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Los sueños de
tres emprendedoras latinoamericanas

Las tejedoras de Pachamama S.A. se juntan a tejer en Mañazo, Perú, las prendas que luego exportan a Estados Unidos. Fotos: María Elisa Bernal.

Lourdes Saavedra Pilco, indígena campesina de la sudoriental región peruana de Puno, cumplió su sueño de mandar a sus dos hijos a la universidad.

Catalina Sánchez Jiménez, del sureño estado mexicano de Oaxaca, persiste en su objetivo de crear una fuente de trabajo para que su familia migrante regrese a casa. Ya logró la vuelta de su esposo y uno de sus hijos.

Por su parte, la también indígena peruana Victoria Quispe creó junto a otras mujeres una empresa de tejido de lana de alpaca, cuyas ganancias alcanzan inclusive para financiar un comedor para niños y ancianos.

Las tres son mujeres fuertes y están orgullosas de la autonomía económica lograda junto a sus comunidades. Las suyas son historias de éxito con un denominador común: capacidad de asociarse para superar la pobreza y potenciar su identidad cultural.

Esto es particularmente meritorio si se considera que los indígenas constituyen el grupo más pobre de América Latina y el Caribe, con menor acceso a educación, empleo, salud y servicios básicos, pese a que representan casi 10% de la población regional, según estudios de la CEPAL. La desigualdad étnica es una constante en la región.

Lourdes, Catalina y Victoria participan activamente en tres proyectos presentados al concurso anual Experiencias en innovación social, realizado por la CEPAL con el apoyo de la Fundación W.K. Kellogg desde 2004. 

Éste premia emprendimientos sociales que se enmarcan en las áreas de salud comunitaria, educación básica, juventud, nutrición, generación de ingresos, desarrollo rural, responsabilidad social y voluntariado.

Ellas se destacan por su creatividad e innovación. No inventaron nada nuevo, siguen haciendo lo de siempre, pero supieron modernizar sus quehaceres tradicionales para mejorar su calidad de vida.

Nopal de la nostalgia

Oaxaca es uno de los estados mexicanos más pobres y con más migrantes viviendo en Estados Unidos. Las mujeres que se quedan cultivan en la tierra árida el nopal, una cactácea con alto valor nutricional y amplio consumo en México, y sobreviven con las remesas enviadas por sus familiares.

Así era la vida de Catalina Sánchez y sus vecinas hasta que decidieron darle un uso productivo a las remesas y procesar el nopal. “Vendíamos el nopal sentadas en la calle, pero no ganábamos y desperdiciábamos mucho”, recordó.

Con la ayuda de la Fundación para la Productividad en el Campo, crearon una planta para envasar el nopal, además de mole (una salsa) y chocolate, y se asociaron con una empresa de migrantes de California, Estados Unidos. Ahora exportan productos de “nostalgia culinaria”.

Hace poco firmaron un contrato con un supermercado mayorista mexicano y esperan hacer lo mismo con una cadena estadounidense. La producción de nopal, que realizaban como una actividad marginal en sus huertas, se hace ahora de manera industrial y orgánica, generando empleo. “No nos conformamos con esto, queremos traer a todos los migrantes de regreso a su comunidad, a su pueblo, a su país”, planteó Catalina.  

Tejidos de mujer quechua

Como tantas indígenas, Victoria Quispe apenas vendía sus tejidos a los turistas en el distrito de Mañazo, en Puno. Pero con la ayuda de una monja, un grupo de mujeres, entre las que se encontraba Victoria, creó una empresa de tejido manual con lana de alpaca: Artesanías Pachamama S.A. Todas se juntan a tejer en los días soleados del altiplano.

Hace algunos años, una de las socias viajó a Estados Unidos a una feria para mostrar los productos. Allí, cuenta Victoria, “se percató, con tristeza, de que muchas de nuestras chompas (suéteres) no se vendieron y estaban ahí, arrumadas, porque eran de mala calidad”. 

Pidieron ayuda al Proyecto Corredor Puno-Cusco, ejecutado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Fondo Nacional de Cooperación para el Desarrollo Social (FONCODES), y accedieron a asistencia técnica para mejorar la calidad de sus prendas y adecuarla al gusto de los consumidores.

“Nos hemos mantenido firmes en las buenas y en las malas. Ahora todos los productos que enviamos se venden porque son de buena calidad”, aseguró Victoria.

Cada una gana U$25 por prenda, cuentan con un contador, se distribuyen el trabajo en reuniones semanales y ganan lo suficiente para además solventar un comedor comunitario para los niños y ancianos. Así cumplen su sueño.

El engorde del ganado altiplánico

También en las alturas del altiplano peruano, en los márgenes del lago Titicaca, Lourdes Saavedra relata otra historia de éxito de una comunidad quechua. “Nosotros hemos sufrido bastante la pobreza, dependíamos de las cosechas de granos y cuando caía el granizo, no teníamos ni para comer”, relató.

Lourdes es parte de un proyecto apoyado por la organización internacional de desarrollo CARE Perú, que ha capacitado a 3.000 familias en el engorde y comercialización de ganado. “Demorábamos 2 a 3 años en hacer esto, pero ahora lo hacemos en 3 meses. Y lo hacemos en nuestros cobertizos con alimento molido, balanceado, que producimos nosotros mismos: cebada, habas, arvejas”, contó.

Hoy cada familia vende entre 8 y 15 animales al año en los mercados de Lima, la capital, y del sureño departamento de Arequipa. La comunidad sigue organizada.

“Yo soy del campo, me faltaba el dinero, pero ahora ya podemos sustentar los gastos de mis dos hijos, que van a la Universidad Nacional del Altiplano”, comentó Lourdes.

Es indispensable que los tomadores de decisiones reconozcan a la innovación social como protagonista central del desarrollo de la región, planteó Martín Hopenhayn, director de la División de Desarrollo Social de la CEPAL, en el prólogo del libro “De la innovación social a la política pública. Historias de éxito en América Latina y el Caribe”, publicado en noviembre de 2010.


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Lourdes Saavedra Pilco
 
  Ellas no inventaron nada nuevo, siguen haciendo lo de siempre, pero supieron modernizar sus quehaceres tradicionales para mejorar su calidad de vida.
 
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  Catalina Sánchez Jiménez