Comunicado de imprensa
Intervención de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, en la inauguración de la reunión preparatoria de la Sexta Conferencia Ministerial sobre la Sociedad de la Información de América Latina y el Caribe
Lunes 7 de agosto de 2017
CEPAL
Señor Rodrigo Ramírez, Subsecretario de Telecomunicaciones de Chile,
Señor Juan Sebastián Rozo, Viceministro General de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Colombia,
Señora Yolanda Martínez, Directora de la Unidad de Gobierno Digital de la Secretaría de la Función Pública de México,
Señoras y señores representantes de organismos públicos y privados vinculados con la sociedad de la información,
Representantes gubernamentales,
Representantes de la sociedad civil y de la academia,
Colegas del Sistema de Naciones Unidas y de la CEPAL,
Amigas y amigos,
Quiero darles la más cordial bienvenida a la CEPAL, la casa de las Naciones Unidas en nuestra región, y a esta reunión preparatoria de la Sexta Conferencia Ministerial sobre la Sociedad de la Información de América Latina y el Caribe.
Hablar hoy del potencial de las TIC para el desarrollo parece obvio, pero no era así en los inicios del proceso eLAC, cuando se propuso considerar a las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) como herramientas fundamentales para el crecimiento económico y la inclusión social.
A lo largo de los años eLAC ha permitido fortalecer el proceso de integración regional en materia digital, respondiendo al dinamismo tecnológico, los cambios sociales y económicos y la transición hacia la sociedad del conocimiento.
Han pasado 12 años desde la aprobación del primer Plan de Acción Digital eLAC en Río de Janeiro en 2005, que surgió como una respuesta a la necesidad de articular las prioridades de los países de América Latina y el Caribe con los objetivos de la Cumbre Mundial de Sociedad de la Información y los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Desde entonces, se han acordado 5 planes de acción que han llevado a la consolidación del eLAC como una agenda regional guía para la definición de estrategias nacionales y un espacio de intercambio de buenas prácticas y cooperación.
Pero hoy en la región conviven señales menos auspiciosas. Hoy, el lento crecimiento económico de América Latina y el Caribe pone en riesgo el progreso social de los últimos años, en particular la reducción de la pobreza y la desigualdad, y la expansión de las capas medias.
Las economías de América del Sur todavía viven los efectos de la desaceleración, iniciada con el término del auge de los recursos naturales, mientras que América Central, México y el Caribe enfrentan el riesgo latente del aumento del proteccionismo en su principal mercado. Para contrarrestar estas amenazas, es necesario priorizar e implementar políticas de cambio estructural, en particular la adopción de las tecnologías digitales como catalizadoras de la productividad, el crecimiento y la inclusión.
Además, se están generando menos empleos en relación con la expansión de la oferta de trabajo, sino que su calidad se ha deteriorado.
En paralelo asistimos a la transformación de nuestras economías, que se tornan crecientemente digitales, lo que abre nuevos desafíos con implicaciones en el crecimiento económico, la productividad, el empleo, la distribución del ingreso y el bienestar social.
Las tecnologías digitales crecen de manera exponencial, dando lugar a una nueva revolución tecnológica que transforma la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos.
Esta revolución requiere una actualización permanente de los compromisos y prioridades de política. La magnitud de las transformaciones exige una respuesta comprehensiva e integral, que involucre a todos los actores, desde el sector público y privado hasta el mundo académico y la sociedad civil.
Así ha sido reconocido en el Foro Político de Alto Nivel de las Naciones Unidas, que tuvo lugar en Nueva York en julio recién pasado, donde se hizo seguimiento al progreso de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, donde se enfatizó la centralidad de las TIC para avanzar en la implementación y cumplimiento de la agenda global. En nuestra región, la primera reunión del Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible, realizada en la Ciudad de México en abril pasado, reafirmó la importancia del impacto de la tecnología en el desarrollo sostenible.
La Agenda 2030 resalta que estamos ante un momento de oportunidad, donde la difusión de las tecnologías digitales y la interconexión global tienen un gran potencial para acelerar el progreso humano, facilitar el acceso a la información y desarrollar sociedades del conocimiento, reconociendo que la innovación científica y tecnológica es crítica en áreas centrales para el desarrollo como la salud y la energía. En esta agenda, esas tecnologías son consideradas como valiosos instrumentos para mejorar la calidad de la educación, promover el empoderamiento de las mujeres, motivar la industrialización inclusiva y sostenible, y fomentar la innovación.
Seamos claros, en el tiempo que vivimos no es posible avanzar en estos objetivos sin equidad digital.
Como señalaba el escritor uruguayo Eduardo Galeano hace algunos años atrás, “Internet es hoy un instrumento de vida que sirve para dar voz a quienes antes estaban condenados a la soledad”.
Hoy en día, más de la mitad de la población mundial sigue sin estar en línea, sin poder beneficiarse del impacto positivo de las TIC. Estar conectado es cada vez más relevante para el crecimiento económico, la inclusión social y la mitigación de la pobreza. Por ello, la universalización del acceso y la alfabetización digital son aspectos ya implícitos en las agendas de desarrollo.
Las tecnologías asociadas a Internet continúan revolucionando actividades económicas y sociales de toda índole. La conectividad y la digitalización son esenciales para la productividad y la competitividad, y tienen efectos significativos en áreas críticas para el bienestar. Pero exigen equilibrar las oportunidades y los riesgos de las tecnologías digitales pues sus efectos disruptivos causan tensiones en la medida en que las estructuras y organizaciones tradicionales se ven amenazadas por la innovación.
Estos efectos disruptivos impactan en el comportamiento de todo tipo de organizaciones. Tanto en las empresas que deben adaptar sus modelos de negocio, como en los gobiernos, llamados a transformar sus rutinas de operación. La convergencia de la digitalización, la robotización y la inteligencia artificial impulsa transformaciones sin precedentes.
Vivimos un proceso donde ante nuestros ojos y por acción de esta revolución tecnológica, cambia la dinámica competitiva entre las empresas, emergen disrupciones en las cadenas de valor y se remodela los límites de las industrias.
Amigas y amigos, como muestran los datos de nuestro Observatorio de Banda Ancha (ORBA), América Latina y el Caribe ha avanzado de forma sostenida en materia de acceso:
Hoy más de la mitad de los latinoamericanos y caribeños usa Internet mientras que hace sólo siete años apenas superábamos el tercio. El acceso a banda ancha móvil, por su parte, casi se ha duplicado en la región.
Estamos contentos por avances, sin embargo, sabemos que aún nos falta un largo camino por recorrer; nos encontramos todavía muy lejos de los niveles observados en los países más desarrollados.
Quiero detenerme brevemente en algunas de las brechas más notorias y persistentes que nos atraviesan.
La primera refiere a la infraestructura. La base de la digitalización y el desarrollo de nuevas aplicaciones y negocios continúa siendo la conectividad de alta velocidad. La infraestructura habilitante es crucial para sostener la creciente demanda de servicios del Internet de la cosas (IoT). En el año 2020, la tecnología 4G representará casi 40% de las conexiones en la región; sin embargo, este indicador continuará levemente por debajo del promedio mundial y lejos del 65% que registrarán los mercados desarrollados.
Otra brecha aún notoria es nuestro rezago de cara a la revolución de los Datos. La innovación basada en grandes datos es fundamental para la toma de decisiones y las estrategias de desarrollo, aprovechar ese potencial de transformación requiere de un ecosistema de innovación que integre las nuevas fuentes de información, las capacidades de procesamiento y su uso por las personas, las organizaciones y las comunidades.
Nuestra región tampoco ha logrado sumarse al impulso de la digitalización de la producción. Esto es, a la articulación virtuosa que vincula la manufactura aditiva, los equipos de realidad aumentada y virtual, la IoT, la analítica de grandes datos, la robótica y la inteligencia artificial, tecnologías que permiten desarrollar nuevos procesos, sistemas de producción y productos inteligentes, y configuran nuevos patrones de consumo y producción que presentan desafíos para nuestra región, en particular porque la producción de esas nuevas tecnologías es fundamentalmente exógena.
Otra brecha que debemos atender refiere a la formación de habilidades digitales reconociendo que las competencias digitales son centrales para la utilización estratégica de la información y promover la inclusión laboral.
A esto se suma la urgencia por articular mejores políticas de Gobierno Digital y ciber seguridad. Las expectativas sociales, impulsadas por el desarrollo tecnológico, demandan servicios públicos más transparentes, abiertos, accesibles e innovadores, que promuevan la generación de valor para ciudadanos, empresas y organizaciones de la sociedad civil. En materia de ciberseguridad, las fallas recientes y los ataques masivos de malware a nivel global han mostrado las vulnerabilidades del espacio digital. En un día, el WannaCry infectó a computadoras en más de 150 países afectando servicios públicos y privados, y empresas de todo tamaño.
Amigas y amigos, la dinámica de la revolución tecnológica obliga a atender y comprender nuevos desafíos. La computación en la nube, la Internet de las cosas, la analítica de los grandes datos y la inteligencia artificial están transformando la oferta y demanda de bienes y servicios, las cadenas de valor, la gestión de recursos humanos y naturales, y las capacidades, funciones y procesos productivos en todos los sectores.
En particular la robotización, en pleno desarrollo en los países más avanzados, es incipiente pero ineludible en la región. En este contexto, la superación de la pobreza y la vulnerabilidad social mediante empleos de calidad exigirá nuevas capacidades y habilidades para adecuar la oferta laboral.
Esto es aún más importante en un contexto en el que es imperioso que los países de la región aceleren el crecimiento de la productividad, la que apenas alcanza a la cuarta parte del nivel que tiene en los países más avanzados. Sin esto, no habrá aumentos salariales y políticas sociales sostenibles.
Lo social no sólo se juega en lo social.
En la revolución digital, la generación y aprovechamiento de economías de escala y de red son fundamentales. Esto explica la expansión de plataformas digitales que facilitan el consumo, la producción, la innovación, y el comercio.
En la región, las denominadas TECNOLATINAS se han incorporado a este modelo, pero su desarrollo está condicionado por economías de escala. Por ello, necesitamos un mercado que aproveche el potencial de sus más de 600 millones de habitantes.
No podemos desaprovechar la uniformidad cultural y lingüística que tenemos por trabas institucionales heredadas que no responden a las actuales necesidades.
Aprovechar la revolución digital en la producción, la educación, la salud, las ciudades y el gobierno exige avanzar hacia la creación de un mercado digital regional que promueva la innovación, la inversión, la creación de empresas y la generación de empleos con miras a un desarrollo sostenible e inclusivo.
Para la CEPAL, avanzar hacia una transformación digital para la productividad y la inclusión es fundamental con miras a un nuevo modelo de desarrollo que NO DEJE A NADIE ATRÁS. Muchas gracias.