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Taller sobre Perspectivas del Cambio Climático en América Latina y el Caribe

8 de octubre de 2014|Discurso

Palabras de bienvenida de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL.

Palabras de bienvenida de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en ocasión del Taller sobre Perspectivas del Cambio Climático en América Latina y el Caribe

Santiago, 8 de octubre de 2014

CEPAL

 

Fernando Farías, Director de Cambio Climático del Ministerio de Medio Ambiente de Chile y Presidente de la Plataforma Regional de Estrategias de Desarrollo Bajo en Emisiones para América Latina y el Caribe (LEDS LAC),

Margarita Astrálaga, Directora Regional para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA),

Teresa Ribera, Directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales, cuya extitular, Laurence Tubiana es hoy la representante especial del Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de Francia, Laurent Fabius, para el vigesimoprimer período de sesiones de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático , que tendrá lugar en París en 2015,

Señores y señoras representantes de los gobiernos y de las instituciones de investigación y miembros de la Estrategia de Desarrollo Bajo en Emisiones que inicia sus debates del día de hoy,

Señores expertos y amigos, Ana María Majano, Fernando Tudela y René Castro,

Colegas del sistema de las Naciones Unidas,

Amigas y amigos:

Permítanme darles la bienvenida a la CEPAL, a este seminario destinado a reflexionar sobre las perspectivas del régimen internacional de cambio climático.

El presente año y 2015 son claves para alcanzar acuerdos, basados en valores compartidos, para la coordinación de la acción internacional en materia de seguridad climática, desde las distintas circunstancias de las naciones y bajo el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas.

¿Por qué la renovada urgencia de acuerdo en estas conferencias? Primero, porque tras la evidencia presentada por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en su Quinto Informe de Evaluación, hoy no cabe duda de que son nuestros patrones de producción y consumo, nuestra noción de progreso y las leyes y el sistema económico que hemos creado, lo que está en el fondo de la amenaza del calentamiento global. Estamos alcanzando el límite de la capacidad de carga del planeta.

En segundo término, porque el tiempo y la oportunidad de ser efectivos como humanidad para asegurar la seguridad climática se agota.

Durante el período 2000-2012 se registró la más alta tasa de crecimiento de emisiones de los últimos 40 años, que en esos trece años aumentó un 2,6%. De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial, en 2013 tuvimos el aumento récord de un 2,3% en un solo año y se estima que hoy las emisiones mundiales se encuentran un 61% por encima del nivel de 1990.

Esta tasa de crecimiento probablemente refleja la interacción combinada del crecimiento de las emisiones. Por un lado, la capacidad de absorción es hoy menor, especialmente la de los océanos y los bosques, y esta evidencia o bien nos lleva a un futuro sombrío, o bien a una economía vital y muy distinta a la actual.

Por otra parte, los actuales compromisos de mitigación de gases de efecto invernadero a nivel global son cada vez más insuficientes para lograr la estabilización de las condiciones climáticas.

El reto es pasar de las aproximadamente 7 toneladas per cápita de CO2 que se emiten hoy a unas 2 toneladas per cápita en 2050. Esto solo será posible mediante un acuerdo global y una revolución —no un cambio marginal— en la tecnología, en el diseño urbano, en la idea de progreso y bienestar, en las instituciones, en el fondeo y en el funcionamiento de la economía.

Necesitamos un cambio paradigmático en los patrones de producción y consumo consistente con la solución de este problema.

De esa profundidad es el reto para la sostenibilidad de un desarrollo inclusivo, sostenible y con eje en la igualdad.

Durante la reciente Cumbre sobre el Clima 2014, convocada por el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, el pasado 23 de septiembre, vimos avances, saltos en la discusión de temas como la gradual entrada del financiamiento privado y público para atender el cambio en los patrones de inversión y para financiar la adaptación, el entendimiento y el compromiso de los mandatarios y jefes de Estado. Se debatieron especialmente la capitalización del fondo verde de alrededor de 2.500 millones dólares y de líneas de crédito para bonos verdes soberanos y semisoberanos por un valor aproximado de 75.000 millones de dólares. Valoramos muy positivamente estas señales.

La región será el centro de atención mundial en 2014. El vigésimo período de sesiones de la Conferencia de las Partes (COP 20) que se celebrará en Lima será el escenario de lo que podría ser un hito en la negociación global. Por ello, la CEPAL está aquí para acompañar los esfuerzos de América Latina y el Caribe de cara a esta Conferencia de las Partes.

¿Cuál es la perspectiva como región? Desde hace una década, la CEPAL estudia los costos económicos y sociales del cambio climático en los países de América Latina y el Caribe, aportando información estadística necesaria para la toma de decisiones y planteando diversas recomendaciones de política pública.

Los estudios realizados en distintos países sugieren que los costos económicos del cambio climático se ubicarían entre un 1,0% y un 4,5% del PIB anual una vez que la temperatura aumente 2,5 °C. La CEPAL calcula un costo cercano al 3% anual.

Estos cálculos tienen un alto nivel de incertidumbre, pues corresponden a un escenario de largo plazo y no incorporan todos los efectos potenciales ni los posibles resultados de las acciones de adaptación. Son, sin embargo, indicativos de una ruta probable y ofrecen suficiente evidencia que ya permite observar el impacto y con ello incorporar las variables del cambio climático a la planificación del desarrollo a mediano plazo en las decisiones públicas, por ejemplo, en las inversiones de infraestructura.

La inversión es el puente entre el corto y el mediano plazo y estos estudios, como el de vulnerabilidad costera y los escenarios con diferentes temperaturas y nivel del mar, permiten anticiparse y generar proyectos de infraestructura viable y sostenible para los próximos 50 a 60 años.

América Latina y el Caribe contribuye en menor medida que otras regiones al cambio climático; no obstante, como veremos más adelante, es particularmente vulnerable a sus efectos.

Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de la región representan el 9% del total mundial, con una tasa de crecimiento anual del 0,6% entre 1990 y 2011 (en comparación con el 1,5% global).

Lo característico de esta región es que una proporción significativa de las emisiones proviene del cambio de uso del suelo, la deforestación y la agricultura. Estos sectores serán, además, los más afectados ante aumentos de temperatura o nivel del mar, particularmente por los enormes cambios en los patrones hidrológicos que aumentarán las sequías a mediano plazo y las inundaciones a corto plazo.

En la CEPAL consideramos que el desafío más acuciante para la región en estos momentos es la adaptación al cambio climático, especialmente en los pequeños Estados insulares en desarrollo del Caribe y los países centroamericanos, y en sectores vinculados a la producción de alimentos, en infraestructura costera y en zonas urbanas densamente pobladas.

Se ha estimado que los costos anuales de adaptación para América Latina y el Caribe ascienden a cerca del 0,5% del PIB anual regional. Aunque son preliminares, estos cálculos reflejan claramente la tendencia del fenómeno.

Urge que la región diseñe e implemente estrategias de adaptación con mirada de largo plazo como la protección de cuencas hidrológicas, la conservación forestal y de suelos en las zonas altas, el desazolve periódico en las zonas bajas y la prevención frente a los huracanes. Cabe señalar, que la inacción en esas esferas ya ha ocasionado inundaciones en cuencas importantes del sur de México y el norte de Colombia.

La vulnerabilidad de los países latinoamericanos y caribeños se ve acentuada por su geografía, por la concentración urbana (un 80% en 2014 que llegará al 90% en 2025), por la distribución de su población e infraestructura, por la extensión de sus zonas costeras tanto en el Pacífico como en el Atlántico, por la alta incidencia de desastres debidos a fenómenos naturales, por su dependencia de los recursos naturales y por la importancia de la actividad agrícola. Estas evidencias sugieren que el impacto del cambio climático en América Latina y el Caribe es ya relevante y probablemente sea mayor en el futuro.

Los principales riesgos se concentran en la agricultura, la disponibilidad de agua, las altas probabilidades de sequía, la conservación de los bosques, la pérdida de biodiversidad, la salud de la población, el turismo en zonas costeras y la reducción de la pobreza urbana y rural.

El dinamismo económico que ha experimentado la región en la última década ha contribuido a reducir la pobreza y a mejorar las condiciones de vida de la población, pero también ha profundizado el patrón de consumo, en particular en energía y bienes duraderos, y ha generado consecuencias negativas tales como contaminación atmosférica, congestión con sus consiguientes pérdidas de productividad, y mayor consumo de energía fósil con sus consecuencias en el cambio climático.

Por ello, para América Latina y el Caribe, la región que tiene el más alto grado de urbanización del planeta, la forma en que se aborde la provisión de servicios públicos como el transporte público y el tratamiento de los residuos sólidos y líquidos son factores críticos —junto con la adaptación— para orientar su desarrollo de largo plazo.

La región aún está a tiempo de optar por caminos para un desarrollo con igualdad y sostenibilidad ambiental, especialmente en las ciudades y en zonas rurales fundamentales para la seguridad alimentaria y la protección de la biodiversidad.

Este es el momento para que la región tome decisiones cruciales respecto a patrones de producción y consumo y su vinculación con el aumento de la oferta y la calidad de los servicios públicos, así como al uso de energías renovables y de una matriz productiva más baja en carbono.

Saludo pues a los centros de investigación que examinan las aristas de la problemática climática en beneficio de los países y su accionar internacional, y los avances en materia de política pública para un desarrollo con una menor huella de carbono, como es la iniciativa de Estrategias de Desarrollo Bajo en Emisiones (LEDS) en manos de los gobiernos que nos acompañan hoy.

Es mi expectativa que el seminario aporte ideas y elementos para apoyar a los países. Se trata de un diálogo abierto informal cuyo objetivo es avanzar en el desafío más importante que confronta la humanidad.

Los países latinoamericanos y caribeños pueden ser actores fundamentales en este desafío global pero es preciso reconocer las asimetrías dado que es común observar que aquellos que más han contribuido históricamente a las emisiones de GEI no reciben los impactos más intensos del cambio climático y normalmente disponen de más recursos para adaptarse a las nuevas condiciones climáticas.

Para la CEPAL, el centro de la agenda de desarrollo es la igualdad, las disparidades de ingresos de capital y el acceso a la tecnología y a los bienes públicos.

Si bien las consecuencias del cambio climático son evidentes en la esfera ambiental, es en su dimensión social donde esos impactos adquieren mayor trascendencia. Tal como ocurre en momentos de catástrofes naturales, los más afectados son siempre los más desposeídos, los que menos recursos tienen para hacer frente a inundaciones, adaptarse a la escasez de medios o conseguir nuevas fuentes de energía o de agua.

El cambio climático es, por lo tanto, un factor de profundización de las desigualdades sociales, entre los países y dentro de ellos. Es nuestra obligación tomar las medidas correspondientes, antes de que sus consecuencias sean irreversibles.

Por este motivo, la igualdad y la justicia ambiental deben ser ejes centrales de nuestra acción climática, y debemos atender las necesidades de los más vulnerables sin perder de vista los objetivos de la convención.

El desafío del cambio climático es, en definitiva, el tránsito hacia un nuevo modelo de desarrollo sostenible para el que se precisa un cambio estructural virtuoso, que incorpore la tecnología y la innovación en el marco de las responsabilidades comunes pero diferenciadas.

Quisiera agradecer la presencia de todos ustedes y reconocer a los auspiciadores de esta reunión, el Gobierno de Chile, al PNUMA, a la Comisión Europea y el proyecto EUROCLIMA, al Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI) y a la Cooperación Regional Francesa.

Les deseo un debate muy fructífero y la CEPAL se pone a disposición para continuarlo.

Muchas gracias.