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Ceremonia oficial de apertura de la 70a Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)

20 October 2014|Speech

Intervención de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL.

Intervención de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en ocasión de la apertura de la 70a Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)

 

Santiago, 20 de octubre de 2014

Sala de conferencias Raúl Prebisch, CEPAL

 

 

Su Excelencia, Michelle Bachelet, Presidenta de Chile,

Estimado Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Heraldo Muñoz,

Estimado Ministro, Secretario General de Gobierno, Álvaro Elizalde,

Señora Elizabeth Ballantine, Presidenta de la Sociedad Interamericana de Prensa,

Miembros del cuerpo diplomático acreditado en Chile,

Señoras y señores miembros de la SIP,

Amigas y amigos:

Sean todos ustedes muy bienvenidos a esta, la casa de las Naciones Unidas en nuestra región. Para la Comisión Económica de América Latina y el Caribe es un honor recibir a la Presidenta Michelle Bachelet en ocasión de la inauguración de la 70a Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa y atender así a la solicitud del Gobierno de la República de Chile y de la Sociedad Interamericana de Prensa.

Reconocemos como un gesto muy significativo el que hayan escogido este espacio para sus trabajos y es que, como bien saben, la nuestra es una institución cuyos miembros mayoritarios son los gobiernos de nuestra Patria común, América Latina y el Caribe.

Celebramos además que esta ocasión coincida con el vigésimo aniversario de la Declaración de Chapultepec, un esfuerzo colectivo por fijar estándares exigentes para el desarrollo de la vital función de los medios y demandar condiciones propicias para el ejercicio pleno de la libertad de expresión.

Con sus 1.300 publicaciones afiliadas, responsables de una circulación que alcanza más de 43 millones de ejemplares físicos, su organización juega un rol protagónico en el debate público que anima la dinámica vida política de nuestra región.

Una región que vive un período de cambios, una región que ve emerger una ciudadanía cada vez más empoderada, activa, crítica y participativa.

Una región que, pese a las dificultades económicas del contexto externo e interno, ha logrado, en el curso de una década, sacar a más de 70 millones de sus habitantes  de la pobreza.

La CEPAL ha documentado esta transformación y ha propuesto la trilogía de la igualdad, afirmando que ha llegado la hora de la igualdad en la región más desigual del mundo. Igualdad sobre la  base de la titularidad de derechos, recobrando el rol de la ciudadanía plena.

La CEPAL también, desde hace más de 65 años, intenta ofrecer una construcción analítica que empodere a la sociedad y a los actores sociales, que fortalezca el papel del Estado para cerrar brechas estructurales y que pueda rectificarse y rediseñarse en permanente respuesta a la realidad.

La CEPAL plantea que la forma de lograr una agenda de igualdad es a partir del cambio estructural con diversificación productiva, con innovación y con empleo digno. Que el mejor instrumento es la política a partir de pactos políticos entre el Estado, el mercado y la sociedad que garanticen continuidad y sostenibilidad.

Hoy nuestra región se encuentra en una importante encrucijada. No se aprovecharon suficientemente los años de bonanza pero se reafirma que los cambios son indispensables. Por ello en muchos países se están emprendiendo reformas políticas, económicas y sociales profundas, buscando una mejor distribución del ingreso, mejores condiciones de vida y mayor igualdad intergeneracional. Son reformas valientes, con miradas de largo plazo, que conecten el presente con un futuro más sostenible. Son cambios que buscan instalar mecanismos que garanticen una mayor progresividad fiscal, una mayor gobernanza de recursos naturales y una mayor seguridad energética, alimentaria y ambiental. Y, sobre todo, una mejor distribución del ingreso y el acceso a la educación, la salud y los bienes públicos.

Hoy en la región se ha consolidado una cultura democrática y de paz; aún con limitaciones, falencias e insuficiencias, prevalecen las urnas, más que la violencia, como el espacio habitual para resolver presente y futuro.

Una región donde, lamentablemente, la actividad periodística sigue entrañando, en muchos de sus rincones, riesgos inaceptables para los profesionales que han abrazado la vocación de plasmar con fidelidad nuestra realidad.

Hombres y mujeres como Regina Martínez, corresponsal del semanario mexicano Proceso, asesinada hace 905 días, sin que hasta hoy se haya arrojado luz definitiva sobre sus victimarios, o como Pablo Medina, de ABC Color, asesinado en el Paraguay el 16 de octubre pasado. Hombres y mujeres como los 464 periodistas asesinados o desaparecidos en nuestra región desde 1987 a la fecha.

A todas y todos ellos nuestro respeto y admiración. Su compromiso con el esfuerzo de brindar a nuestros pueblos el reflejo veraz de su realidad ha cobrado un precio que nunca se debió pagar y al que rendimos aquí un emocionado tributo.

Estas vidas segadas reafirman la convicción en el valor intransable que reviste la libertad de expresión como valor fundacional de nuestra convivencia democrática. Antes, víctimas por su relato de la represión y la violación de derechos humanos causados por dictaduras militares y hoy, por denunciar acciones de narcotráfico, de ilegalidad y corrupción.

Exhiben hasta qué punto aquellos que afirman su poder en la opacidad y en el silencio temen el juicio informado de la opinión pública.

Hoy, cuando nuestro continente se empeña en abrir caminos a un desarrollo más justo, que supere la desigualdad que ha distinguido nuestra historia, resulta indispensable reafirmar la importancia de las instituciones que transmiten la información con la que se construye opinión, estados de ánimo y de algún modo realidades. Se trata de lograr la construcción independiente de contenidos y significados que son el sustento del poder político.

Es una enorme responsabilidad, que ha de estar resguardada en derechos y ceñida con rigor a las obligaciones que ustedes mismos han reconocido como esenciales. Está entre los principios que recoge la Declaración de Chapultepec, cuyo principio 9 afirma que: “La credibilidad de la prensa está ligada al compromiso con la verdad, a la búsqueda de precisión, imparcialidad y equidad [..]”.

Amigas y amigos, es singular su oficio y su condición. Siendo actores privados, trabajan proveyendo cotidianamente un bien público de enorme valor social. Su función está teñida en consecuencia de tensiones nada sencillas. Esto, aunado a dos décadas de profunda transformación tecnológica, el surgimiento de una sociedad en red y una comercialización generalizada de los medios de comunicación en casi todo el mundo.

Ustedes forman parte de una industria donde se aprecia una paulatina concentración de la propiedad. Realidad global que puede infligir daños irreparables a la pluralidad y a la sana diversidad de miradas. Aquí hay un tremendo desafío que enfrentar.

En este recorrido, apreciamos con agrado cuánto hemos avanzado en pluralidad y apertura, pero también leemos muchas veces con preocupación cómo la diversidad política y social que ha teñido de nuevos colores el presente de nuestra América se reseña con parcialidad o no se retrata del todo.

América Latina y el Caribe está cambiando, ciudadanos más empoderados y conectados en redes reclaman también cronistas y medios que reflejen la realidad desde todos sus ángulos y con todos sus matices. Solo el pleno derecho a la información y el acceso oportuno a los datos propiciará el debate de calidad.

Ya lo sabemos; es más, lo hemos aprendido incluso con dolor, en nuestra región no hay modelos únicos a los cuales ciegamente adherirse, y así creemos lo han entendido los liderazgos a los que la soberanía popular ha encargado su representación en estos días y en las jornadas que se avecinan.

Y es así como conviven y colaboran los países de la región al interior de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), la Comunidad del Caribe (CARICOM), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el MERCOSUR, la Alianza del Pacífico, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Y nos consta porque muchas veces hemos colaborado y apoyado a estas organizaciones regionales y subregionales.

Amigas y amigos, muchas veces extrañamos el registro de voces, de sectores y actores relevantes de nuestro quehacer social que, pese a su legítimo protagonismo, siguen invisibles. Retratar y comunicar la diversidad y la pluralidad social y política.

Hay parte de nuestros rostros comunes que no logran hacerse espacio en el foro público, aquellos desprovistos de recursos materiales o simbólicos para hacer resonar sus palabras, sus miradas, aquellos que no acceden a la propiedad de los medios o a posiciones de autoridad.

Hace poco más de 130 años un latinoamericano excepcional, que hizo del periodismo territorio y domicilio propio, dirigía a su amigo, fundador de uno de los diarios más longevos y prestigiados de la región, una carta preñada de reflexiones.

Le decía José Martí a Bartolomé Mitre, director de La Nación de la Argentina: “La prensa no puede ser, en estos tiempos de creación, mero vehículo de noticias, ni mera sierva de intereses, ni mero desahogo de la exuberante y hojosa imaginación (…) aquí hierven, junto con los modernos problemas humanos, los problemas concretos de América, y ambiciones que alarman y grandezas reales que deslumbran”.

Muchas gracias.