Los requerimientos del mercado mundial de materias primas y productos agroalimentarios y el potencial de producción de la agricultura regional son bases para pensar el desarrollo agropecuario de América Latina y el Caribe. Su aptitud agrícola la ha convertido en la principal zona excedentaria en el comercio agroalimentario mundial. Esto, sumado a las similitudes y sinergias entre países y a los avances institucionales de las últimas décadas, permite considerar a la agricultura regional como una plataforma social y productiva funcional a la evolución y a los requerimientos de la sociedad y las necesidades de desarrollo del planeta.
En el sector agrícola y el medio rural, se expresa la heterogeneidad estructural de la región y los retos del cambio estructural. El peso de la agricultura en el PIB varía entre -2% y 20% y las tasas de pobreza extrema rural, entre -1% y más de 60%. La estrategia de reproducción de muchas explotaciones y hogares agrícolas depende cada vez más del empleo rural no agrícola y de generar ingresos con actividades distintas a la agricultura. Esto cuestiona la tradicional asimilación de lo rural con lo agrícola (y viceversa) y requiere de nuevas políticas para promover el desarrollo de microempresas de servicios o de transformación que, junto con las actividades agrícolas, potencien el desarrollo económico de los espacios rurales.
La previsión de una población mundial de 9.000 millones al 2050, el cambio climático y la creciente presión sobre los recursos naturales, así como la necesidad de mayor igualdad social y de inserción en una sociedad de alta complejidad, hacen necesario pensar a la agricultura regional como un sistema de producción unificado e integrado. Este proceso ya se observa en muchos países y cadenas agroindustriales, configurando una tendencia que puede llegar a manifestarse en toda la región. Todos los países avanzan buscando mayor eficiencia: los recursos son escasos y los desafíos, grandes. Esto obliga a perfeccionar las políticas sectoriales y a diseñar esquemas que reduzcan las asimetrías entre los actores, respondiendo a los requerimientos de los mercados y de las sociedades.
Se deben activar procesos masivos de mejoramiento de la productividad y de diferenciación de los productos por calidad en las pequeñas, medianas y grandes empresas. Además, es preciso avanzar hacia una mayor especialización productiva regional, sustentada en una integración exitosa a los circuitos comerciales internacionales y locales. El aumento de la productividad debe conciliarse con la creación de un tipo de agricultura más sostenible ambiental y socialmente, ya que los desafíos son de gran envergadura: las previsiones sobre cambio climático indican que aumentará la incertidumbre sobre la actividad agrícola y que los mayores impactos negativos se presentarán en las zonas intertropicales, afectando a gran parte de la región. Al mismo tiempo, la lucha contra la pobreza y la pobreza extrema –de mayor incidencia en zonas rurales– y contra la exclusión de mujeres y jóvenes es una tarea urgente.