Las remesas de los migrantes, definidas como los ingresos que individuos reciben en su país de residencia y que son enviados por actores privados radicados en el extranjero, constituyen una fuente importante de recursos y financiamiento externo para muchos países. En algunos países de ingreso medio y bajo, los flujos de las remesas superan ampliamente los recibidos por concepto de inversión extranjera directa (IED), asistencia oficial para el desarrollo e inversión extranjera en cartera. Entre las características de las remesas respecto a los otros flujos financieros, se destaca que son menos volátiles que la IED y el crédito internacional.
En el marco de la Agenda 2030, las remesas familiares contribuyen al logro de diversos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
A nivel de los hogares, contribuyen a la reducción de la pobreza (ODS 1); a una mayor disponibilidad de recursos que se traduce en mejores niveles de nutrición, en particular para niños y adultos mayores (ODS 2); a un mejor acceso a medicamentos, cuidado preventivo y seguros médicos (ODS 3); a mayores tasas de asistencia escolar entre los niños de familias receptores de remesas (ODS 4); así como una mayor independencia financiera y mejores oportunidades de empleo para mujeres (ODS 5).
A nivel local la recepción de remesas contribuye a la creación de capital social y la acumulación de recursos financieros para atender necesidades de la comunidad, como mejoras en el acceso a agua potable y saneamiento (ODS 7), el acceso asequible a fuentes de energía no contaminantes (ODS 7), la adopción de prácticas sostenibles de producción y consumo (ODS 12), así como inversión en medidas de mitigación ante el cambio climático (ODS 13).
Finalmente, a nivel nacional, a través de la adecuada provisión de servicios financieros y de desarrollo empresarial, la recepción de remesas tiene el potencial de ser un catalizador para el crecimiento y la generación de empleos (ODS 8), mejorando las perspectivas de desarrollo de poblaciones desfavorecidas (ODS 10). Atendiendo las metas del ODS 17, la comunidad internacional está llamada a fortalecer los medios de implementación de la Agenda 2030.
En algunos países de América Latina y el Caribe, el flujo el flujo de remesas familiares representa una fuente importante de ingresos. Si bien la mayor parte de las remesas recibidas se orienta a satisfacer las necesidades básicas de los hogares receptores, hasta una tercera parte de estas se ahorra o se invierte, principalmente en educación y salud.
No obstante, el uso de las remesas familiares para la inversión productiva y el emprendimiento es aún reducido. Una fragmentación excesiva de los recursos disponibles para financiar proyectos productivos, escasas capacidades empresariales, baja rentabilidad de las inversiones locales y desconfianza en la estabilidad macroeconómica son algunos de los factores que limitan la inversión productiva de las remesas. A lo anterior se suma la limitada oferta de servicios financieros adecuados al perfil de los hogares receptores de remesas, situación que se acentúa en el ámbito rural.
Estudios recientes indican que una mejor inclusión financiera, acompañada del fortalecimiento de las capacidades técnicas y gerenciales de pequeños productores y proveedores de servicios, contribuye al desarrollo de un entorno adecuado en el que una parte de las remesas se destina a proyectos productivos.
Esta iniciativa se desarrolla en continuidad con otras dos colaboraciones recientes de FIDA y la CEPAL. En primer lugar, entre 2014 y 2017 la CEPAL, con financiamiento de FIDA, prestó asistencia técnica a cinco países (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, México y la República Dominicana) en el diseño de estrategias participativas para el fortalecimiento de cadenas de valor rurales (Padilla Pérez ed., 2014). En segundo lugar, entre 2015 y 2017 la CEPAL, también con financiamiento de FIDA, llevó a cabo estudios en cinco países (Costa Rica, El Salvador, Honduras, México y la República Dominicana), con objeto de identificar avances y retos en materia de políticas públicas para una mayor inclusión financiera (Villarreal ed., 2017).