Se estima que casi el 50% del producto interno bruto mundial[2] depende de la naturaleza y sus servicios. En América Latina y el Caribe, 19% de los trabajos[2] en ALC están estrechamente ligados a la biodiversidad. Sir Partha Dasgupta ha destacado que la invisibilización del valor real de la naturaleza sin que la producción incluya los costos de las externalidades negativas, ha generado que las economías más pobres como las de América Latina y el Caribe, estén prácticamente subsidiando a los países más desarrollados, sin cobrar por los costos o impactos en la naturaleza, exportando “barato” las riquezas y quedándose con los daños. “No tiene sentido estudiar la pobreza sin estudiar la naturaleza”, ya que la naturaleza provee de una variedad de bienes y servicios fundamentales para la supervivencia y modos de vida de las personas (e.j. alimentos, energía, agua), especialmente de los grupos más vulnerables y pobres de la sociedad3 . Los procesos ambientales están fuertemente interconectados y cambios o alteraciones en uno de los servicios que entrega la naturaleza pueden producir efectos drásticos sobre otro, así como también impactos en el bienestar de las personas que dependen de ellos. A nivel mundial, los gobiernos canalizan aproximadamente US$ 500 mil millones al año[4] en proyectos que son potencialmente dañinos para la biodiversidad, una cifra que eclipsa la inversión en capital natural.
Existen herramientas de análisis macroeconómico, como la Plataforma Integrada de Modelación Económico-Ambiental, que ayudan a fusionar el capital natural en la toma de decisiones de políticas e inversión. La aplicación de este tipo de modelos debería ser más frecuente. Hay un creciente interés en que los gobiernos reevalúen los indicadores económicos del bienestar. Para complementar las cuentas nacionales de manera que reflejen el valor de la biodiversidad tanto como acervo como flujo de servicios ecosistémicos, la División Estadística de las Naciones Unidas adoptó la Contabilidad de los Ecosistemas del SCAE en su 52° período de sesiones en marzo de 20211 . Una economía podría registrar altas tasas de crecimiento del PIB y, al mismo tiempo, dañar su base de activos naturales, dificultando su bienestar futuro. Para potenciar la contribución de la biodiversidad a una recuperación sostenible es inclusiva es importante lograr balancear los tres grandes objetivos de la Convención de Biodiversidad (CDB), a saber, “(a) la conservación de la diversidad biológica, (b) la utilización sostenible de sus componentes y (c) la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos, mediante, entre otras cosas, un acceso adecuado a esos recursos y una transferencia apropiada de las tecnologías pertinentes, teniendo en cuenta todos los derechos sobre esos recursos y a esas tecnologías, así como mediante una financiación apropiada”2 . También se considera fundamental que en las políticas nacionales de desarrollo sostenible se fomente la creación de sinergias entre la CDB y las convenciones de Cambio Climático y de Combate de la Desertificación.