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Hacia una nueva gobernanza de los recursos naturales en América Latina y el Caribe

19 January 2016|Briefing note

Documento de posicionamiento de la División en el tema, Enero 2016

Por muchas décadas, el sector de recursos naturales ha sido uno de los principales motores de crecimiento económico en América Latina y el Caribe. A partir de los años noventa, algunos países abrieron sus economías y adaptaron e implementaron nuevas leyes, normas e incentivos fiscales con el fin de atraer mayores inversiones hacia el sector extractivo, estrategia que fue reforzada durante los primeros años del 2000 ante el auge de precios de las materias primas. En esa dirección, el alza de precios de las materias primas observado a partir del 2003, gatillado por una mayor demanda de algunos países asiáticos, principalmente de parte de China y la India, incentivó a muchas empresas, en particular del sector extractivo, a invertir en nuevos proyectos dentro de la región, coyuntura que finalmente contribuyó a la generación de mayores ingresos para los países que disponen de dichos recursos.

No obstante haber conseguido su objetivo de atraer más capitales, la mayoría de los países no logró orientar de manera óptima al menos dos aspectos importantes de este proceso: asegurar la sostenibilidad de la explotación y lograr que una parte de los beneficios económicos se aplique a inversiones estratégicas de largo plazo, capital humano o hacia una mayor diversificación de las actividades económicas. Más aún, contrario al objetivo de fomento de las políticas de industrialización, en el reciente auge de precios de las materias primas, la participación de las exportaciones en los sectores extractivos y primarios con respecto al total se acrecentó. Asimismo, pese a los logros alcanzados en la reducción de los niveles de pobreza y de desigualdad del ingreso en la región, se aprecia un estancamiento en la tendencia decreciente que se había venido observando durante los años 2000. Se puede decir entonces que la experiencia en América Latina y el Caribe puso en evidencia la dificultad, de la mayoría de los países con una alta dependencia en las actividades extractivas, de transformar los períodos de bonanza exportadora de sus recursos naturales en procesos de desarrollo económico de largo plazo.

De acuerdo con la Energy Information Administration (EIA), después de Medio Oriente, América Latina y el Caribe es actualmente la región que cuenta con mayores reservas petroleras probadas en el mundo. Lo anterior ha hecho que los países de la región sigan siendo atractivos para aquellos que demandan hidrocarburos. Por otro lado, según el United States Geological Survey (USGS), Chile está posicionado como el primer productor y el país con mayores reservas de cobre a nivel mundial; Brasil como el tercer productor y el segundo lugar con las mayores reservas de mineral de hierro; México, Perú y Bolivia se ubican en el primer, tercer y sexto lugar como productores de plata, empero Perú cuenta con las mayores reservas. Sin embargo, a pesar de la riqueza mineral de dichos países, los beneficios económicos y las grandes inversiones que ha generado la industria minera han estado acompañados de altos costos económicos, sociales y ambientales que se han manifestado en numerosos conflictos, lo que finalmente ha provocado retrasos o incluso cancelaciones de algunos proyectos en la región.

Actualmente, ante el aparente fin del auge de precios de las materias, los países de la región, ricos en recursos naturales,  y sobre todo, los que han mantenido una mayor dependencia económica en éstos, son más vulnerables. Hoy América Latina y el Caribe se enfrenta a un contexto internacional más complejo. Los términos de intercambio de los países exportadores de hidrocarburos han mostrado un mayor deterioro, seguidos por los exportadores de productos agroindustriales y productos mineros. Sin embargo, Centroamérica y el Caribe, que son importadores netos de materias primas, han observado términos de intercambio más favorables.

En general, los países de la región muestran una pérdida de dinamismo de su comercio internacional junto con una disminución de sus ingresos fiscales. Asimismo, en los últimos años se ha apreciado una caída en el consumo, una desaceleración de la inversión, una continua incertidumbre en los mercados financieros internacionales así como una continua vulnerabilidad a los fenómenos climáticos, entre otros factores que en su conjunto y en distintos grados, han tenido una gran influencia sobre las tasas de crecimiento económico actuales y futuras de la región.