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La perspectiva de género es imprescindible para la humanización del entorno urbano

Disponible enEspañol
10 de febrero de 2000|Comunicado de prensa

Cada vez hay mayor conciencia en América Latina y el Caribe de que las ciudades, a pesar de los inmensos problemas sociales que las caracterizan, son recursos valiosos para impulsar el progreso de sus habitantes. Pero, para que este potencial se haga realidad, hay que superar las condiciones de inequidad social en el hábitat urbano; entre ellas, las que afectan a la mujer.

Así se plantea en el documento Ciudad y Relaciones de Género, preparado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) para la Octava Conferencia Regional sobre le Mujer de América Latina y el Caribe. Esta reunión se celebrará en Lima, Perú, del 8 al 10 de febrero, y en ella se definirá la propuesta que la región presentará en la sesión especial del milenio - "Mujeres en el año 2000: igualdad de género, desarrollo y paz en el siglo veintiuno"-, organizada por las Naciones Unidas.

América Latina y el Caribe es hoy una de las regiones más urbanizadas del planeta. El 73.4% de sus habitantes vive en las ciudades, donde enfrenta un conjunto de desigualdades que afectan especialmente a las mujeres pobres y sus familias: condiciones habitacionales precarias, falta de seguridad, deterioro de calidad ambiental y provisión insuficiente de equipamiento y servicios.

Al mismo tiempo, las ciudades son una fuente esencial de desarrollo. Cargadas de historia, cultura, instituciones y funciones diversas, son mucho más que el simple espacio físico en que vive la mayoría de la población. Son las matrices multiformes de muchos de los fenómenos que más han contribuido a dar forma a la sociedad: modernización, globalización, democratización, reforma del Estado, descentralización, conflicto y negociación, caos y organización, libertad y restricción.

En particular, las ciudades, como construcciones culturales, condicionan la vida de sus habitantes y determinan la calidad de los intercambios entre ellos. El espacio no es neutro y los roles y actividades de los hombres y las mujeres en sus territorios y recorridos condicionan la percepción, el acceso y uso de la ciudad, así como su vida cotidiana y sus experiencias, las que pueden ser cualitativamente diferentes entre sí.

Es sobre la base de esta percepción que Marisol Saborido, autora de este documento de la CEPAL, plantea "el cruce entre ciudad y género" como una manera de entender los apremiantes problemas urbanos y lograr soluciones en pro de un entorno urbano plenamente humano. Afirma que esta perspectiva de análisis "hace visible un conjunto de inequidades y desigualdades en el acceso a las oportunidades de vida en la ciudad", y presenta nuevos 'puntos de entrada' para abordar los complejos desafíos que caracterizan los centros urbanos en la actualidad.

Tradicionalmente, una de las divisiones más fundamentales entre las experiencias de vida de los hombres y las mujeres ha sido entre "lo público y lo privado". El trabajo y la calle son considerados como el ambiente "natural" del hombre, y las labores domésticas y el hogar, el de la mujer. Se ha creado una segregación por género que asigna a hombres y mujeres espacios diferentes, cargados de sentido simbólico. Esto significa que unos y otras sean afectados de manera distinta y desigual por los procesos de urbanización.

La irrupción masiva de las mujeres al mercado laboral en los últimos años ha modificado en parte esta situación. Pero, en general, "el movimiento de las mujeres de lo 'privado a lo público' no ha sido acompañado por un movimiento equivalente de los hombres desde lo ?público a lo privado', ni por un reconocimiento de la sociedad de la necesidad de encontrar nuevos equilibrios para lograr condiciones de mayor igualdad de género." Incorporar a las mujeres como ciudadanas de pleno derecho requiere una nueva concepción de desarrollo, que no transforme las diferencias biológicas en desigualdades sociales, que no ignore el ámbito privado y que revalorice las tareas asociadas a la reproducción biológica y social.

En este estudio, se examina varias implicancias de esta perspectiva para la planificación y políticas urbanas. Especialmente fundamental es la necesidad de dejar atrás el énfasis en los problemas de las mujeres - y de los pobres - como de grupos "vulnerables", y entender su solución como parte integral del desarrollo y de la construcción de una sociedad más integrada y equitativa. "Se trata de un proceso de empowerment o ?empoderamiento' ciudadano, que involucra cambios en el orden existente y requiere algo más que fondos sociales e intervenciones exclusivamente técnicas".

Entre las propuestas que se analizan en este documento están las siguientes:

  • Flexibilizar y reformular los criterios de diseño de conjuntos habitacionales para humanizar el entorno y así aminorar el descontento de sus habitantes y mejorar y consolidar los centros urbanos;
  • Vincular las soluciones de los problemas ambientales directamente con la vida cotidiana de los ciudadanos, especialmente de las mujeres, quienes generalmente son las encargadas del control y manejo de los riesgos ambientales derivados de condiciones de habitabilidad precaria;
  • Repensar el transporte urbano, según las jornadas de trabajo más parciales de las mujeres y sus responsabilidades específicas;
  • Modificar los espacios urbanos para permitir mayor intercambio y vida hacia afuera, como por ejemplo: ampliando los espacios para peatones; delimitando la circulación vehicular y facilitando la de rodados infantiles y sillas de ruedas; mejorando la iluminación; aumentando la vegetación.
  • Mejorar el diseño de las casas privadas, considerando espacios para las mujeres, distintos a los del resto de la vida familiar, destinados a pequeños talleres donde ellas puedan desarrollar sus propias actividades.

Para llevar a cabo todo esto, es indispensable la participación activa de las mujeres, que permitirá identificar y decidir sobre aquellos aspectos que resultan más o menos favorables para una convivencia igualitaria y un hábitat más armónico. Así, la integración de la perspectiva de género en las políticas y la planificación y gestión urbanas puede contribuir a que éstas no sólo sean más sustentables, sino que también más efectivas.