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Un total de 22 países se enfrentan a grandes dificultades como las crisis alimentarias repetidas y una incidencia del hambre extremadamente alta debido a una combinación de calamidades naturales, conflictos y debilidad de las instituciones. Estos países sufren lo que se denomina crisis prolongada, según indicó la FAO en su informe sobre el hambre El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2010, publicado hoy de forma conjunta con el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
El hambre crónica y la inseguridad alimentaria son las características más comunes en una crisis prolongada. El porcentaje de personas subnutridas en los países que hacen frente a este tipo de problemas complejos es como media tres veces más elevado que en otros países en desarrollo.
166 millones
En los países que sufren crisis prolongadas existen 166 millones de personas subnutridas, cerca del 20 por ciento del total mundial, y más de un tercio del total si se excluyen del cálculo países de gran tamaño como China e India.
Una gran parte de la asistencia llega a estos países en forma de ayuda alimentaria de emergencia que no sólo ayuda a salvar vidas, sino que supone una inversión en el futuro del país al conservar y fortalecer los bienes y medios de subsistencia de las personas, que son la base de su estabilidad y desarrollo futuros.
Cuando se utilizan en combinación con otras herramientas, como el dinero en metálico o los bonos, y el apoyo para las compras de productos agrícolas a nivel local, se maximiza la posibilidad de que la asistencia alimentaria de tipo humanitario constituya una base sólida para alcanzar la seguridad alimentaria a largo plazo.
A principios de este mes la FAO anunció que 925 millones de personas en el mundo sufren hambre crónica, lo que supone un descenso de 98 millones con respecto a los 1 020 millones de 2009. El descenso se atribuye primordialmente a las mejores perspectivas económicas en 2010 y al descenso de los precios alimentarios desde mediados de 2008.
Círculo vicioso
"En vista de la gran cantidad de obstáculos a los que se enfrentan, no resulta sorprendente que estas crisis prolongadas se transformen en un circulo vicioso que se autoperpetúa", indica el prólogo del informe SOFI, firmado conjuntamente por el Director General de la FAO, Jacques Diouf y la Directora Ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos, Josette Sheeran. "Representan amenazas continuadas y graves para las vidas y los medios de subsistencia, y a medida que pasa el tiempo, recuperarse de ellas puede ser cada vez más difícil".
Por vez primera, la FAO y el PMA ofrecen una definición clara de crisis prolongada que ayudará a mejorar las intervenciones de asistencia. Los países que se consideran en situación de crisis prolongada son aquellos en los que se ha señalado una crisis alimentaria durante ocho o más años entre 2001 y 2010, reciben más del 10 por ciento de la ayuda extranjera en forma de asistencia humanitaria y se encuentran en el elenco de países de bajos ingresos y déficit de alimentos.
A nivel mundial, cerca del 10 por ciento de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) es en forma de asistencia humanitaria, mientras que en los países con crisis prolongadas, este porcentaje es mucho más elevado. En Somalia, por ejemplo, el 64 por ciento de la asistencia es de tipo humanitario, mientras que en Sudán esta cifra alcanza el 62 por ciento. A nivel mundial, estos dos últimos países reciben cerca del 60 por ciento del total de la asistencia humanitaria.
El camino hacia la recuperación
La FAO y el PMA han pedido un replanteamiento generalizado de la forma en que se presta asistencia a los países con crisis prolongadas. La ayuda oficial tiene que enfocarse hacia las soluciones a largo plazo, con el objetivo de lograr mejoras sostenidas en la capacidad productiva de los países vulnerables y fortalecer su capacidad de resistencia ante los impactos, al tiempo que siguen realizando actividades para salvar vidas y medios de subsistencia. Casi dos tercios de los países con crisis prolongadas reciben menos ayuda al desarrollo por cabeza con respecto a la media para los países menos desarrollados.
Y lo que es más importante, la agricultura recibe solamente entre el tres y el cuatro por ciento de los fondos para la asistencia humanitaria y al desarrollo, mientras que supone cerca de un tercio de su producto interior bruto y es la principal fuente de alimentos e ingresos para casi dos tercios de la población de estos países.
Ayuda especialmente adaptada
"Las crisis prolongadas requieren asistencia especialmente diseñada y adaptada a ellas", escriben Diouf y Sheeran. "Se necesita asistencia urgente -añaden- para proteger los medios de subsistencia al igual que las vidas de las personas, pues eso ayudará a devolver al país a un camino constructivo hacia la recuperación".
"Las lecciones extraídas de la experiencia de muchos países muestran que la realización de actividades de asistencia a largo plazo tomando como base el marco de instituciones locales existentes o revitalizadas ofrece las mayores posibilidades de alcanzar la sostenibilidad a largo plazo y la mejora real de la seguridad alimentaria. Los mecanismos de protección social como la alimentación escolar, dinero efectivo y las actividades y cupones de comida a cambio de trabajo pueden marcar una diferencia fundamental a largo plazo", según Diouf y Sheeran.
Otras medidas muy efectivas incluyen estimular los mercados mediante la adquisición de provisiones de asistencia alimentaria en mercados locales y mediante sistemas basados en efectivo.
Las conclusiones del informe sobre el hambre serán debatidas por los miembros del recién reformado Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA), que se reunirá en Roma (del 11 al 16 de octubre de 2010). El CSA es una entidad intergubernamental que sirve de foro dentro del sistema de Naciones Unidas para el análisis y seguimiento de las políticas sobre la seguridad alimentaria mundial, incluyendo la producción y el acceso físico y económico a los alimentos.
Fuente: Centro de Prensa de FAO
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