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El Decenio del Envejecimiento Saludable (2020-2030) en el contexto de la pandemia de COVID-19: Las pandemias deberán cambiar la manera de ver la edad y el envejecimiento

11 de janeiro de 2021|Insights

La población de personas mayores (60 años y más) es muy diversa, así como lo son las experiencias vividas durante el curso de su vida y los cambios asociados al proceso de envejecimiento, incluidos los cambios sociales, fisiológicos y psicológicos. El incremento sostenido del envejecimiento poblacional exige cambios en la estructura de los sistemas y los servicios para poder tomar medidas que respondan adecuadamente a las necesidades de las personas mayores.

decenio_del_envejecimiento_saludable

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https://www.who.int/es/initiatives/ageing/decade-of-healthy-ageing

Uno de cada cuatro latinoamericanos será mayor de 60 años en 2050. Esto convierte al envejecimiento poblacional en las Américas en uno de los más acelerados en comparación con otras regiones del mundo. Además, se estima que en aproximadamente 20 años, por primera vez, habrá más personas mayores que niños menores de 14 años. Para prepararse para este cambio y transformar el envejecimiento poblacional en una oportunidad para una vida más larga y con más salud es necesaria una respuesta inmediata y acciones lideradas por los países.

Con este objetivo, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la declaración del decenio 2020-2030 como  Decenio del Envejecimiento Saludable[1], que está alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y consiste en diez años de colaboración multisectorial, concertada, catalizadora y sostenida para fomentar el envejecimiento saludable y mejorar la vida de las personas mayores, de sus familias y de sus comunidades. Para lograr estos objetivos, el Decenio se centrará en cuatro áreas de acción:

  • cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar con respecto a la edad y el envejecimiento;
  • asegurar que las comunidades fomenten las capacidades de las personas mayores;
  • ofrecer una atención integrada y centrada en las personas, y servicios de salud primarios que respondan a las necesidades de las personas mayores, y
  • proporcionar acceso a cuidados a largo plazo a las personas mayores que lo necesiten.

Para el logro de las estrategias en cada área de acción es fundamental tener en cuenta los siguientes factores habilitadores:

  • escuchar las diferentes opiniones de las personas mayores y propiciar su participación significativa y la de todos quienes conviven con ellas;
  • fortalecer el liderazgo y la capacidad de adoptar medidas apropiadas e integradas en distintos sectores;
  • poner en contacto a distintas partes interesadas a nivel local y global  para que compartan sus experiencias y extraigan enseñanzas de ellas, e
  • impulsar la obtención de datos, la investigación y la innovación para acelerar la aplicación de dichas estrategias.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) —Estados Miembros, socios y centros colaboradores— está a cargo de promover los avances en la salud de las personas mayores en las Américas por medio del desarrollo de planes como el Decenio del Envejecimiento Saludable (2020-2030). Las acciones de la OPS están basadas en el concepto de envejecimiento saludable del Informe mundial sobre el envejecimiento y la salud[2] publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) (2015), que conceptualiza al envejecimiento saludable como “el proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez”. La capacidad funcional “comprende los atributos relacionados con la salud que permiten a una persona ser y hacer lo que es importante para ella” (OMS, 2015). Por esto es fundamental que las personas mayores disfruten de unos niveles de capacidad física y mental adecuados (capacidad intrínseca) y de ambientes que faciliten el desarrollo de las actividades que valoran.

Asumir que el envejecimiento saludable es la ausencia de enfermedades crónicas o que la edad cronológica avanzada por sí sola justifica la pérdida de salud y de calidad de vida son supuestos carentes de ética y de base científica. Muchas personas mayores presentarán múltiples enfermedades y síntomas atípicos, y pasarán por situaciones sociales o mentales asociadas al desarrollo de los grandes síndromes geriátricos. Por eso, las personas mayores necesitan una atención integral y centrada en la persona, para que sea posible comprender su situación de salud de manera integrada y proporcionar estrategias que fomenten sus capacidades, de modo que se alcancen resultados de salud más efectivos.

En este contexto, la OMS ha lanzado la Atención Integrada para Personas Mayores (AIPM)[3] con sistemas de atención para abordar las principales condiciones asociadas con la disminución de la capacidad intrínseca, es decir, pérdida de movilidad, nutrición deficiente, disminución de agudeza visual, pérdida auditiva, deterioro cognitivo y síntomas depresivos. La AIPM brinda vías de acceso a una evaluación más exhaustiva de las necesidades sociosanitarias de la persona mayor. A su vez, dicha evaluación conduce a un plan de atención personalizada en el que se integran estrategias para revertir o frenar la disminución de la capacidad, evitar que el deterioro progrese, tratar las enfermedades existentes y atender las necesidades de asistencia social.

Aunque el envejecimiento se asocia con frecuencia a la discapacidad y a las enfermedades, y se supone que las personas mayores son dependientes, la mayoría de ellas alcanzan la vejez con niveles adecuados de capacidad para vivir de manera independiente y mantener la salud y la participación familiar y comunitaria. En este contexto, es fundamental que los profesionales de la salud estén preparados para brindar una atención integral a las personas mayores, y que los servicios de salud, en especial la atención primaria, estimulen a las personas para mantener sus capacidades por medio del autocuidado y el automanejo de sus condiciones crónicas. Los programas basados en evidencia empírica son estrategias apoyadas por la OPS para que las personas desarrollen sus capacidades individuales de forma efectiva. Los servicios de atención primaria deben estar bien desarrollados y alineados con los servicios especializados y de cuidados a largo plazo para que las personas mayores que los necesiten puedan recibirlos de manera oportuna y adecuada.

En el contexto de la pandemia de COVID-19, se han hecho evidentes las dificultades y la falta de preparación de los sistemas de salud para atender adecuadamente a las personas mayores, en especial las dificultades para el manejo de la infección en las instituciones de cuidados de largo plazo. Vivir en una de estas instituciones se asocia con un aumento de la mortalidad por el COVID-19, no solo debido a las condiciones clínicas de mayor vulnerabilidad de los propios residentes, sino por la exposición a visitantes y trabajadores sanitarios.

Se ha demostrado que muchas residencias no disponen de suficiente espacio para mantener seguros a sus residentes. Al mismo tiempo, se han dejado de notificar casos nuevos o muertes por COVID-19 o se ha retrasado su notificación. Asimismo, el personal carece de capacitación en relación con la prevención y el control de infecciones, y al uso apropiado del equipo de protección personal. Por otro lado, la supervisión es insuficiente o se carece de buenas políticas y de gobernanza y, si existen, se ha constatado que no son sólidas.

La debilidad en la atención y la protección de las personas mayores en situaciones de emergencia no es un tema nuevo. Tres cuartas partes de quienes perecieron a consecuencia del huracán Katrina, que afectó a los Estados Unidos en 2005, eran mayores de 60 años. Quince años después, las personas mayores, en especial las que viven en instituciones de cuidados de largo plazo y las que presentan discapacidades o multimorbilidades, son las más afectadas negativamente por la pandemia de COVID-19 y las que tienen la mayor mortalidad. Por lo tanto, el Decenio del Envejecimiento Saludable 2020-2030 es un llamado a la acción para cambiar la forma en que se ve el envejecimiento y para fortalecer los servicios, los sistemas y las comunidades con el fin de atender mejor las necesidades de las personas mayores.

La pandemia de COVID-19 también ha evidenciado la prevalencia del edadismo en la sociedad. Está presente en el lenguaje y en algunos contextos está impulsando y guiando las decisiones sobre quiénes deben ser examinados y tratados. En ciertas situaciones, a algunas personas se les ha negado o limitado el acceso a los servicios según su edad cronológica. Los límites establecidos, que no toman en cuenta la amplia diversidad de capacidades, condiciones crónicas de salud y circunstancias de las personas mayores, pueden resultar en una violación de los derechos humanos. Aunque las personas mayores pueden presentar diferentes resultados asociados a la enfermedad por el COVID-19, se discutió en profundidad el aislamiento vertical y se impusieron a las personas mayores numerosas restricciones, con grandes consecuencias negativas sobre sus niveles de capacidad y su salud mental, y con dificultades para mantener su salud y manejar sus condiciones crónicas debido al acceso discontinuado de muchos servicios esenciales de salud.

En realidad, los datos de las investigaciones más recientes muestran que la mortalidad por el COVID-19 en adultos mayores está relacionada con una exposición cercana de los miembros del mismo hogar en edad laboral o de vecinos. La pandemia también ha puesto en contexto la necesidad de fortalecer el concepto de la salud de las personas mayores basada en la funcionalidad. Las investigaciones sugieren que las personas mayores con resultados negativos asociados al COVID-19 presentan una disminución de sus niveles de capacidad funcional o fragilidad.

Hoy más que nunca es necesario establecer estrategias que involucren a toda la comunidad local, a los proveedores de servicios, a las empresas, a la sociedad civil, a las redes comunitarias y, en especial, a las personas mayores, con el fin de determinar acciones efectivas para interrumpir la transmisión local del COVID-19 y mitigar los impactos secundarios de la pandemia. En este contexto, las comunidades pueden comenzar a encontrar soluciones con las personas mayores y otras partes interesadas. Esta es la misión liderada por la OMS y respaldada por la OPS llamada "ciudades y comunidades amigables con las personas mayores". Estas ciudades o comunidades estimulan y permiten que todo el mundo sea cada vez más amigable con los mayores promoviendo su participación activa en la sociedad, fomentando el desarrollo de políticas de carácter integral para las personas y fortaleciendo el liderazgo de los países en el tema del envejecimiento y la salud desde el nivel local.

Los servicios de salud también deben estar preparados para brindar una atención primaria integrada y centrada en la persona. En el actual escenario, las nuevas tecnologías y la telemedicina pueden ser buenas estrategias para que las personas mantengan y mejoren su capacidad y su salud. Estos servicios, desarrollados dentro de un modelo integrado y centrado en la persona, serán más personalizados y así podrán satisfacer mejor las necesidades de las personas mayores, además de reducir las admisiones hospitalarias y los riesgos de morbilidad y mortalidad.

Por lo tanto, es necesario desarrollar estrategias de salud que promuevan oportunidades para que las personas mayores puedan protegerse adecuadamente de una posible infección por el COVID-19 durante la pandemia, y para que puedan mantener y mejorar sus capacidades. La pandemia no solo ha aumentado y dado mayor visibilidad a los desafíos y desigualdades que ya existían. También ofrece una oportunidad para actuar, cambiar y fortalecer la optimización de las capacidades, la prevención y el manejo de las condiciones crónicas de salud de las personas mayores en el primer nivel de atención, tomando en cuenta que los hospitales están saturados y hay un alto riesgo de contagio.

El Decenio del Envejecimiento Saludable 2020-2030 es un movimiento global que ofrecerá una visión clara y unida a través de sus áreas de acción para que los países puedan enfocar sus estrategias, acciones, recursos y sistemas de acuerdo con las lecciones aprendidas durante la pandemia. Así, podrán responder mejor a las necesidades de las personas mayores en una “nueva normalidad” en que se valore, se incluya, se promueva y se proteja su salud, su bienestar y sus derechos humanos.

Ahora es el momento de transformar el actual escenario en que vivimos en uno más positivo que fomente el camino hacia una sociedad más inclusiva, equitativa y amigable hacia las personas mayores en las Américas, anclada en los derechos humanos y guiada por la promesa compartida de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de "no dejar a nadie atrás".

 

[1] A/RES/75/131.

[2] Organización Mundial de la Salud (OMS), Informe mundial sobre el envejecimiento y la salud, 2015.

[3] Organización Mundial de la Salud (OMS), Atención integrada para personas mayores (AIPM): directrices para las intervenciones comunitarias dirigidas a limitar el deterioro de la capacidad intrínseca, Ginebra.