décadas de una intensa y fructífera labor que ha acompañado a los pueblos latinoamericanos y caribeños en su transitar histórico, superando los momentos adversos y dolorosos, y aprendiendo de ellos, renovar esperanzas y avanzar.
¿Y qué mejor que celebrar con ustedes que son quienes conformaron los cimientos intelectuales de esta casa de latinoamericanos y caribeños? Les reitero, queridos Enrique, Gert, José Antonio y José Luis, mi profunda gratitud, por las huellas firmes que imprimieron en nuestra historia compartida, y por el rico intercambio que acabamos de tener en la mesa redonda.
Presidenta Bachelet, gracias a usted, y por su intermedio al pueblo de Chile, que por siete décadas nos ha brindado su cálida hospitalidad como país sede.
Y muy especialmente a todos los colegas de CEPAL que hoy siguen abriendo la senda hacia el desarrollo sostenible con igualdad.
Y es con la esperanza de que, en nuestra región, con el esfuerzo colectivo, alcanzaremos el desarrollo sostenible con igualdad así como la paz y la democracia que tanto anhelamos, que les invito a repasar algunas de las estaciones de la historia de nuestra Casa de pensamiento latinoamericano y caribeño.
En la segunda la década de 1940, el mundo entero vivía los difíciles años de la posguerra. Los países de Europa occidental afrontaban un proceso arduo de reconstrucción luego de una Segunda Guerra Mundial que impuso la pérdida de millones de vidas, destruyó ciudades y dañó severamente sus bases económicas y capacidades productivas.
La preocupación por la reconstrucción de los que fueron los escenarios más cruentos del conflicto global derivó en la creación en 1947 de las comisiones económicas de Europa y el Lejano Oriente. Ese mismo año, el diplomático chileno Hernán Santa Cruz, en calidad de representante de su Gobierno ante el Consejo Económico y Social (ECOSOC), propuso la creación de una Comisión Económica para América Latina, cuyo objetivo central sería superar las desventajas productivas, tecnológicas y de intercambio comercial que limitaban su desarrollo económico. Es así como el 25 de febrero de 1948 se constituye la CEPAL en Santiago de Chile.
De manera inmediata, la CEPAL inicia un periodo intelectual muy fructífero bajo la conducción de Gustavo Martínez Cabañas con un grupo de extraordinarios economistas y científicos sociales que más tarde conformarían las bases de un pensamiento latinoamericano original.
Martínez Cabañas convocó a Raúl Prebisch para redactar la introducción del primer Estudio Económico de la América Latina (1949), escrito en el que Prebisch plasmó sus ideas y que tituló “El desarrollo Económico de América Latina y algunos de sus principales problemas”, que fue denominado en los debates, y en el ámbito de los estudiosos del desarrollo, como “el manifiesto latinoamericano”.
Algunas ideas claves de este manifiesto han sido ejes ordenadores del pensamiento cepalino hasta nuestros días, con sus necesarias renovaciones y ajustes a medida que la evidencia empírica se acumulaba y surgían nuevos avances teóricos. Sin duda la concepción del sistema centro-periferia es una de esas ideas y la mirada de la industrialización como canal para absorber el progreso técnico.
Las ideas de Prebisch iban de la mano con instituciones fuertes en lo nacional, para implementar las políticas de transformación, e instituciones fuertes en lo internacional, para que el comercio pudiera ser el gran “asistente del crecimiento”, como lo llamó Díaz-Alejandro.
El énfasis en las asimetrías tecnológicas y de productividad, estructura productiva y desigualdad, han sido constantes en el pensamiento de la Casa que, como bien relató Octavio Rodríguez, es el fundamento de la teoría del desarrollo a partir de la tradición y absorbiendo lo mejor que ofrecen los avances en la economía y la disponibilidad de informaciones y análisis empíricos.
Esta Casa ha demostrado que lo social no se juega solo en lo social y que las dinámicas sociales y políticas son parte central del análisis económico. Fue en esta Casa donde José Medina Echavarría, Enzo Faletto y Fernando Henrique Cardoso propiciaron un nuevo aporte teórico: la sociología del desarrollo y la heterogeneidad estructural.
El eje temático que rigió nuestra acción en los años de 1970 fue el de los estilos de desarrollo, incorporando la dimensión ambiental introducida por Osvaldo Sunkel, quien además contribuyó con estudios para comprender la inflación, pero también el comportamiento del capitalismo transnacional.
Pero los años de 1970 fueron complejos y traumáticos para la región, especialmente en el Cono Sur del continente, debido a la irrupción de las dictaduras militares. La CEPAL, bajo la dirección de Enrique Iglesias, jugó un papel de resistencia moral e intelectual a partir de septiembre de 1973. Don Enrique, con gran inteligencia y valentía, tuvo el enorme mérito de defender la permanencia de Santiago como sede de la CEPAL, preservando sus preceptos institucionales, su independencia y el valioso acervo de pensamiento consolidado desde 1948 y sobre todo de defender de manera irrestricta los derechos humanos.
Imposible olvidar a Fernando Olivares Mori, y a Carmelo Soria.
Durante la mayor parte de los 1980, la discusión se concentró en los problemas de corto plazo generados por la deuda externa y la inflación, que afrontó don Enrique con gran profesionalismo. Analizó la política económica de corto plazo y coyuntural. Con él esta Casa además termina por adoptar su rostro cabal, completo y por resolución del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, desde el 27 de julio de 1984 integra a su nombre, y a su atención cotidiana, al Caribe.
En este periodo, la CEPAL equilibró, no sin tensión, la importancia de la coyuntura con la preocupación por los problemas del largo plazo y bajo la dirección de Gert Rosenthal, Fernando Fajnzylber puso en el centro del análisis la incapacidad de nuestras economías de crecer sostenidamente mediante la incorporación de progreso tecnológico, reduciendo a la vez la desigualdad en la distribución de ingresos, desafiando la visión del “consenso de Washington”, que suponía que simplemente dejar actuar a las fuerzas del mercado y desmontar el sistema anterior bastarían para impulsar el desarrollo, en el marco de un modelo único.
El enfoque de transformación productiva con equidad tuvo varias extensiones en los años 90 que exploraron los vínculos con el desarrollo demográfico, la educación, el medio ambiente y la integración comercial. Una propuesta de gran vigencia fue sin duda el regionalismo abierto en 1994, con énfasis en la competencia genuina a partir de la reducción de brechas tecnológicas y laborales.
Un aspecto central del pensamiento cepalino ha sido la política fiscal. Con José Antonio Ocampo en 1998, se consolidó la propuesta de un Pacto Fiscal que refleje el acuerdo social y político de nuestras sociedades para lograr mayor equidad y combatir la cultura del privilegio que otorga la evasión y la elusión fiscal y que hoy sigue siendo una tarea pendiente en muchos países de la región. Ocampo incorporó las nuevas dimensiones y desafíos de la globalización, especialmente centrada en las tensiones creadas por los desequilibrios externos, la ausencia de una arquitectura financiera internacional y los impactos sobre el medio ambiente global.
En este periodo, se destaca la importancia de una macroeconomía para el desarrollo, la incorporación de otras escuelas de pensamiento económico (basadas en Keynes y Schumpeter) centrada en políticas macroprudenciales, el manejo de la cuenta de capitales y el tipo de cambio real con el apoyo de economistas de la talla de Ricardo Ffrench Davis y Jorge Katz.
Entre 2003 y 2008, gran parte de la región transita por una época de bonanza a partir de mejores términos de intercambio y bajo la dirección de José Luis Machinea, se producen tres contribuciones importantes: el análisis de los sistemas de protección social, la relevancia de la cohesión social para el desarrollo, con aportes de Ernesto Ottone, y una evaluación crítica de los procesos de cambio estructural y la necesidad de retomar las políticas industriales.
Si bien la crisis financiera global iniciada en 2008 llegó desde afuera, encontró condiciones propicias para propagarse, desencadenando gravísimas reacciones que se multiplicaron por la economía real. La crisis no fue solo la expresión de una debilidad regulatoria de los sistemas financieros. Nuestra hipótesis fue, y sigue siendo, que esta crisis puso fin a “un estilo de desarrollo” y abrió nuevas sendas para el debate económico, social y ambiental.
A partir de 2009, la CEPAL propuso una agenda que pone a la igualdad en el centro del desarrollo sostenible y al cambio tecnológico como el motor para la transformación de la matriz productiva. Esta propuesta ha ido madurando desde 2010 hasta la fecha a partir de superar la concepción de equidad entendida como una mejor distribución del ingreso por una lógica de igualdad de derechos en los planos económico, social y político.
Así consideramos, con el invaluable apoyo de Martín Hopenhayn, que en América Latina y el Caribe ha llegado la hora de la igualdad. La hora de crecer para igualar pero también de igualar para crecer. Se articuló lo que llamamos “la trilogía de la igualdad” con base a ejes de política como: macroeconomía para el desarrollo, fiscalidad e institucionalidad, diversificación, productividad e industrialización, innovación tecnológica, el trabajo con derechos, el gran impulso ambiental que solo serán realizables a partir de pactos y coaliciones políticas y sociales que exigen una nueva ecuación entre el Mercado, el Estado y la Sociedad.
A esta trilogía de la igualdad se integró “Horizontes 2030. La igualdad en el centro del desarrollo sostenible” que interpela a la recién aprobada Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus 17 objetivos, contextualizando el análisis en el sesgo recesivo mundial y el cambio climático (la mayor falla de mercado de todos los tiempos), entre otros factores.
Queridos amigos, 2018 es para mí un año especial, no solo por los 70 años de la fundación de esta Casa, sino porque también se cumple una década desde que inicié mi mandato como Secretaria Ejecutiva de CEPAL. Y me honra mucho ser la primera mujer en ocupar este cargo en la historia de nuestra querida institución.
Esta última década ha representado, parafraseando a Osvaldo Sunkel, no una época de cambios sino un verdadero cambio de época, caracterizada por transformaciones geopolíticas de grandes dimensiones, con la irrupción de China y las tendencias de un mayor nacionalismo económico con efectos en el proteccionismo en Estados Unidos y Europa, por la masificación de la migración sur-norte, por una revolución tecnológica vertiginosa que ha reducido la composición de cadenas de valor y donde la tecnología de la información transforma el intercambio de bienes tangibles a intangibles, el cambio en el modelo de negocios basado en redes (Google, Facebook, Amazon), con cambios profundos en las jerarquías de poder, con impactos en el nuevo rol del Estado y la organización social. La revolución tecnológica ha conectado a más de 5 mil millones de personas mediante tecnologías móviles y la mitad de la humanidad usará internet este año. Cambios que llevaban décadas en el siglo XX se procesan en solo años o incluso meses en la actualidad. Términos, como robótica, inteligencia artificial e internet de las cosas, que parecían tan distantes hace pocos años hoy son imprescindibles en cualquier discusión sobre el crecimiento económico y el empleo. La disrupción digital ha cambiado y seguirá cambiando a ritmo acelerado nuestro patrón de consumo y nuestra forma de producir.
Como otras revoluciones tecnológicas, nuestra región ha recibido ésta desde afuera, pero nuestra respuesta ha sido mucho más dinámica que en el pasado: más de 75% de los millenials usa internet. Este desarrollo de capacidades es un activo importante, pero no suficiente. Seguimos sin producir componentes cruciales de los ecosistemas digitales, no solo hardware, sino también aplicaciones y contenido. Si bien tenemos algunas plataformas digitales con base en la región que se han internacionalizado, aún distan de ser jugadores de escala global.
La disrupción digital no esperará por nosotros. Llegar tarde a las revoluciones industriales de los siglos XIX y XX nos costó un fuerte rezago del que no terminamos de salir. No podemos repetir ese fracaso en la revolución digital. El instrumento que ha propuesto la CEPAL, y ha sido ampliamente acogido en la región, es avanzar hacia un mercado digital regional que permita aprovechar las economías de escala y de red para contar con un mercado potencial de 600 millones de personas, más de la mitad de la cuales ya están conectadas.
Si no respondemos a este desafío, nuestra región será solo un buen mercado para la competencia entre las plataformas digitales globales, fundamentalmente de los Estados Unidos y de China.
La competencia por el liderazgo digital entre estas dos potencias es parte crucial de las tensiones geopolíticas que introducen nuevas variables al orden internacional. El ascenso del este de Asia y los recientes cambios políticos en Estados Unidos y en Europa han puesto presión sobre la agenda global y resultado en un quiebre del consenso acerca de los desafíos urgentes que la comunidad internacional debe abordar, la solución a ellos, y quiénes serán los actores que liderarán estos procesos.
El multilateralismo y la gobernanza global –esos pilares centrales y fundamentales para el bienestar mundial– enfrentan una seria crisis. Pero ella abre espacios a nuevos actores –los países en desarrollo como los nuestros– y a nuevas ideas para crear una agenda centrada en la igualdad y el desarrollo sostenible. Esta oportunidad –y la convicción de que el multilateralismo sí es la respuesta a los retos globales– debe guiar nuestro esfuerzo, en especial para actuar con decisión para enfrentar el cambio climático. Esto, como nos recuerda Osvaldo Sunkel, exige acción colectiva y simultánea (o sea multilateralidad) para lograr la provisión de este bien público global.
Nuestra responsabilidad es enorme. Somos la primera generación que tiene irrefutable evidencia sobre la mayor falla del mercado de todos los tiempos y probablemente la última en tener la oportunidad de hacer algo para resolverla.
La gran pregunta que nos hacemos constantemente es qué rol cabe a América Latina y el Caribe en este mundo, en un contexto de desigualdad y menor productividad, con atraso tecnológico y de capacidades humanas. Cómo repensamos a la región en este contexto.
Hoy, la percepción general es que el ciclo económico global comienza a repuntar pero no debemos dejar de tener en cuenta que no está exento de incertidumbres y desafíos que se originan en el ámbito de la economía real, en la dinámica financiera global y en factores de índole geopolítica. Persisten los efectos de un período prolongado de bajo crecimiento, tanto sobre el comercio y la inversión como sobre los mercados laborales y la productividad, y sobre todo incertidumbre.
A estos desafíos de mediano plazo se suman riesgos que se están gestando desde los mercados financieros y otros que provienen de la política económica de países con peso en la economía mundial –no solo en la política monetaria sino también en la política fiscal- como el caso de los Estados Unidos.
En este contexto se requiere avanzar en el cambio estructural progresivo en el marco del gran impulso ambiental. Esto es la transformación productiva. Esto es, hacerse cargo de los problemas que genera la heterogeneidad productiva que redundan en bajos niveles de productividad y salario. Asimismo para enfrentar los desafíos de la economía del futuro y los cambios tecnológicos, la región debe ser capaz de aumentar significativamente sus tasas de inversión (pública y privada), avanzar en la investigación y desarrollo, y adecuar la estructura económica de nuestros países a la economía del conocimiento e innovación.
Las tensiones geopolíticas han introducido nuevas variables al orden internacional establecido en la posguerra, desde 1945. El multilateralismo y la gobernanza global –esos pilares centrales y fundamentales para el bienestar mundial- enfrentan una crisis sin precedentes.
Es urgente restablecer una agenda de cooperación internacional bajo premisas distintas. En un mundo en que la amenaza del cambio climático es global, es necesario actuar colectivamente; en un mundo donde las finanzas son globales es preciso acordar regulaciones que disminuyan la incertidumbre e inestabilidad, y así recuperar las tasas de inversión y crecimiento; en un mundo donde los desequilibrios del comercio y crisis externas se traducen en problemas de empleo y estabilidad en cada uno de los países; en que los conflictos internos generan crisis de refugiados que llegan a los países vecinos y gradualmente alcanzan a los más alejados; y en que las desigualdades en el nivel de desarrollo y bienestar inducen grandes flujos migratorios que son difíciles de absorber en los países de destino, no es posible pensar en soluciones unilaterales o incluso bilaterales.
La Agenda 2030 ha sido un gran paso inicial que indica un camino a seguir pero es insuficiente si no se reducen las brechas tecnológicas y de transformación de los patrones de especialización de la periferia. La cooperación permite que estos escenarios de conflictividad se vuelvan escenarios de cooperación con bienes públicos globales, reducción de asimetrías y beneficios mutuos para los actores del sistema.
La CEPAL continúa trabajando en torno a la centralidad de la inclusión y la igualdad para el crecimiento sostenido y el desarrollo. Podemos resumir su mensaje con la expresión que el historiador Alfred Cobban usara para explicar los motivos que llevaron a Francia a adoptar planes de desarrollo a finales de los 1950 y principios de los 1960: “la pobreza es ineficiente”. Nosotros lo extendemos para decir: “la desigualdad es ineficiente e insostenible”.
¿Por qué la desigualdad es ineficiente? Porque genera instituciones que no promueven la productividad, al premiar la pertenencia a una clase social, etnia, género o las conexiones políticas; y porque genera una cultura de privilegio que refuerza estas desigualdades, las incorpora a las relaciones sociales como algo aceptable y natural, y las reproduce en el tiempo. La igualdad, además, fortalece la democracia, y ésta a su vez está asociada a la provisión de más y mejores bienes públicos, con efectos positivos sobre la productividad y la sostenibilidad. Profundiza la visión de que la igualdad, democracia y desarrollo son caminos complementarios y no contradictorios.
Los costos de las instituciones excluyentes y la cultura del privilegio son muchos. Reparemos por ejemplo en las enormes pérdidas de productividad potencial que devienen de la desigualdad de acceso a la educación, que no solo ocurren en una generación, sino que se transmiten intergeneracionalmente, ya que hay una correlación elevada entre el nivel educativo de los padres y el de los hijos, mucho mayor que la que se observa en las economías desarrolladas. Esto es especialmente grave cuando se piensa que las capacidades y su difusión son condiciones imprescindibles para que nuestras economías puedan competir y generar empleos en el contexto de la revolución tecnológica.
La heterogeneidad estructural hunde sus raíces en la cultura del privilegio, emerge de una combinación de accesos privilegiados a los recursos naturales, captura de rentas públicas o de cuasirrentas por los agentes con mayor poder económico y político, y la conjunción de estructuras poco diversificadas y de baja intensidad en conocimientos con instituciones poco eficientes. La orientación de inversiones hacia esta estructura tradicional se sustenta en incentivos de precios relativos, estructuras de gastos, subsidios, provisión fiscal de infraestructura y acceso al financiamiento, que refuerzan la desigual distribución primaria de recursos. Y posteriormente la fiscalidad no logra corregir esta desigualdad porque la propia cultura de privilegios sostiene un sistema con altas exenciones y bajo impuesto a la renta.
En América Latina y el Caribe persisten privilegios tributarios que se concretan en exenciones, evasión y bajo impuesto a la renta. Gran parte de la carga tributaria es indirecta y recae sobre el consumo, mientras que el impuesto a la renta es inferior al promedio de los países de la OCDE. La carga tributaria promedio de la región es la mitad de la registrada en un promedio de 15 países de la Comunidad Europea, y esta diferencia se concentra en el impuesto a la renta personal. Mientras el grueso de la carga tributaria proviene de impuestos al consumo y tiene un efecto regresivo, la tasa efectiva de carga tributaria en ingresos del decil 10 alcanzó un 4,8% en la región en 2014, en contraste con el 21,3% promedio en los países de la Unión Europea.
Nuestra posición en la división internacional del trabajo del siglo XXI dependerá de que seamos capaces de generar ampliamente las capacidades y oportunidades que la misma requiere. Por otro lado, la discriminación cierra oportunidades que también representan trayectorias de aprendizaje y de innovación favorables a la productividad. La discriminación de género es un ejemplo de ello, aunque no el único. El techo de vidrio que restringe el avance de muchas mujeres en sus carreras es, también, un techo a la productividad.
Hoy, en pleno siglo XXI, en nuestro continente la pobreza tiene aún rostro de mujer. Un tercio de las mujeres latinoamericanas no logra generar ingresos y son económicamente dependientes. Y cuando lo generan tienen un salario menor al 84% respecto al hombre en iguales características y años de escolaridad.
Para alcanzar la autonomía económica, se requiere de políticas activas de empleo, capacitación, oportunidades y promoción laboral, acceso al sistema financiero y ampliación de la protección social para todas las mujeres.
Al iniciar una nueva década, la CEPAL tiene plena conciencia de las complejas transformaciones que seguirán afectando a nuestra región y al mundo. Estas transformaciones han sido asumidas también en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, que lleva adelante - impulsadas por nuestro Secretario General, António Guterres-, tres procesos de reformas: La reforma administrativa,; la reforma del Pilar de Desarrollo y la reforma del Sistema de Paz y Seguridad. Las tres entrecruzadas por la urgente necesidad de ser más asertivos respecto a la prevención y anticipación de conflictos y problemas, de estar más preparados para apoyar a los países a impulsar la Agenda 2030 y a cerrar las asimetrías globales, a las nuevas demandas de los países y a la nueva naturaleza de los problemas que buscamos abordar tanto a nivel nacional como regional y global, ya sea conflictos o desafíos de la magnitud del cambio climático.
Ante las grandes transformaciones globales, ante los nuevos desafíos y retos regionales, la CEPAL refuerza hoy su convicción política y su compromiso ético por elaborar agendas que hagan una lectura correcta de la realidad latinoamericana y caribeña.
Querida Presidenta; queridos Enrique, Gert, José Antonio y José Luis; amigas y amigos, este nuevo aniversario nos ofrece, más que nunca, la oportunidad de revitalizar nuestra misión y reafirmar nuestro compromiso con los valores que sustentan nuestro trabajo cotidiano. Este aniversario nos ofrece repensar en el ayer, concretar el hoy y construir el mañana.
Nos ofrece preservar y promover la dignidad y el bienestar de los habitantes de esta vasta y diversa región, y abogar por una mayor igualdad de derechos y oportunidades para todas y todos.
Ha sido, es y será nuestra profunda convicción y hacia allá, tal como ayer, tal como hoy y tal como será mañana, seguiremos trabajando incansablemente.
Esa voluntad, hace 70 años, y hoy también, tiene destinatarios concretos, rostros y nombres. Lo que hacemos, lo que hemos hecho, ha buscado siempre un objetivo nítido: el bienestar de esos hombres y mujeres pintan con sus colores y sueños esta patria común que es Latinoamérica y el Caribe. Apuntalar con datos y argumentos el camino compartido a una convivencia en justicia, dignidad e igualdad de derechos.
La inteligencia implacable de Octavio Paz de se preguntaba, en su poema monumental Piedra de Sol, y cito:
“…¿cuando somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los otros,
la vida no es de nadie, ¿todos somos
la vida? pan de sol para los otros,
¿los otros todos que nosotros somos?,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros…”
Hoy cuando conmemoramos estas siete décadas de andar, de trabajar e imaginar futuros mejores, decimos con Paz, junto a los pueblos de este continente preñado de dolores y triunfos, “siempre somos nosotros”.
Muchas gracias.