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Los estados deben responder a las necesidades y los cambios de las familias latinoamericanas y sus integrantes

8 de octubre de 2015|Nota informativa

Las familias se han vuelto más pequeñas, las mujeres se han integrado más al mundo laboral y se cuestionan las relaciones de poder al interior de los hogares, por si es necesario reforzar las políticas públicas y generar un cambio cultural para lograr avance en la autonomía de las mujeres en América Latina.

El rostro de las familias latinoamericanas ha cambiado desde 1990: la fecundidad ha disminuido, las familias tienen menos integrantes, la esperanza de vida ha aumentado y ha habido un aumento en la incorporación de mujeres al mundo laboral pero sin cambios en la división sexual del trabajo. Es así como las desigualdades de género persisten en el seno de las familias latinoamericanas.

Aunque la tasa general de fecundidad va en bajada, la tasa de fecundidad adolescente –expresión de desigualdades sociales, culturales, de género, de etnia o raza, entre otras– de América Latina y el Caribe es una de las más altas del mundo, superada sólo por los países del África subsahariana.

Además, los arreglos familiares se han diversificado. Los hogares nucleares biparentales pasaron de un 52,1% a un 41,8% y los hogares nucleares monoparentales con jefatura femenina han aumentado del 7,4% al 10,2%. Es más, el conjunto de hogares familiares con jefatura femenina, tanto nucleares como extensos, pasó de representar el 12,3% al 15,8%

Este nuevo mapa de las familias en la región y la carga de trabajo no remunerado y de cuidado afectada negativamente a las mujeres y demanda que los estados de América Latina refuercen y fomenten políticas públicas para asegurar la autonomía de las mujeres y relaciones más igualitarias al interior de las familias.

Según expuso la Directora de la División de Asuntos de Género de la CEPAL, María Nieves Rico, en el VII Congreso del MERCOSUR de Derecho de Familia –realizado el 11 y 12 de septiembre en Porto Alegre, Brasil–, es necesario el desarrollo de estrategias colectivas de apoyo de cuidados, establecer normas para la conciliación de familia y trabajo remunerado, reconocer la heterogeneidad de los arreglos familiares, producir un cambio cultural que mejore la distribución del trabajo entre hombre y mujeres,  universalizar la protección social e incorporar incentivos y regulaciones para evitar la discriminación.

Estas medidas asegurarían un acceso igualitario a trabajos remunerados, una corresponsabilidad en los trabajos de cuidados y una verdadera autonomía de las mujeres de América Latina.