Announcement
Discurso de Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, en la inauguración de los trabajos del Primer Foro de los Países de América Latina y el Caribe para el Desarrollo Sostenible
26 de abril de 2017
Palacio Nacional, Ciudad de México
Excelentísimo Sr. Enrique Peña Nieto, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos,
Luis Videgaray Caso, Secretario de Relaciones Exteriores de México,
José Antonio Meade Kuribreña, Secretario de Hacienda y Crédito Público,
Rafael Pacchiano Alamán, Secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales,
Rosario Robles Berlanga, Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano,
María Guadalupe Murguía Gutiérrez, Presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados,
Blanca Alcalá Ruiz, Vicepresidenta y representante del Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores,
Estimados representantes de los Estados miembros de la CEPAL,
Estimadas autoridades nacionales y Miembros del Cuerpo Diplomático,
Representantes de Organismos Internacionales y colegas del Sistema de las Naciones Unidas,
Estimados representantes de las organizaciones de la sociedad civil,
Queridos colegas de la CEPAL,
Amigas y amigos,
Estimado presidente Enrique Peña Nieto, sean mis primeras palabras testimonio de gratitud a usted y al Canciller Luis Videgaray, al Subsecretario Miguel Ruiz Cabañas y a todo su equipo, a las autoridades y al pueblo mexicano, mi pueblo, quienes nos han brindado su proverbial hospitalidad, colaboración y acogida en este primer Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible. México tributa así, una vez más, a su larga y sólida tradición multilateralista.
Permítame felicitar este gesto señero del que acabamos de ser testigos, que pone a México en la frontera, al instalar su propio Consejo Nacional de la Agenda 2030 bajo la directa supervisión de la Presidencia. Qué gran legado señor Presidente deja su Gobierno al pueblo de México.
Hoy estamos aquí honrando el compromiso que bajo el liderazgo de Perú y de México, asumieron los países miembros de la CEPAL en el marco de nuestro último Periodo de Sesiones, celebrado aquí apenas el año pasado, para dotarse de un espacio propio donde dar forma original y pertinente a la voz de nuestra región frente al desafío enorme de convertir en hechos los compromisos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Nos honra que al concertarse para una tarea a la vez monumental y urgente, nuestras naciones le hayan permitido a la CEPAL acompañarlas como Secretaría. Y es que este Foro que hoy nace, es en toda su extensión, herramienta de los países, por ustedes concebida y dirigida.
Amigas y amigos, para transitar a ese futuro sostenible, inclusivo y justo que nos convoca aquí y ahora, hemos de reparar con atención en el complejo presente que encaramos.
Luego de dos años de contracción económica, América Latina y el Caribe retomará en 2017 tasas de crecimiento positivas pero aún bajas. Nuestras proyecciones hablan de un crecimiento de 1,1% para la región este año, aunque con marcadas diferencias subregionales: América Central y México crecerán en torno al 2,3% mientras que América del Sur lo hará en torno a 0,6%.
La recuperación se da en un contexto externo de crecientes incertidumbres que llaman a la cautela, aunque en general el manejo macroeconómico ha sido prudente. Si tomamos los promedios de la región, vemos que la inflación se sitúa en torno al 8%, el déficit fiscal se mantiene entre 2015 y 2016, el crecimiento de la deuda pública ha sido moderado y el déficit en la cuenta corriente ha disminuido.
Sin embargo, se han producido caídas en la inversión, no se han logrado avances en productividad, las brechas estructurales persisten y hay un riesgo de deterioro social ante el crecimiento del desempleo y la reducción del gasto público. Por su parte debemos anotar que la mejora en la cuenta corriente se dio en muchos casos por caída de la actividad interna y no por una mejora en la competitividad o diversificación de nuestras exportaciones.
Nos llama a alerta el contexto de estancamiento en la reducción de la pobreza en el que nos encontramos que perfila el riesgo de sufrir posibles retrocesos. Entre 1990 y 2014 la región logró reducir en veinte puntos la tasa de pobreza, desde 48,4% a 28,2%. Sin embargo, la CEPAL estima que en 2015 esa tasa habría aumentado a 29,2%, lo que equivale a 175 millones de personas, de los cuales 75 millones, es decir, el 12,4% de la población, estaría en situación de extrema pobreza o indigencia.
En el curso de los últimos meses se han observado cambios en el escenario político internacional que hasta hace poco tiempo eran inconcebibles. A partir del Brexit en junio 2016, irrumpieron protagónicamente en escena fuerzas políticas que han puesto en jaque la idea de que la globalización era una tendencia irreversible a la que todos los países debían ajustarse.
La adopción de políticas unilaterales o bilaterales, con el consiguiente debilitamiento del multilateralismo, la irrupción del proteccionismo y el neo-mercantilismo, y el ascenso de grupos políticos con un discurso xenófobo y de intolerancia, en oposición a los fundamentos de apertura y pluralidad sobre los que se construyeron las sociedades democráticas modernas, han generado justificada alarma en la comunidad internacional, en los gobiernos y en la ciudadanía.
Pero, admitámoslo, estas tendencias no son totalmente inesperadas. Entender porqué surgen con tanta fuerza requiere contrastar dos visiones sobre la construcción de un sistema multilateral de cooperación capaz de prevenir conflictos y reducir tensiones.
Una de ellas sugiere que basta dejar a las fuerzas del mercado actuar para que espontáneamente los actores económicos y políticos generen y reciban los beneficios asociados al comercio y el crecimiento. Se sostiene que la plena apertura comercial y financiera, la flexibilización del mercado laboral, la desregulación de los mercados y un ambiente de reglas claras protegiendo los derechos de propiedad (un conjunto de reglas al que referimos como “hiperglobalización”), bastarían para generar economías más prosperas y sociedades democráticas y pacíficas.
En este relato no había lugar para los bienes públicos globales, a no ser aquellos necesarios para asegurar la libre circulación de los bienes y el capital.
Esta mirada daba por sentado que las opciones diferentes y originales de políticas nacionales se encontraban muy acotadas o resultaban llanamente inexistentes (There is no Alternative, TINA). Era el imperio de la noción que los gobiernos no deben ni pueden controlar las decisiones que son guiadas por los incentivos del mercado. Y si bien admitía que hay actores que ganan más y actores que ganan menos, suponía que de alguna forma los ganadores compensarían a los perdedores persuadiéndolos de resistirse a la hiperglobalización.
Hay, sin embargo, un relato alternativo. Este sugiere que un sistema multilateral abierto es fundamental para el desarrollo sostenible, pero que en una economía mundial con fuertes heterogeneidades (tecnológicas, productivas, institucionales) tiende a generar desequilibrio, polarización y tensiones, tanto entre países como al interior de los mismos.
Como la acumulación de poder económico y financiero está asociada a la acumulación de poder político, es muy difícil que los sectores perdedores en la globalización sean compensados por los ganadores. La resistencia de los primeros eventualmente pone en jaque el comercio y la cooperación. Más aún, el sistema de precios es incapaz de captar las externalidades asociadas al medio ambiente, al punto que el cambio climático ha sido llamado “la mayor falla de mercado de todos los tiempos”. Por todos esos motivos, se necesita la cooperación internacional y mecanismos de gobernanza global para prevenir conflictos, reducir desigualdades y mantener el compromiso de los actores con un sistema internacional abierto.
La economía política internacional desde los ‘90 se ha conducido en los marcos de la hiperglobalización. Las polarizaciones que ha generado son responsables por la creciente fragmentación y conflictividad del sistema internacional. Asimismo, el nuevo Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Gutérres, ha hecho hincapié, desde su entrada en funciones, en el carácter cada vez más indisociable del desarrollo sostenible en su condición de pilar de la prevención, la paz y la seguridad. El desafío es entonces recuperar la agenda de cooperación multilateral que quedó en el limbo entre la hiperglobalización y el emergente unilateralismo.
Esta mirada toma cuerpo en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que representan el consenso emergente entre gobiernos y actores diversos, capaz de tornar compatibles las políticas nacionales a favor del empleo con derechos y el desarrollo con la expansión del comercio internacional y la prevención de conflictos. Son compromisos que reconocen a las personas, la paz, la prosperidad compartida, al planeta y las alianzas como los principales rectores, compartidos y universales, en los que se debe basar una nueva batería de estrategias y políticas globales, regionales y nacionales.
La Agenda 2030 propone expandir el comercio y corregir sus desequilibrios evitando el ajuste recesivo en las economías deficitarias; llama a una mejor gobernanza de las finanzas internacionales, evitando crisis como la del 2008, así como burbujas especulativas en los mercados de monedas, inmobiliario y de commodities; invita a expandir las políticas sociales y avanzar hacia un estado de bienestar sin que se erosionen las bases tributarias, la competitividad y la inversión en los países que adoptan estándares más elevados de protección al mundo del trabajo y combate a la desigualdad; y demanda controlar y penalizar las externalidades ambientales y el uso predatorio de los recursos naturales.
La respuesta ante el riesgo de quiebra del sistema multilateral no puede ser regresar al status quo anterior en el sistema internacional, que generó los problemas actuales, sino recuperar la cooperación multilateral y la integración regional como herramientas del desarrollo, tal como se propone en la Agenda 2030.
América Latina y el Caribe debe ser capaz de revigorizar la integración regional, hoy fragmentada y debilitada, para usarla como instrumento de diversificación productiva y fortalecimiento de capacidades. A nivel nacional, se requiere una nueva generación de políticas sociales, de educación y de desarrollo productivo que inserten a la región en la nueva revolución tecnológica, en donde convergen la innovación, el crecimiento con inclusión social y la protección al medio ambiente.
Seamos claros, un sistema multilateral abierto no es el fruto espontáneo de la desregulación y la liberalización comercial y financiera en un contexto de alta heterogeneidad. Nunca lo fue. Construir este sistema y mantenerlo requiere un conjunto de reglas que tenga en su centro la reducción de asimetrías y el ataque a los problemas del desarrollo y del rezago tecnológico. La Agenda 2030 proporciona la hoja de ruta para construir ese sistema. Sus 17 Objetivos y 169 metas, formulados a través de un inédito proceso participativo, son la manifestación de la ambición y seriedad de este Agenda, que en su cumplimiento se compromete a “no dejar a nadie atrás”. La implementación de esta agenda requiere ahora conjugar las tres dimensiones del desarrollo sostenible, económica, social y ambiental, de manera integral.
Dar cuenta de las profundas transformaciones que nos permitan alcanzar la meta que el mundo se ha fijado para los próximos 13 años, en nuestra región, significa abrazar un cambio estructural progresivo, imaginar e implementar las políticas que nos permitan transitar hacia actividades y procesos productivos, intensivos en aprendizaje e innovación, asociados a mercados en rápida expansión, que permitan aumentar la producción y el empleo con derechos, y favorecer la protección del medio ambiente desacoplando crecimiento económico y emisiones.
Lo queremos reiterar, cambiar nuestros patrones de producción y consumo, lograr estructuras productivas que hagan compatibles la igualdad y la protección ambiental, tiene una condición necesaria: un nuevo conjunto de instituciones y coaliciones políticas que las promuevan a nivel global, regional y nacional.
Tenemos que avanzar a la creación de bienes públicos globales y regionales. Superar los retos del presente que encaramos no será posible sin una acción global colectiva y coordinada, sobre la base de un renovado multilateralismo. Exige la construcción de bienes públicos para la estabilidad y el pleno empleo a nivel global: políticas fiscales expansivas coordinadas y una nueva arquitectura financiera que reduzca la incertidumbre y la volatilidad generada por el apalancamiento excesivo y los movimientos especulativos de capital.
Reducir las brechas tecnológicas y de ingresos, y difundir globalmente el conocimiento y la producción son inseparables del objetivo de construir un sistema mundial estable y comprometido con el pleno empleo, concibiendo el trabajo no solo como un medio de producción, sino como un fin en sí mismo.
Promover el crecimiento y el empleo, sin agudizar al mismo tiempo los graves problemas ambientales, demanda la adopción de políticas fiscales expansivas, con inversiones concentradas en tecnologías, bienes y servicios asociados a senderos de producción y consumo bajos en carbono.
Estamos persuadidos de que la aplicación de la tecnología a la preservación del medio ambiente genera oportunidades de inversión pública y privada, innovación y creación de empleos de calidad que pueden sostener una nueva fase de crecimiento global.
Pero claro, para encauzar las inversiones en la dirección deseada y hacerlas viables, es necesario generar los incentivos correctos, esto es, redefinir el marco institucional y de gobernanza global, regional y nacional.
Esta ruta representa para América Latina y el Caribe un desafío a su madurez, ya que el fortalecimiento de la coordinación y la cooperación a nivel regional resulta el instrumento clave en este proceso. Es el paso que permitirá a la región promover las imprescindibles acciones conjuntas en temas vinculados a la estabilidad macroeconómica y las políticas fiscales, así como en las áreas de comercio exterior, inversión extranjera directa y cadenas productivas.
Nuestra región es capaz de hacer aportes originales al compromiso global que entraña la Agenda 2030. Permítanme compartir un ejemplo reciente y concreto. Hace solo unos pocos días, a principios de mes, de manera inédita y sin precedente conocido en el orbe, los mecanismos que congregan por un lado a los responsables estadísticos de una región y a la comunidad de expertos en información geoespacial de la misma región, se reunieron, sesionaron juntos para explorar, entre otros temas, cómo desde sus respectivas capacidades contribuían juntos a la mejor construcción de indicadores para el monitoreo de los ODS asociados al territorio. Y si, eran los miembros de la Conferencia Estadística de las Américas reunidos en la CEPAL con sus pares del Comité Regional de las Naciones Unidas sobre la Gestión Global de Información Geoespacial para las Américas. Ambas instancias, por cierto, dirigidas por mexicanos excepcionales, directivos de ese orgullo institucional de nuestra región que es el Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México, Mario Palma y Rolando Ocampo.
Amigas y amigos, en mayo de 2016 durante la celebración del trigésimo sexto período de sesiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que tuvo lugar en esta Ciudad de México, los Estados miembros de la CEPAL aprobaron la resolución 700 XXXVI, (Resolución de México) por la que se creó el Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible como mecanismo regional para el seguimiento y examen de la implementación y seguimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), sus metas, sus medios de implementación y la Agenda de Acción de Addis Abeba sobre el Financiamiento para el Desarrollo. Posteriormente, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas hizo suya la creación del Foro mediante la aprobación de su resolución 2016/12.
Respuesta regional al nuevo desafío, el Foro de los Países de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible está dirigido por los Estados y abierto a la participación de todos nuestros países.
Encabezado por México, que nos preside, se convoca bajo los auspicios de la CEPAL y se guía por los principios establecidos para todos los procesos de seguimiento y examen por la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Involucra a los Estados, al sector privado y a la sociedad civil, y también a los órganos subsidiarios de la CEPAL, bancos de desarrollo, otros organismos de las Naciones Unidas y bloques de integración regional. Es un Foro que se propone proporcionar útiles oportunidades de aprendizaje entre pares, por medios como exámenes voluntarios, el intercambio de buenas prácticas y la discusión de metas comunes.
Un foro que nos permitirá hablar con voz propia en el debate sobre la implementación de la agenda. Una voz que exprese voluntades comunes sin negar nuestra heterogeneidad. Una voz que suma miradas, la de los países sin litoral, la de los pequeños estados insulares, la de los 28 países calificados como de renta media. Un esfuerzo de nuestros países por encarar juntos el camino de mañana, por explorar respuestas propias, por revalidar el espacio regional como enlace entre lo global y lo nacional.
Un foro que tiene por génesis la voluntad pionera de los propios países de nuestra región que, cuando se estaba aún afinando el consenso que daría forma a la Agenda 2030, ya exploraban las ideas seminales de los mecanismos de seguimiento regional.
Un foro que desde su origen se concibió con vocación multiactor. Un foro generoso que por voluntad de sus impulsores, abre al conjunto de los organismos del sistema de las Naciones Unidas, a quienes agradezco su compromiso, un espacio para contribuir constructivamente desde sus capacidades y especificidad temática. Un foro que abre la puerta a la participación activa de las múltiples expresiones de nuestra viva sociedad civil, de nuestra academia, de nuestro sector privado.
Un foro que reconoce que el carácter universal e indivisible de la Agenda 2030 nos obliga a hacer las cosas de manera distinta, llama a romper silos temáticos, institucionales y culturales. Implica plantear soluciones creativas e innovadoras para avanzar en un cambio en el estilo de desarrollo. Nos convoca a pensar “out of the box” y actuar con análoga audacia. Es por ello que verán cómo responsables sectoriales han sido animados a concurrir a conversaciones sobre asuntos distintos a los que resultarían obvios por sus áreas de responsabilidad. Creemos en el valor de la polinización cruzada. En la relevancia de exponer a los responsables de la hacienda pública a la discusión sobre lo ambiental, en la pertinencia de traer a los planificadores del desarrollo social al debate sobre financiamiento, a los garantes de las normas ambientales a la conversación sobre el combate a la pobreza. Cuando decimos que la Agenda 2030 es indivisible, integral y coherente, apostamos a que la práctica de nuestros trabajos remitan a ese espíritu.
Cuando decimos que juntos imaginamos que este espacio construya los tonos distintivos de la voz propia de nuestra región en el debate global sobre la aspiración de un desarrollo sostenible, justo e igualitario, que oportuno resulta entonces que su alumbramiento reconozca aquí su primer domicilio.
Qué lugar preñado de historia, de símbolos, de gestos indelebles, grabados en la identidad de esta patria, la mexicana, pero también la latinoamericana y caribeña.
Hace poco más de un siglo y medio habitaba estas murallas solemnes un hombre excepcional. Indígena zapoteca, nacido en las profundidades de la sierra norte de Oaxaca, que no conoció el español, ni los rudimentos de la gramática y la aritmética, si no hasta cumplidos los 14 años y que al poco andar se convertiría en el primer abogado de su estado, juez, gobernador, ministro y a la postre Presidente de República.
En esta misma casa, Benito Juárez recibía a finales de mayo de 1863, tristes noticias. Pese a los esfuerzos extraordinarios de las fuerzas mexicanas, el más poderoso ejército de su tiempo, las tropas invasoras de Napoleón tercero, ocupaban la cercana Puebla, cerrando el cerco a la capital del país.
Convencido de que mientras los representantes del gobierno legítimo de México mantengan un pie en el territorio de la República la resistencia se mantendrá viva, Juárez literalmente embarca al gobierno en una breve hilera de carruajes y parte rumbo al norte persuadido de que más valía la errancia que la capitulación.
La tarde de su partida, la plaza monumental que ocupa el frontis de este palacio, el Zócalo, se desborda de ciudadanos que acuden a rendirle homenaje, Juárez sale a su encuentro, y repara, en las primeras filas de la multitud, en una escena llamativa, a primera vista incomprensible, desconcertante. Docenas de hombres modestos apilan a sus pies centenares de trozos de cuerda, en sus rostros morenos brilla un fulgor de orgullo y dignidad.
Guillermo Prieto, ministro de Juárez, acude pronto con la explicación. Esos hombres son los campaneros de las más de doscientas iglesias de la recién caída Puebla, y ante la instrucción de tocarlas al vuelo para celebrar el triunfo francés, decidieron en cambio cortar las cuerdas a tal altura que nadie pudiese hacerlas sonar. Eran el rostro concreto de la resistencia rebelde, popular y ciudadana.
Juárez estará a la altura de ese testimonio espontáneo, anónimo y heroico. Esa misma noche, tras resguardar la bandera, cierra por fuera las puertas de este palacio y enfila a un peregrinar nómada, organizando la lucha contra un imperio impuesto y foráneo.
Cuatro años después, el 15 de julio de 1867, Juárez regresa triunfante y en su primer gesto, abre de nuevo, por fin, las puertas del Palacio.
Gracias México por abrir hoy estas puertas heroicas a tus hermanos latinoamericanos y caribeños. Gracias por permitirnos inaugurar aquí nuestros trabajos compartidos, desafiantes, urgentes, en esta casa de la soberanía y la autodeterminación.
En estas piedras se funden el hogar de Moctezuma, la sede de la colonia, la casa de la independencia y el baluarte de la revolución. Sus ladrillos llevan inscritas las huellas de una historia rica, cruzada de luces y sombras, pero nuestra. Común, con sus matices, a la que describe el camino largo del conjunto de nuestros pueblos. Hoy sobre estas mismas piedras, desafiados por los colores con los que Rivera prendió sus murallas, nos atrevemos a imaginar reunidos, un mañana distinto, justo, digno, soberano e igualitario.
Muchas Gracias.