Nota informativa
"En un mundo más interconectado que nunca, donde los flujos financieros y de comercio se liberalizan, la movilidad de las personas, en cambio, se enfrenta a fuertes barreras que la restringen", señala la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su documento, Globalización y desarrollo, que presenta esta semana a los gobiernos de sus países miembros en Brasilia, durante su Vigesimonoveno período de sesiones.
"Las dificultades impuestas a la migración (?) revelan las asimetrías de una globalización que incluye individuos, poblaciones, países y regiones, y que al mismo tiempo excluye a otros tantos", sostiene esta Comisión de la ONU en un capítulo sobre el tema, donde contrasta la elevada movilidad de los capitales con la restricción de los desplazamientos internacionales de la mano de obra en esta tercera fase del proceso de globalización.
Allí postula que las desigualdades en los niveles de desarrollo son determinantes en estos movimientos. Para la CEPAL, la migración "es un fenómeno multifacético que exige la adopción de medidas multilaterales, basadas en la cooperación entre los Estados" y que debe superarse la aplicación de políticas unilaterales de los países. Resalta la "necesidad de aunar esfuerzos en la lucha contra el tráfico de inmigrantes, objeto de lucro de organizaciones que operan a escala internacional". Propone la inclusión de la migración en la agenda internacional y regional con tres grandes temas: gobernabilidad de la migración, vinculación con los emigrados y medidas para prevenir algunos riesgos asociados a ella.
El estudio destaca que, a comienzos del nuevo siglo, la legislación es mucho más restrictiva que en el pasado, se orienta a un mayor control de la inmigración ilegal, y que el libre movimiento de las personas se limita a ciertas regiones, dentro de los países de la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico), y a los trabajadores más calificados. Existe un sesgo a favor de la mano de obra calificada y los países desarrollados hacen esfuerzos deliberados para atraer especialistas escasos, lo que provoca una "fuga de cerebros" desde los países en desarrollo.
Sin embargo, "quienes presentan una mayor propensión a emigrar son trabajadores con una calificación relativamente baja interesados en desplazarse de sur a norte". En la década pasada se produjo un notable incremento de la migración irregular hacia los países de la OCDE, lo que los llevó a reforzar los controles al ingreso, la residencia y el empleo de los extranjeros.
En la actualidad, uno de cada diez de los 150 millones de migrantes en el mundo nació en algún país latinoamericano o caribeño. Esta cifra no contabiliza a una fracción que lo hace (y trabaja) en condición irregular o indocumentada. De tal manera en 2000 casi 20 millones de latinoamericanos y caribeños viven fuera de su país. Siete de cada diez migrantes residen, de manera regular o irregular, en Estados Unidos. Del resto aproximadamente una mitad vive en algún otro país de América Latina y el Caribe y la otra mitad en otras regiones del mundo. Canadá (con más de medio millón de inmigrantes), y países como España, Italia, Países Bajos, Reino Unido, Australia y Japón son los principales países receptores.
En el período reciente, la migración intraregional disminuyó, lo que se asocia en parte a la retracción del carácter atractivo de los principales países de destino (Argentina y Venezuela), que no ha sido compensada por el surgimiento de nuevos polos de atracción (Costa Rica, Chile, República Dominicana).
Según el censo estadounidense de 2000, la población que se autoidentifica como "latina" o "hispana" asciende a 35.3 millones de personas - inmigrantes y nativos- es decir, el 13% y constituye la primera minoría étnica del país. Esto es percibido como un fenómeno social muy relevante en Estados Unidos, y un asunto de primer orden en sus relaciones con los países de la región.
Los inmigrantes de la región en Estados Unidos conforman un grupo heterogéneo. Los mexicanos son mayoría, con más de 7 millones en 1997: ningún otro contingente de oriundos del Caribe (principalmente cubanos y dominicanos) o Centroamérica (en especial salvadoreños) excede el millón de personas. Son en su mayoría hombres con niveles bajos de calificación, pero con un nivel educativo mayor que el de sus poblaciones de origen, lo que revela la selectividad del proceso migratorio.
Entre los inmigrantes sudamericanos y caribeños es mayor la frecuencia de personas con rangos medios o altos de calificación. Hacia 1990, unos 300 000 profesionales y técnicos latinoamericanos y caribeños -alrededor de un 3% de su disponibilidad en la región- residían en países distintos del de su nacimiento: más de dos tercios se concentraba en Estados Unidos.
Un fenómeno económico asociado a la migración y que reviste una creciente importancia es la 'remesa' de dinero. Se estima que el monto total de las transferencias monetarias de los emigrantes a sus países de origen ascendió a más de 17 000 millones de dólares en 2000. México es el principal receptor de la región, con casi 7 000 millones. Las remesas reportan un ingreso superior al generado por la mayoría de los rubros de exportación, aunque su incidencia en la economía nacional es relativamente baja (1.1% del PIB). Mucho mayor es su impacto en El Salvador, Nicaragua, República Dominicana, Ecuador y Jamaica (donde representan entre el 8% y el 14% del PIB de estos países). Para El Salvador equivalen al 48% del valor de las exportaciones. También son elevados los montos remitidos a Brasil, Colombia y Perú, si bien su impacto en el PIB es menor (0.2%, 1.3% y 1.3%, respectivamente).
La CEPAL sugiere que existe un amplio campo de investigación respecto a la promoción del uso productivo de las remesas y propone varias ideas al respecto.
Aunque el desplazamiento de personas en las últimas décadas es significativo, el estudio demuestra que ésta no es la época de mayor migración de la era moderna. Entre 1870 y 1920, período también conocido como la 'era de la migración masiva', Estados Unidos acogió a 26 millones de personas, en su mayoría procedentes de Europa, que sumaron más del 10% de su población. La actual corriente de inmigración hacia Estados Unidos está constituida en su mayor parte por latinoamericanos y caribeños (46%) y asiáticos (34%). En el caso de la Unión Europea destacan las migraciones internas, que representan dos tercios del total (66.2%). También son importantes, como regiones de origen, Africa (16.2%) y Asia (10.6%). Casi las tres cuartas partes de la corriente migratoria hacia Japón provino de Asia (53.3%), América Latina (10.2%) y Estados Unidos (8.8%).