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Ceremonia de inauguración del XXXVI Periodo de Sesiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe

24 de mayo de 2016|Discurso

Discurso de la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena.

Discurso de apertura de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, en la ceremonia de inauguración del trigésimo sexto período de sesiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe

24 de mayo de 2016

Ciudad de México

Excelentísimo señor Enrique Peña Nieto, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos,

Claudia Ruiz Massieu, Secretaria de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos Mexicanos,

Federica Mogherini, Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad,

Paola Bustamante, Ministra de Desarrollo e Inclusión Social del Perú,

Señoras y señores Secretarios del Gabinete federal de México,

Estimadas y estimados delegados de los Estados miembros de la CEPAL,

Estimadas autoridades nacionales y municipales,

Señoras y señores miembros del Cuerpo Diplomático,

Representantes de organismos internacionales y colegas del sistema de las Naciones Unidas,

Estimados representantes de las organizaciones de la sociedad civil,

Queridos colegas de la CEPAL,

Amigas y amigos,

Encaramos hoy una verdadera época de cambios vertiginosos; más aún, nos enfrentamos a un cambio de época.

Las tendencias mundiales dominantes en la economía y en la sociedad exacerban las contradicciones de un estilo de desarrollo que se ha vuelto insostenible.

Vivimos cambios transcendentales. La irrupción de China en el comercio mundial, los megaacuerdos comerciales, los cambios demográficos y las migraciones masivas, la crisis ambiental y la revolución tecnológica están transformando la economía, el mundo del trabajo y la sociedad, redefiniendo la posición de los países y alterando el equilibrio de poder entre los bloques, así como entre las economías desarrolladas y el mundo emergente.

Enfrentamos además un escenario económico mundial poco favorable.

En los próximos años, las tasas de crecimiento del PIB mundial serán menores que los promedios de las décadas anteriores.

En los sesenta, el mundo crecía a un promedio del 5,4%. Hoy, en cambio, esa cifra llega apenas al 2,5%, y no se prevé una mejora sustantiva en los próximos años.

El repunte de los Estados Unidos, en torno a un 2,5% este año, y de la zona del euro, alrededor de un 1,5%, no es suficiente para impulsar el crecimiento y el comercio global. Las economías emergentes, sobre todo China y la India, si bien presentan tasas más elevadas, tampoco han sido capaces de impulsar el crecimiento mundial.

Esto obedece a la pérdida de dinamismo del comercio, la inversión y la productividad, aunada a la creciente desigualdad global que reduce la demanda agregada. Es decir, la gente dispone de menos recursos, pero al mismo tiempo en el mundo hay más dinero, una abundante liquidez que se deriva a activos financieros concentrados en países desarrollados, se convierte en papel y no se invierte en bienes, servicios, innovación y capacidades, lo que agudiza las asimetrías globales.

Asistimos con asombro al aumento histórico de la desigualdad global. Hoy 62 personas concentran la riqueza equivalente a 3.500 millones de hombres y mujeres, la mitad de la población mundial.

También somos testigos de la agudización sin precedentes de la crisis ambiental, desde la perdida irreversible de biodiversidad hasta extensas sequías en todo el planeta.

El cambio climático ha causado una reducción del hielo ártico de al menos dos millones de kilómetros cuadrados en los últimos 30 años —¡aproximadamente la extensión de México!

El pasado abril fue el mes más caluroso del hemisferio norte desde 1880.

Al mismo tiempo irrumpe imparable una nueva revolución tecnológica que, si bien abre opciones para la sostenibilidad, genera tensiones en el mundo laboral por el desplazamiento de trabajadores a medida que se expanden las nuevas tecnologías. Esto obliga a pensar en políticas que abran alternativas por la vía del empleo productivo, la capacitación y los derechos.

Estos profundos desequilibrios económicos, sociales y ambientales han motivado la búsqueda de respuestas por parte de la comunidad internacional, a través de esfuerzos que han madurado durante más de dos decenios. Me refiero a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que los 193 países representados en la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobaron en septiembre de 2015.

México y la región han desempeñado un papel primordial en el proceso de negociación de esta Agenda y sabemos que lo harán también en su seguimiento. Me detengo aquí para reconocer el liderazgo del Secretario General Ban Ki-moon y el de ustedes, los países de la región, en este proceso.

Se trata de una agenda universal, con propuestas civilizatorias que reconocen la igualdad y la sostenibilidad ambiental como los principios rectores en los que se debe basar una nueva batería de estrategias y políticas colectivas tanto globales como regionales y nacionales.

En la Agenda 2030 reconocemos múltiples vasos comunicantes con las propuestas de desarrollo que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha elaborado a lo largo de su historia, en especial con la importancia que se le ha conferido en el último decenio a situar a la igualdad en el centro del desarrollo.

Materializar los 17 Objetivos y sus metas e indicadores exigirá una nueva y más incluyente visión del desarrollo para los próximos 15 años. Nos enfrenta al desafío de cambiar el modo actual de hacer las cosas, es decir, a un nuevo estilo de desarrollo.

Se trata de tener el coraje de plantearse otras preguntas, vencer el cortoplacismo e imaginar y construir un futuro distinto.

Presentaremos aquí el documento Horizontes 2030: la igualdad en el centro del desarrollo sostenible, en el que se interpela analítica y operativamente a la Agenda 2030 desde las realidades de los países de América Latina y el Caribe. En el documento se alerta de que el desafío de su implementación inicial hace frente a un escenario restrictivo en lo económico, urgente en lo ambiental, complejo en lo político y de estancamiento en lo social, con una ciudadanía cada vez más activa, critica, impaciente, informada y consciente de sus derechos.

Proponemos un cambio estructural progresivo como concepto ordenador.

Nuestra región ha de impulsar un proceso de transformación gradual, pero firme, hacia actividades y procesos productivos que apunten a sectores con un componente intensivo de aprendizaje e innovación, creando capacidades tecnológicas endógenas; que expandan la demanda agregada por medio de políticas económicas coordinadas entre países superavitarios y deficitarios, salvaguardando los logros sociales y evitando retrocesos, y que favorezcan la sostenibilidad ambiental, desacoplando, por ejemplo, el crecimiento económico y el bienestar de las emisiones de carbono.

De esto trata nuestra propuesta. De dar un gran impulso económico sobre la base de lo ambiental, un big push ambiental.

La CEPAL considera que los objetivos y desafíos ambientales sientan las bases para una transformación tecnológica y productiva que contribuya a generar empleos de calidad, un mayor crecimiento y más igualdad.

Esta no es una propuesta técnica; es, ante todo, una tarea política.

Hay que disponer de una dirección clara y cambiar la conversación. Necesitamos un nuevo conjunto de instituciones, así como coaliciones que las promuevan a escala mundial, regional, nacional y local.

Para logarlo requerimos la provisión colectiva de bienes públicos globales, por lo que una acción coordinada que involucre a todos los actores (pequeños y grandes, del Norte y del Sur) es condición indispensable para enfrentar la urgente recuperación del crecimiento mundial, proteger el empleo, enfrentar la crisis humanitaria que padecen más de 125 millones de personas y 60 millones de migrantes y a la vez proteger la integridad ambiental del planeta.

En lo global, sostenemos la urgencia de avanzar hacia una coordinación internacional de las economías que favorezca la expansión sostenida de la demanda agregada a través de la inversión y políticas fiscales que prioricen proyectos bajos en carbono y de mayor eficiencia energética, fomentando el empleo de calidad y con derechos.

Se necesita una gobernanza global que otorgue mayor peso y representatividad a los países en desarrollo, para construir una arquitectura financiera internacional que promueva la estabilidad y suavice los ciclos económicos. Una estructura que sea eficaz, entre otras cosas, para enfrentar la evasión fiscal, que anualmente le cuesta a nuestra región el 6,3% de su PIB, esto es, aproximadamente 320.000 millones de dólares.

En la dimensión tecnológica, los países emergentes solo podrán llevar adelante el cambio estructural progresivo con nuevas reglas sobre comercio y propiedad intelectual asentadas en bases multilaterales que faciliten y amplíen el acceso a la tecnología por parte de las firmas locales, más allá de los acuerdos comerciales que tienden a resguardar más bien los intereses transnacionales. Esto es particularmente relevante y urgente en el caso de las tecnologías limpias.

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Ciudadanos, empresas y gobiernos han de construir una gobernanza compartida de Internet, que, entre otras cosas, permita su plena participación en la revolución de los datos de formato abierto.

En lo regional, proponemos la creación o expansión de las redes de seguridad financiera constituidas por la banca regional de desarrollo y el sistema de pagos compensados. Llamamos a avanzar en la integración productiva y comercial, a abrir el acceso universal a la banda ancha de calidad a partir de la construcción de un único mercado digital y a establecer un fondo de resiliencia y alivio de la deuda de los países del Caribe.

En materia de estrategias y políticas nacionales, sugerimos que la política macroeconómica, además de ocuparse de la evolución y dinámica del ciclo (es decir, la coyuntura), atienda a la trayectoria de la inversión, que es el puente entre el corto y el mediano plazo.

Se trata de fortalecer las capacidades institucionales del Estado para ampliar el papel anticíclico de la política fiscal. Esto requiere acuerdos amplios y coaliciones entre el Estado, el sector privado y la sociedad.

La nueva agenda de desarrollo representa una oportunidad para lograr, de aquí a 2030, la erradicación de la pobreza, la disminución de la desigualdad y la construcción de sistemas universales de protección social. No obstante, esto solo se logrará a partir del fortalecimiento del entorno laboral, que incluye la formalización del trabajo, el cese de la discriminación salarial y el impulso de la autonomía económica de las mujeres.

El empleo con derechos es la llave maestra del bienestar. Para avanzar en esta dirección, la CEPAL propone la instauración de un salario mínimo ciudadano que elimine las condicionalidades y restituya la dignidad.

Ante una sociedad que envejece, como es el caso de las nuestras, es urgente avanzar hacia compromisos intergeneracionales más sólidos en la protección social y en la economía del cuidado que liberen el tiempo de las mujeres.

Progresar hacia economías bajas en carbono implica, además, implementar políticas industriales centradas en lo ambiental y en la diversificación productiva. El sector energético tiene una importancia fundamental en esta transición.

Sabemos que no será fácil ni para la región ni para el mundo.

Nuestra región atraviesa hoy tiempos complejos. Salir del momento duro que vivimos y lograr alinear nuestra trayectoria de desarrollo con aspiraciones como las contenidas en la Agenda 2030 requiere la implementación integrada de políticas económicas, industriales, sociales y ambientales en sintonía con el cambio estructural progresivo que propone la CEPAL.

Como se expresó explícitamente en el vigesimoprimer período de sesiones de la Conferencia de las Partes (COP21) y en el Acuerdo de París, la humanidad se encuentra ante un punto de no retorno: el impacto ambiental del estilo de desarrollo dominante pone en peligro su propia supervivencia.

Se ha dicho acertadamente que somos la primera generación que dispone de los conocimientos científicos y las herramientas tecnológicas para abordar los retos conjuntos del cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y el deterioro ambiental. Probablemente también seamos la última en tener en sus manos la posibilidad de enmendar esta trayectoria autodestructiva. Debemos asumir esta responsabilidad: el tiempo corre veloz y las contradicciones mundiales se acumulan. Necesitamos un liderazgo internacional consciente de las dificultades de nuestro presente, capaz de plantearse el desafío de cambiar las trayectorias insostenibles del actual estado de cosas, austero en sus formas y al mismo tiempo optimista en cuanto a sus posibilidades de éxito.

Situar a la igualdad en el centro implica una ruptura con el paradigma de desarrollo que ha prevalecido; implica otorgar a la ciudadanía un papel protagónico, hacerse cargo de su destino con acceso a la información, a la justicia y a la participación plena. Esta ruptura es necesaria y urgente, porque la desigualdad y la insostenibilidad ambiental conspiran contra el desarrollo y la seguridad y porque la región y sus pueblos, con su gran riqueza natural, patrimonial y humana, pueden crecer más y mejor.

Seamos claros: el horizonte es la igualdad, el cambio estructural progresivo es el camino, y la política, el instrumento.

Señor Presidente Enrique Peña Nieto, Canciller Claudia Ruiz Massieu, no puedo terminar estas palabras sin agradecer a ustedes y a los ministros que nos acompañaran en esta semana de actividades por su invaluable apoyo y cálida acogida para celebrar, en esta ciudad milenaria, la Ciudad de México, mi ciudad, este trigésimo sexto período de sesiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

Desde que asumí el desafío de encabezar la CEPAL hace ocho años, he sentido el respaldo de América Latina y el Caribe a nuestra labor.

Agradezco muy particularmente al Perú por sus dos años de extraordinaria presidencia y liderazgo.

Agradezco también que México nos haya abierto hoy las puertas de la casa de los presidentes para este acto inaugural.

Agradecemos la voluntad del Gobierno de México y su Cancillería de acoger este encuentro y aprobar en esta ciudad el establecimiento del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible.

Esta tierra noble es crisol de muchas de las esperanzas y dificultades que nos son comunes. Su envergadura, su rica diversidad y los rasgos feroces de su historia ofrecen un reflejo magnificado de las circunstancias y obstáculos que encaran nuestros pueblos en su esfuerzo por consolidar sociedades justas, prosperas e igualitarias.

En esta patria habita un pueblo alegre, solidario y trágico, mi pueblo.

Un México que cubrió sus paredes con los pinceles de Diego Rivera, Tamayo, Orozco, González Camarena y Siqueiros: artistas que cambiaron el caballete por las paredes y los muros, que renunciaron a la contemplación intimista para hablar con voz propia, construir su propio canon y habitar el espacio de lo público; para permitir que el contenido que proponían con sus trazos y colores pudiese ser apropiado por todos, interpretado por todos, entendido por todos, que a todos sirviera para lograr, no solo el efecto estético, sino también la acción transformadora. Proponían emociones que servían para cimentar la conciencia de la identidad común, plasmando en imágenes el relato de nuestra historia compartida, retratando sin contemplaciones los rostros de nuestra desigualdad, invitando a gritos a ser parte de su superación.

Cuando concluya esta sesión, cuando se acallen estos micrófonos, cuando salgan a buscar las puertas de esta casa para ganar la calle, busquen sus obras, que, generosas, habitan tantos puntos de esta ciudad. Déjense provocar, emocionar, sientan el efecto de las imágenes. Alimenten con ello el ánimo para la tarea que aquí nos motiva, encuentren en sus rasgos, en su gesto, más fuerza para combatir los privilegios, garantizar la igualdad de derechos, afirmar la plena ciudadanía, acortar las brechas de la desigualdad de recursos materiales y simbólicos.

Gracias, señor Presidente; gracias, Federica; gracias, Claudia; gracias, Paola, por estar aquí con nosotros. Gracias a todos los delegados de nuestros países miembros, gracias a mis colegas de la CEPAL, por respaldarnos continuamente en nuestro afán de proponer caminos originales para el desarrollo de América Latina y el Caribe.

Muchas gracias.