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Hospedaje estudiantil mejora acceso a
Un programa de hospedajes estudiantiles en Bolivia ha logrado aumentar la escolaridad en una de las zonas más pobres del país al brindar a mil niños la posibilidad de educarse. El programa Hospedaje Estudiantil en Familia, de la Fundación Pueblo, abre las puertas de la educación a niños y niñas indígenas de familias rurales en los Departamentos de La Paz y Potosí que viven lejos de sus escuelas, evitando así, la deserción escolar. Este programa, que se desarrolla en conjunto con los gobiernos municipales, ya ha acogido a cerca de mil niños y niñas. Fue ganador en 2007 del segundo lugar del concurso Experiencias en Innovación Social organizado por la CEPAL con apoyo de la Fundación Kellogg. En algunas zonas rurales del altiplano boliviano, como en otros sitios en la región, los estudiantes caminan hasta tres horas para llegar a sus escuelas. Esos niños y niñas muchas veces abandonan los estudios porque tienen demasiados obstáculos que superar. Según el Panorama Social 2009 de la CEPAL, 54% de la población de Bolivia vive debajo la línea de pobreza. Ésta se concentra en las zonas rurales, donde 75 % de las personas son pobres. En Bolivia, 30% de los niños indígenas abandona su educación durante la primaria y debe sobrevivir con bajos niveles de conocimientos de lectoescritura y matemáticas, reproduciendo así el circulo vicioso de la pobreza. A la discriminación por residencia y origen étnico, se agrega la de género. A diferencia de lo que sucede en otros países latinoamericanos donde las niñas y las jóvenes superan en acceso, progresión y logro las tasas educacionales de los hombres, en Bolivia, Perú y Guatemala, países con mucha población indígena, es al revés. “Utawawa” sin trabajo infantil El programa Hospedaje Estudiantil en Familia rescató una costumbre ancestral, la “utawawa”, en aymara. La costumbre consiste en que las familias que viven en lugares apartados mandan a sus hijos a las casas de compadres o amigos que viven en pueblos donde existe escuela, donde son recibidos a cambio de que los niños realicen trabajo doméstico o agrícola. Sin embargo, en su versión actual, se elimina el trabajo infantil de la “utawawa”, creando la figura de la “anfitriona”, mujer que cuenta con la confianza de los padres y recibe a los estudiantes a cambio de un ingreso. Este ingreso, si bien es de sólo aproximadamente un dólar diario, es en no pocos casos el principal ingreso monetario de la familia. La anfitriona los aloja, cuida y da una comida diaria. Los niños asisten a la escuela y regresan a sus casas durante los fines de semana y las vacaciones. La Fundación Pueblo contrata a una encargada que supervisa el cumplimiento de las condiciones establecidas: habitación independiente para los estudiantes que alberga, alimentación adecuada e higiene, y paga a las mujeres anfitrionas. También emplea cocineras para el comedor escolar del mediodía, generando empleo en la comunidad. La encargada dirige además un “Espacio lúdico” en las tardes, donde se da reforzamiento escolar y apoyo en las tareas mediante una biblioteca escolar y un tutor. Las familias aportan artículos de higiene, sábanas y útiles escolares para el uso personal de sus hijos y los padres aportan anualmente para una caja médica común y otros gastos. Los docentes de las escuelas que participan en el programa reciben apoyo en capacitación para mejorar la calidad de su enseñanza. No sólo se asegura entonces el acceso a la educación, sino a una de mejor calidad para todos los estudiantes de la comunidad. El programa es altamente valorado por las autoridades educativas y los profesores. Las comunidades aportan al programa con acciones concretas, como la construcción de oficinas y comedores y apoyan en su gestión. Una de sus ventajas es su bajo costo, ya que no requiere la construcción de internados donde albergar a los estudiantes. Además, fomenta el capital social, al utilizar las capacidades locales y empoderar a las mujeres anfitrionas, cocineras y encargadas. Al finalizar el período escolar se realiza un taller de evaluación con la participación de todos los involucrados en el Programa de Hospedaje Estudiantil en Familia. Las recomendaciones que resultan del taller son tomadas en cuenta durante la ejecución del Programa durante el siguiente período. Niños que van tranquilamente a su escuela Anette Loscher, asesora educacional de Fundación Pueblo, explica que la selección de los niños depende de ciertas condiciones: “Tienen que venir de una distancia de más de una hora y media caminando. Además, priorizamos a las niñas, ya que estamos en una región en que de cada cuatro escolares apenas una es mujer”. La familia de Daniel Mamami, campesino y padre de cinco hijos, cuatro de los cuales son niñas, es beneficiaria del programa, ya que viven a tres horas de la escuela. “Mis hijos antes caminaban y si había lluvia llegaban mojados. Sufrían por las heladas y por los vientos. Salían de la casa a las 7 de la mañana y regresaban tarde. Con este apoyo están muy cómodos, casi ya no sufren. Van tranquilamente a la escuela”, dice. Su hijo mayor estudia ahora carpintería en La Paz con una beca y las dos hijas mayores viven con una familia anfitriona durante la semana escolar. La familia Mamami espera enviar también a las dos más pequeñas al colegio de Chillca Palca, en el Municipio de Colquechaca. *por la División de Desarrollo Social
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